Rooney POV
Fueron únicamente dos veces las que huí de un set de grabación. La primera vez ocurrió cuando tenía cinco años. Una mesa llena de aperitivos que lucían deliciosos eran mucha tentación para un niño pequeño, y más encontrándose a la disposición de cualquiera, por lo que un roll up de tuna, sería mi supuesta desgracia. Los labios se me habían hinchado, de tal manera que lucía muy graciosa, pero cuando el comezón se extendió por toda mi piel, mamá me tomó en brazos, y sin siquiera importarle lo que estuviese haciendo en ese momento, me llevó hasta la posta médica más cercana.
La segunda vez sucede al momento en que, también mi madre nota una de mis rodillas cubierta con una tela que se manchaba de sangre. Esta no paraba de pintarse de rojo, por casi una hora estuve aguantándome, puesto que tenía unos siete años y me era difícil tener que interrumpirla. No fue diferente esta vez, porque aún teniendo las fuerzas para levantarme, corrió hasta encontrarse con algún médico.
Hoy no existía ni la picazón, ni una rodilla lastimada que pudiese justificar el por qué tenía ganas de salir corriendo, solo alguna clase de "ansiedad alegre", con un corazón adolorido por la multiplicación de sus latidos, la respiración irregular que me hacía temblar y a mis manos sudar, y por último, unas ganas terribles de gritar. Sin embargo, no estaba mamá para levantarme entre sus brazos y llevarme hasta algún lugar en donde pudiese sanar.—Rooney, por fin te encuentro—papá me tomó del brazo—Te perdiste todo el festín. ¿Puedo saber qué tanto hacías?—nunca le mentía, ni él a mí. No quería llevarnos a esto.
—Bueno, primero estaba en el salón de vestuario y maquillaje. Por cierto, me encontré con Carmen y pude conversar con ella, porque me fue difícil recordarla al instante—hasta ese punto todo iba en orden—Luego me sentí mal y preferí darme algunas vueltas—mentira, había tenido una larga interacción con Edith, conocí a su madre, y a partir de ese momento me encerré en el baño a disociar.
—Creí que tendrías hambre, así que te traje un sándwich—sabía muy bien que no me creía. Lo vi tragar saliva después de haber hablado, y tampoco me había mirado a los ojos, solo me extendió la bolsa de papel con su mirada dispersa—¿Deseas alguna otra cosa?—negué con los labios presionados—Bien, deja que termine de revisar algunos documentos para irnos a casa—asentí.
Quería hablarle acerca de las emociones que cargaba conmigo, pero sería llegar a la raíz, y no pretendía ser tan sincera, ni siquiera lo estaba siendo conmigo misma al evadir mis propios pensamientos.
—¿Dunhill?—esa voz nuevamente me tomó por sorpresa hasta destruir la molécula más pequeña de mi cuerpo. Tal vez era la grave suavidad en ella, o es que su imagen era imponente en cantidades impresionantes.
—Sí—claro, la futura psicóloga en medio de un pre ataque de ansiedad social.
—¿Puedo preguntar cada cuánto fumas?—la pegada que me dio al caer en cuenta que me había visto prácticamente ahogarme.
Sucede que yo recurría al cigarrillo en muy pocas ocasiones, porque para mí no era un hábito sano, menos sabiendo las consecuencias futuras que acarreaba.—N-No es la primera vez que fumo, es que—
—Oh querida—la risa que salió de sus labios me bendijo el día entero—No lo decía por eso—mis mejillas ardían y comenzaba a poner en duda mi salud, puesto que podía estar desarrollando una fiebre—Solo pienso que eres muy joven como para hacerlo de manera tan seguida, no sería bueno que enfermases—su vista se perdió un tanto en las palabras que sus labios soltaban.
—No, no—aclaré mi garganta una vez que me di cuenta de la desesperación en mi forma de hablar—Solo quería...—¿qué debía agregar?—Realmente no es relevante, pero podría decirse que entré en necesidad—con la punta de mi lengua intenté hidratar mis labios.