11 | El día que Colton cumplió quince años

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Colton y yo terminamos nuestro primer curso escolar a principios de junio. Yo había sobrevivido; él tenía las mejores calificaciones que yo hubiese visto en mi vida.

En el camino a casa, sostuve el boletín oficial entre mis manos, sin saber si enseñárselo a Damon o no, porque no creía que le sorprendiera después de ver el de Colton. Aunque, pensándolo bien, Damon no expresaba nada de todos modos.

—¿Cómo te fue? —fue lo único que le preguntó, y Colton se encogió de hombros.

—Bien. El último trimestre ha sido el mejor.

La forma en que Damon giraba el volante con una sola mano era hipnotizante. Seguía usando tiritas en los dedos y, por lo que había oído, se debía a que tenía que entregar montones de papeles y reportes en sus juntas de trabajo sobre las acciones del hospital.

Yo creía que se cortaba con el papel, pero más bien era alérgico. Básicamente tenía los dedos despellejados por culpa de su trabajo.

—¿Y a ti, cielo?

Alcé la vista hacia el espejo retrovisor.

Definitivamente me hablaba a mí. Pero cada vez que me llamaba así, algo dentro de mí se retorcía y peleaba con la otra mitad de mí, porque Damon me trataba demasiado bien y no quería idealizarlo.

—También.

—¿Te ha ido bien?

Me humedecí los labios por el estrés.

—No lo sé.

Mis manos sudaban. Sabía que no me regañarían por haber sacado la nota mínima para aprobar las asignaturas, pero Colton era mucho más inteligente que yo. De algún modo, me sentía inferior.

Sin embargo, Damon se limitó a agarrar los boletines cuando llegamos a casa, a mirarlos por encima y a decir que estaba orgulloso de nosotros. Yo, parada junto a él, casi torciendo el cuello porque me costaba mirarlo a la cara, hice una mueca.

Y de pronto, lo vi sonreír un poco.

—Vais a la escuela —soltó como si no se hubiera dado cuenta antes.

—Porque nos obligáis —protesté.

—Eso es increíble.

Ir a la escuela no era nada increíble.

Era odioso, estresante y aburrido. No tenía amigas, no me gustaba estudiar y mi única parte favorita era el recreo, cuando me sentaba con Falcon y le contaba lo último que había ocurrido en mi novela de fantasía épica.

Habían llevado a Colton a sus entrenamientos dos veces a la semana, dos horas, y asistíamos a todos sus partidos. Colton tenía esa capacidad de sentirse hermano con cualquiera a pesar de no tener lazos sanguíneos.

Yo le veía correr, y sudar, y abrazarse a sus amigos, y lo envidiaba porque todos le querían sin que él hiciera nada especial. Oía incluso a chicos de su mismo curso animarlo desde las gradas. Habían ganado partidos escolares y ese año competirían con otra escuela a nivel local.

Colton era bueno en demasiadas cosas.

El diecisiete de julio cumplió quince años.

No pensé que fuera nada importante ni especial, ya que a mí me daba igual mi cumpleaños y, por ende, creí que él tampoco lo apreciaría.

A excepción de la señorita Hughes, en mi caso, casi nadie se acordaba ni celebraba mi cumpleaños en el internado, y era de la misma manera para Colton. Pero él cumpliría un año de adopción ese mismo verano, así que su cumpleaños sí era algo importante.

𝐋𝐨𝐬 𝐝í𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐧𝐣𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora