El día de Navidad, fuimos al internado.
Como todos los años, hacían una obra teatral por Navidad en la que yo nunca había participado. No era obligatorio, aunque servía para distraernos de la horrible realidad de que nadie nos quería y por eso seguíamos en ese lugar. El internado no era mal lugar en realidad; el problema era que implicaba que nadie había querido llevarnos a casa.
Tampoco podíamos culpar a los padres: no todos querían adoptar. Es decir, ¿por qué adoptar un niño traumado y abandonado cuando puedes tener uno sin problemas de tu propia sangre?
Normalmente, la obra elegida era la de los tres espíritus de la Navidad. Se suponía que eso movería a la audiencia a dar, a no ser egoístas y a acordarse de nosotros. Aquel año, fue la primera vez que asistí como alguien que ya no pertenecía al internado.
Se sentía raro.
Virginia me había planchado el cabello porque se lo pedí, y no le importó pasar una hora y media asegurándose de que todos mis rizos pelirrojos se suavizaban. Por primera vez, me caía lacio hasta la mitad de la espalda, y me gustaba. Incluso me trenzó un mechón que sujetamos en mi coronilla.
Podía usar jeans en vez de falda y sentarme con mi familia en medio de la audiencia, en sillas de plástico, y esperar a que Elyssa saliera al final de la obra. Elyssa se encargaba del maquillaje y vestuario de los actores.
Este año, incluso Maddie participaba, una niña que tenía una deformidad en una de sus piernas y, por tanto, no podía moverse con libertad.
Damon había convencido a Archer y a Hunter de ir, aunque él no necesitaba hacer gran cosa para convencer a Archer de nada.
Creo que había visto mi ilusión de que adoptaran a Elyssa y quiso que fueran para que la conocieran; aunque Archer y Hunter no planeaban adoptar, asistieron. Probablemente pasaron toda la obra de teatro elaborando en sus cabezas un pretexto lo suficientemente válido como para negarse.
Ellos se sentaron al lado de Colton, que estaba más emocionado que yo por ver a sus antiguos amigos, y yo me encogí en mi asiento, cruzada de brazos, pegada a Virginia, hasta que llegó mi abuela. Para variar, llegaban tarde.
—No hay aparcamiento —se excusó, haciéndose paso hasta mí, aunque le hablaba a Virginia—. Tu padre está aparcando.
Al final, Virginia y Damon se movieron un asiento más allá para que mi abuela pudiera sentarse a mi lado. Me preguntó cómo estaba y yo me encogí de hombros.
No era mi lugar favorito.
La única persona a la que deseaba ver era Elyssa, aunque me sentía mal por ella. Es decir, acabaría la obra y nos saludaríamos, y abrazaría a toda mi familia, pero ella se quedaría y yo regresaría a mi casa.
Sabía que Elyssa tenía amigas y no se sentía sola, pero ella siempre había soñado con tener una familia como Damon y Virginia. Por eso, me sentía culpable. Ella merecía mi lugar más que yo.
Tal vez, si Archer o Hunter se diesen cuenta de lo talentosa que era, no se pensarían tanto adoptarla.
Pero tampoco podía obligarlos.
Ellos no me debían nada ni a mí ni a nadie. No les guardé rencor por eso, honestamente. Entendí sus prioridades y estuve feliz cuando decidieron que no tendrían hijos hasta que se hubieran casado. Tardaron trillones de años en casarse, porque no querían decepcionar a sus familias. Mi abuelo decía que él ya estaba decepcionado, pero yo no le creía.
Los padres de Hunter lo habían echado de casa en cuanto él les dijo que se había enamorado de Archer, por ejemplo, y empezó a vivir en su propio apartamento, rentado con otros amigos, a los dieciocho años.
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𝐋𝐨𝐬 𝐝í𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐀𝐧𝐣𝐚
Teen FictionAlgunas historias de amor sí son para siempre. ************** Anja tiene un diario donde ha registrado los días más importantes de su vida desde que fue adoptada. Ella no quería tener una familia, ni creía en el amor, ni en los padres. Había sido ac...