Cuarenta y nueve

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Penúltimo capituló
Alexia
Las cosas definitivamente habían cambiado, el ambiente en nuestra familia no era el mismo que había sido meses atrás, habían pasado apenas unas cuantas semanas desde que fuimos dados de alta del hospital y regresamos a la casa en Pachuca intentando adaptarnos a nuestras nuevas rutinas.

Los primeros días las cosas estaban tensas entre nosotros. Las conversaciones se basaban en "buenos días" "voy a entrenar" "¿como se sienten?" "¿necesitan algo?" y "buenas noches".

Eso fue todo, dormíamos en camas separadas, yo me quede en nuestra habitación y a veces el dormía con Max o en la sala, dependiendo de que tan cansado estuviera.

Por otro lado, estaba yo. Este nuevo embarazo se sentía muy muy distinto a mi embarazado anterior, tenía todas las comodidades del mundo, literalmente Kevin apenas y me permitía moverme o hacer cualquier actividad pues estaba aterrado de que algo fuera a sucedernos luego de que se enteró que en el primer trimestre habían altas posibilidades de aborto, y eso lo aterraba. Pero a mi me molestaba no poder hacer nada.

Como justo en este momento, me encontraba agachada tratando de alcanzar unas cosas que habían caído debajo de la cama, lo había escuchando cuando me paré. Se escuchó como si fuese una algo chocando con el piso, y mi curiosidad no podía soportar no saber que fue lo que cayó así que, con cuidado con mi pancita de cuatro meses de embarazo me puse de cuclillas y baje mi cuerpo mientras estiraba mi brazo para tantear a ciegas aquello que había caído.

Unos pocos segundos después logré que mis manos lo tocaran, y efectivamente como creía, era una caja pequeña, como de joyería.
Estaba apunto de tomarla cuando de pronto escuché la puerta abrirse y unos pasos corriendo hacia mi asustándome y provocando que empujara la caja a otro lugar.

—No, no. ¿qué haces? No debes agacharte.— papá Kevin estaba haciendo de las suyas de nuevo.

—Algo se me cayó, y quería agarrarlo, eso es todo.—respondí rodando los ojos y buscando eso de nuevo.

—¿Qué se te cayó?.—preguntó.—Yo lo busco.

—No lo sé, sólo lo escuché. Es como una cajita.—en cuanto esas palabras salieron de mi boca, el semblante de Kevin cambió a uno nervioso. Hasta juro haber visto como sus orejas se ponían levemente coloradas.

—Eh...eh.—balbuceó.—Párate, yo lo busco.—dijo, pero yo no hice caso y seguí buscando hasta que por fin lo tuve en mis manos otra vez.

—Bingo!.—susurré cuando lo alcancé, saqué la mano de abajo de la cama y por fin pude ver lo que era.

Frente a mi estaba una pequeña caja aterciopelada, de color guinda oscuro. Era una caja pequeñita, dura y muy familiar, demasiado. Tanto que creía saber perfectamente el contenido que había en ella.

De inmediato dirigí mi mirada a Kevin quien tenía una mueca de incomodidad. Estaba todavía más rojo y nervioso. Sin habla. Ninguno de los dos hablaba.

—Es...eso es...—tartamudee teniendo aquello todavía en mis manos.

—Yo...eso...—intentó explicar.—eso...

—Es...es un anillo.—la que tenía intención de que fuese una pregunta salió más como una afirmación.

—Si.—susurró.—Tu anillo de compromiso.—afirmó.

Mis ojos se abrieron con fuerza. Sentí como mi corazón comenzó a latir con fuerza, mis manos comenzaron a sentirse pegajosas y el calor subió a todas las partes de mi cuerpo.

—¿Cómo?.—no podía no formular una pregunta completa.

—Lo tenía desde que regrese de Qatar, lo compre en una joyería cuando estábamos allá y planeaba dártelo en los últimos días. Antes de que todo pasara.—explicó rascando su nuca y evitando mi mirada.

Por su sangre [Kevin Álvarez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora