EXTRA 1

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Saliendo del colegio, siendo las doce y diez minutos, tenía las facciones serias, sin hacer un solo mohín de felicidad por el hecho de haber aprobado un examen de Contabilidad fijado para hoy del segundo cuatrimestre.

Las tres aprobamos. Ellas estaban preguntándome por qué no sonreía al menos y yo quise mantenerme un poco firme y no verme ridícula sobre la agradable noticia que en pocos instantes le contaríamos a mi familia, todavía me avergonzaba que me vieran sonreír, antes no acostumbraba a sonreír tanto y, sin embargo, después de las vacaciones fue todo lo opuesto. Me limitaba a sonreír demás y cuando estaba sola chillaba en silencio, muy emocionada y orgullosa de mí.

Mis facciones terminaron por comprimirse en confusión al ver a Christian bajar recién de la camioneta —no es que le pida ser puntual, simplemente que me acostumbre a verlo cuando salimos del colegio—, cruza la calle mirando que no venga nadie a su izquierda. Él viene caminando como un puto modelo, ¡Dios Santo! ¿Él es mi novio, verdad? Díganme que sí. Alargué mi sonrisa cuando nuestras miradas hicieron contacto visual. Creo que nunca demostré tal expresión al ver a alguien. Solo que él no es un alguien cualquiera, es mi novio y se llama Christian Miller.

Su sonrisa y la mía se detuvieron por un momento para darnos un beso como saludo. Rodeó un brazo en mi cintura al mismo tiempo que saludaba a las chicas dado que esta mañana yo me levanté sin él y las chicas tampoco tuvieron su chofer privado, porque Christian tuvo que irse antes para sacar fotocopia como tarea asignada de la facultad, el tontuelo se olvidó de hacerlo ayer y hoy tuvo que salir corriendo.

—¿Todo bien? —le pregunté todavía con mi sonrisa.

Él me observó desde arriba. Devolviéndome la sonrisa.

—Sí —respondió.

Adentrados al vehículo, fuimos directo a casa de la familia.

Cuando ya estuvimos dentro de la misma, me dirigí al baño de arriba. Cerré la puerta y apoyé mis manos en el lavabo. Vi mi reflejo queriendo aguantar las ganas de soltar la emoción, como no pudo aguantarlo rio, se tapó la boca e intentó callar el chillido. Impulsivamente, volví a hacer aquello que por mucho tiempo no hacía: clavé mis uñas a mis brazos para silenciarme. Yo no estaba sola y escucharían mi felicidad desde abajo. Me solté y, al rato, bajé con los demás.

—Ahí está.

—¿Y cuál es la buena noticia? —me preguntó Karina con una sonrisa.

Mi ceño se frunció al no comprender. Ella miró a las chicas y ellas a mí.

—Ughh. —Resopló Emma—. La buena noticia es que las tres aprobamos el examen de Contabilidad de hoy.

—Ahh, eso —recordé—. Sí, lo que dijo —señalé, sonriéndole a ambas mujeres.

—¡¡Ayy, que bien chicaaass! ¡Las felicitoo! —exclamó Irina.

—Toda la familia parece ir por la rama económica, me parece a mí —comentó Karina—. Las felicito, chicas.

Cuando paseé la mirada por las de todas ellas, la última fue sobre la de Sofí, Emma y yo parecimos notar su débil sonrisa, esas que ponemos en el rostro fingiendo que nuestra mente está vacía y alzamos los labios para mentirnos sobre estar bien. Bueno, ella hacía exactamente esto...

—Mor, ¿estás bien? —escuché como su novia le murmuraba.

‹‹Mor›› hizo una mueca de disgusto. Para nada conforme.

Mientras el resto hablaba yo también fingía ponerles atención, mi oído estaba sobre la charla de estas tortolitas. Me descalcé, yo pensaba llevar mis rodillas al pecho pero me acomodé mucho más cuando Christian, conversando con sus mamás, se ofreció a subir mis piernas sobre las suyas. Sin esperármelo, se puso a masajear mis pies y reí con las cosquillas que provocaba, los tres sonrieron al percatarse de aquello. Prosiguió con lo suyo y yo con lo mío.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora