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Rooney's POV

Después de los panqueques con miel de maple y el café bien cargado, emprendimos camino hacia el foro de grabaciones. Sí, ya empezaban a rodarse las pre-tomas, o las que en gran porcentaje servían de apoyo si es que en un futuro edición las requería.

Con la radio de los ochenta en alto y los cinturones cuidándonos de no salir volando, cantábamos con gran sentimiento. Lo extrañábamos, extrañábamos ser participes de momentos tan cortos, pero especiales, y eso que el camino no era tan corto para esta ocasión.

Realmente la felicidad comenzaba a ocasionarme temor, porque reconocía lo desgraciados que estábamos mi padre y yo. Sin embargo, él mismo me permitió saborear aquel sentimiento positivo, otorgándome la tarea de supervisar las escenas, junto con su equipo de cinematografía, para realizar un análisis en la escenografía y hasta los detalles en el vestuario de los personas. De esta forma podría darle mi opinión sobre los pros y contras. Era algo así como la psicología del color en el cine, básicamente eso, pero sin ser demasiado exigente.

No me puso en vestuario, como se encargaba mi madre, porque ambos sabíamos que terminarían todos como en las películas de Tim Burton. Ella en cambio se dedicaba a ponerle color, a coser, a agregar, a quitar. Soportaba los pinchazos de las agujas y era una experta utilizando la máquina.

Ahí terminé, paseándome entre los abrigos, los vestidos, los ganchos...

Athena tenía unas ganas infinitas por portar alguno de ellos y me causaba cierta tristeza pensar que nunca pudo ni podrá.

Estaba alucinando con ese sobretodo de piel, era un color tipo cobrizo, con bolsillos por delante, un poco antes del término en la parte inferior.
Estaba cubierto con un plástico transparente, para que no agarre polvo o humedad. Sin embargo, podía uno abrirlo con el cierre, sin necesidad de arruinarlo.

Por motivo alguno olía al perfume de mamá, no sé si era el mismo abrigo o que el lugar me hacía recordarla, pero mis fosas nasales se inundaban con su agradable aroma.

—Hola, Ro-

Rápidamente cerré el vestuario.

—¿Interrumpo algo?—Carmen me miró con una sonrisa y una ceja alzada, sin ganas de intimidarme, pero sí con ganas de convencerme.

—Oh, mmm—estaba a punto de contestar, pero Edith se apareció.

—Hola Ro—la pequeña rubia traía un puchero triste que encogía mi corazón.

—Hola nena, ¿qué ha pasado?—me agaché hasta su altura. La verdad es que poco quise ignorar a Carmen, pero me parecía importante atender las preocupaciones de mi pequeña amiga.

—Mamá dice que no podremos jugar porque estarás ayudando a Phillip—su mirada se dirigió hacia el suelo—Hablando de mamá—volvió a mirarme—¿Ya viste sus vestuarios?—negué lentamente—Oh, es que están justo al lado tuyo—señaló con su dedo índice.

Vi sonreír a Carmen mientras tomaba algunos materiales.

—Ya veo...—me sonrojé—¡Cierto!—entré en razón. No iba a tener espacio para poder darle tiempo a Edith, solo en el almuerzo—¿No te gustaría ayudarme en mi trabajo?—sus ojitos se iluminaron.

—Pero mamá me notará y no le gustará para nada que esté ahí, porque dice que hago mucha bulla—se cruzó de brazos.

—¿Qué te parece si te hago un maquillaje mágico?—dijo Carmen desde su lugar. Ambas nos volteamos a verla.

Lost in illicitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora