CAPÍTULO 30

40 3 0
                                    

Se supone que yo debí terminar con todo esto, que debí terminar con mi temperamento brusco, abrumante, para gente como esta, gente que merece mejor trato que el mío sin duda.

¿Seré yo merecedora de su familiaridad?

Volví al comedor fingiendo que nada me había atravesado el pecho, tampoco la mente.

—¿De qué querés trabajar Emma? —le pregunté sujetando, desde el mango, la pava caliente, luego la apoyé sobre la mesa y pasé a sentarme, esta vez en una silla—. No te escuché, perdón. Es que me quedé pensando —solté distraída.

—Ah, no, no sé. ¿Yyy... en qué pensabas?

Chasqueé la lengua restándole importancia.

—Nada. Cosas nada interesantes.

—¿Estás segura?

Otra vez me adentraba a mis pensamientos: observaba lo acompañada que estaba, pero seguía sin estar preparada para tanto.

No es que no creyera lo que sucedía a mí alrededor, claro que no, sí lo creía, la diferencia es que tengo ese sentimiento de timidez de estar arriesgándome de más, estaba insegura de mí misma, lo que me resume a tener miedo.

Cada vez que preguntan algo sobre mí me da miedo también, porque termino por recordar todo lo vivido, y obviamente no es justo para nadie, ahora lo entiendo; la cosa es que no sé si estoy lista para dar —lo que considero— enormes pasos. Tengo miedo de avanzar y terminar por mandar todo al carajo; siento que puedo dar de mí hasta acá, no más.

Escuché un carraspeo cual señal, por lo tanto, actué:

—Sí —contesté segura y con una sonrisa en el rostro.

—Cedes —llamó Irina otra vez.

—¿Qué?

—¿Te puedo preguntar algo?

Me enderecé y respiré para entrar en una zona donde tendré que mantener calma.

—Acabas de hacerla.

Irina rio un poco. —Sí, es verdad. Pero hablando en serio.

—Claro.

—¿Vos pensaste en hablar con alguien?

Todo mi cuerpo entró en un estado de endurecimiento ante dicha pregunta. Estaba fuera de contexto y, por demás, no entendía a qué se refería.

—¿Eh?

Tardó unos pocos segundos en hablar, hasta que retomó la pregunta mucho más específica que me descolocó:

—Que si alguna vez ¿pensaste en hablar de tu pasado... con un profesional?

Cada vez me costaba más recuperar el habla y destrabar mi cabeza en el enrosque en el que se encontraba, todo para comprender a donde se dirigía esta madre con la conversación.

—No te entiendo, Irina.

Al mirar a mi alrededor todos estaban callados, se tomaban el tiempo de mirarme, esperando una respuesta de mi parte, y mirar a Irina con cierta expresión inentendible para mí. No sabía si estaban igual o más perdidos que yo.

—Hablar con un psicólogo —habló Sofía.

Literalmente todas nos giramos a verla, inclusive Chris. Yo la miré porque se sumó a la charla, sorprendentemente, y por la última palabra mencionada, y los demás voltearon porque, supongo yo, Sofía entró en nuestra conversación (no correspondiente), siempre se limita a meterse pero manteniéndose al margen y, esta vez, quiero creer que le erró a la situación.

Radicalmente oportunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora