CAPÍTULO 14

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¿Por qué tenía que ser con ella? Sí sabe lo mal que nos llevamos, ¿qué hace? ¿Y por qué no me lo dijo? ¿Por qué no me dijo que sentía esa atracción con esta rubia metiche?

—¿Ella es la misteriosa persona con la que te ves?

Al instante ambas se separan. Me miran calladas. Sé que fui egoísta por haberlas interrumpido, tal vez tuve que probarla a ver si confesaba. O no. Hice perfecto. Pero si ser egoísta no es lo mejor que pude ser en esta malvada vida, entonces no sé.

Emma y Sofía. Besándose. En una esquina del jardín, muy oculta por las plantas. ¿Se escondían de mí? Eso sí es lo más decepcionante. Mmm..., pienso que podría darle de su propia medicina. Ya voy a ver que se me ocurre.

Sin embargo, la decepción trae un gusto amargo en mi boca. Otro gustito es esa sed de joderla por esto, porque se la pasa rompiéndome las pelotas para que suelte la lengua y esta se esconde de mí.

Abre y cierra la boca. Le di su espacio para que hablara, pero la cobarde se mutó, quien saltó a defenderla fue la otra tonta:

—¿Cuál es tu problema? ¿Te da asco vernos besándonos?

—Claro que no. Pero si es de ella de quien hablabas (sin mencionarme su nombre) —provoqué— me parece súper injusto de tu parte pedirme explicaciones y vos no te atreviste siquiera a decirme tu relación tan cercana con ella —afronté. Dándole otra oportunidad—: ¿Es Sofía o no tu persona secreta?

Estaba dura sobre su lugar; estoy segura de que cada palabra mía la golpeó de todos lados. Se lo merecía, tampoco quiere decir que no voy a hacer algo al respecto, solo por el momento. Pero tenía que dejarle en claro que no joda conmigo, porque podría pisar la trampa del ratón y yo voy a estar ahí para reírme en su cara.

—No te lo conté porque justamente se llevan muy mal, e intento estar con las dos sin que estén ambas al mismo tiempo —excusó—. Perdón.

No volví a abrir la boca. Asentí fingiendo comprenderlo. La realidad es que solo me molestó que fuera con Sofía, por el resto me importa un carajo, solo la molesto. Antes de pensarlo siquiera una vez, ya me estaba encaminando hacia afuera. Tragué cualquier objeción ante esperanzar que no estén juntas. No con ella. Y si están juntas, no sé si voy a poder soportar a ese caniche, bueno, en realidad no tendría, porque el compañerismo entre Emma y yo se rompería, igual que esta cursi pulsera.

Salí de la escuela. Y ahí estaba él, parado, esperándonos. Emma pasa por delante de mí encaminada a su hermano, ellos se saludan. Marchamos a la camioneta hasta adentrarnos. Escucho un carraspeo proveniente de Emma. Sentí el volumen de su voz en mi dirección, aparté mi vista del camino, que Christian recorre constantemente cada vez que nos vamos, y la miro.

—¿Están ocupados a la noche? —preguntó ella. Al unísono él y yo emitimos sonidos en negación—. Hay una fiesta en lo de Diego —anunció, cuando dijo el nombre se dirigió más a él que a mí—. ¿Sale ir?

—Sí —afirmó—. ¿Desde cuándo te hablas con él? —preguntó, meticuloso con una sonrisa cómplice—. Porque a mí, todavía, no me avisó nada.

¿Asique también oculta con quién habla? Mira a Emma, no más. Comparte, incluso, momentos con este tal Diego y, finalmente sabido, con Sofía; encima, tampoco le dice a su hermano que estuvo hablando con él.

Arqueé una ceja. Carraspeé para fingir que me atoré con mi propia saliva. Que por supuesto, solo fue como un llamado de atención hacia Emma.

Recordé una cosa—: Pero... —y cuando caí en cuenta del error que estaba por cometer, me arrepentí. Ambos me miraron sin comprender—. Nada —zanjé para que lo olvidaran.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora