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Capítulo 17_ Nirvana vs Gun N Roses

—¿Qué caro es el café aquí no?— Dijo Sebastian lacónico.

—Ya dejen la estupidez por un segundo, por favor.— Si esa era yo.

Aún no habíamos saldado la cuenta de 15 dólares simplemente porque Sebastian cree más divertido jugarme bromas con Kurt.

El pobre chico debe estarse arrepintiendo de haber dejado su número de teléfono detrás del pequeño papel.

Siendo honesta me da hasta risa las bromas pesadas de Sebastian,  pero cuando ya llevas diez minutos escuchando la misma oración, no niego que llega a cansar un poco.

—Ya para de molestar a Ivers, ella tiene el derecho de conocer más personas.—Me defiende Hannah.

—Cariño no pretendo quitarle ese derecho pero admite que si tiene gracia fastidiarla un poco.

Y sí, gracia si que tiene pero no pienso demostrarlo, de hacerlo me convertiría en la comidilla del grupo.

Finalmente pagamos la cuenta y ellos salen del café.

Yo pretendo hacer lo mismo hasta que veo a Kurt detrás de la barra atendiendo un grupo de chicos.

Voy hasta él, y cuando me ve, puedo notar que se tensa, quizás sean nervios.

O sea no me considero este tipo de chica inalcanzable que a todos pone nerviosos bajo una mirada que parece juzgarte, soy más de las que regalan sonrisas, pero la mente humana es complicada, y no todos reaccionamos igual.

Espero pacientemente en la barra hasta que el termina con el pedido de los chicos, y cuando lo hace se dirige a mi con una pequeña sonrisa en los labios.

—Hola Kurt— lo saludo.

—Hola Heidi—Me da un poco de risa porque ni siquiera yo recordaba si en algún momento le había dicho mi nombre.

Ahí está mi respuesta, si lo hice, a menos que Kurt era un acosador nivel Dios, pero no, algo me dice que no lo es.

—Disculpa el atrevimiento de haberte dejado mi número, fue una osadía de mi parte.— Su disculpa me saca de mis cavilaciones, y le presto toda mi atención.

—No te preocupes por eso, no me molesta para nada.

Su expresión cambia radicalmente al escucharme decir eso, y tiene cierto brillo que me hace pensar un poco.

Compartimos algunas palabras y luego me retiro a mi residencia.

***


El número de mi madre parece gritar mi nombre y sé que debería dar mi brazo a torcer y llamarla, pero todavía no encuentro la fuerza suficiente para hacerlo.

Simplemente es algo que no me sale, con ella debería poner mis palabras de disculpa como un escudo ante su actitud hiriente, y ahí radica el problema.

No encuentro razones por las cuales debería pedir una disculpa.

Nunca la ofendí, nunca le falté al respeto, de lo único que se me puede culpar es de querer vivir la vida que me he ido labrando, no una vida minuciosamente planificada ni mucho menos.

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