Rooney POV
Nunca tuve la oportunidad de conocer a los abuelos por parte de mamá, Naomi y Jeremy.
Había llegado a la conclusión de ser un disgusto para ellos, tal y como lo fue mi padre al enterarse que mamá se casaría con él. No aprobaban la relación por un factor —bastante ridículo según mi punto de vista— "posición socioeconómica". Me parece haber dado a entender eso anteriormente. En fin.
Papá era alguna clase de repele para los humanos bastante comunes. No solo fue negado ante mis abuelos maternos, sino que su propio padre lo abandonó sin siquiera haber nacido. La verdad es que el abuelo Edgar tenía otra mujer, y ella lo amenazó —merecida o no merecidamente— con que lo separaría de sus hijos. Sin embargo, aún existe una pequeña conexión entre ambas familias: la tía Sarah Paulson. Sí, ella es media hermana de papá, y nunca se vio completamente afectada por la situación.
Una vez coincidió en un café con él y fue así como entablaron una sana relación de hermanos. Luego, cuando yo nací, me visitaba sin falta todos los fines de semana, y cuando mamá se fue para siempre, decidió mudarse más cerca para intentar levantarme los ánimos.
Sarah significó la rebeldía de su familia, ganándole el puesto a su propio padre, porque ella no conocía la vergüenza. Su madre siempre le había dado a coscorrones por las malas notas en matemáticas y por lo brillante que era en las actuaciones escolares, a las cuales ningún familiar asistía.
La tía conoció a mamá cuando se hizo amiga de papá. Siempre que puede me cuenta alguna nueva curiosidad, o repite episodios que me los sé de memoria, pero son bastante divertidos y alentadores para mí.Sarah conoce mi vida a detalle, hasta la fecha en que comienzo a narrar.
—Ven, ven aquí—me acomodaba a un lado suyo y tomaba mi mano—Yo sé que tienes algo para contarme. Tu carita está resplandeciente el día de hoy—después de mis padres, ella me conocía al centímetro.
—Alice es mi nueva amiga—no era común que yo llevase a casa una noticia como esa—Ella es mi nueva amiga—recuerdo lo feliz que iba.
Al no encontrar un espacio externo a mi casa para socializar, me veía obligada a asistir a talleres deportivos o de arte. Practiqué gimnasia, tennis, esgrima, oratoria y danza contemporánea. En esta última habían muchas niñas con un notable talento natural. Lo que más me gustaba era la representación que surgía a través de los movimientos. Fue ahí donde descubrí que me gustaba la actuación como tal, y no solo el diálogo, sino la importancia de los detalles. También conocí a Alice. La niña más empática, educada, paciente y optimista, que había conocido jamás.
Me integraba a los grupos sin subestimar mi manera de ser. Cuando me veía sola se sentaba a mi lado, reconociendo al instante si me apetecía llevar a cabo una conversación o simplemente compartía mi silencio sin quejarse. Incluso, había decidido "prestarme" a su madre, porque yo no tenía una para ese entonces.Nunca cambió pasado el mes de haberla conocido.
Sarah y Marie —mi psicóloga— se sorprendieron cuando les llevé la noticia después de dos meses, cuando por fin pude llamarla amiga. Me dijeron que era una persona bastante analítica, que me encontraba constantemente reflexionando, y que de grande seguramente me iría bastante bien, porque podría tomar buenas decisiones. Probablemente no me percaté de lo mucho que me había aferrado a esa niña. Para cuando cumplimos los once años, ella se mudó a Florida, dejándome casi tan dolida como cuando mamá se fue.
En mi desarrollo de grandes reflexiones e introspección, también surgió el apego y la dependencia emocional, hacia aquellos que mostraban gran afecto y preocupación para conmigo.
Cumplí los trece y me diagnosticaron ansiedad social. No me detuve por un par de palabras, o al menos papá ni Sarah me lo permitieron, pero comencé a sentir mayor tristeza a mi alrededor, y un miedo terrible al abandono. Me aislé de aquellas actividades. Le mentí a mi padre diciendo que asistía, pero el juego me duró menos de un año, porque dejaron de llegarle los recibos de cancelación de los cursos.
No se molestó, ni tampoco me juzgó, pero recuerdo muy bien sus palabras: "Si paso por alto esta situación, entonces nunca me perdonaré el daño que te haré".