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Rooney's POV

Y en ese mismo rollo hemos estado.
Las carreteras han sido testigos de cómo, en una semana, fue evolucionando esta amistad que teníamos. Una amistad en donde yo siento mariposas y ella, sin querer, juega con mi mente y corazón.
La he pillado tantas veces, no simplemente mirándome, admirando mi rostro. Incluso cuando sabe que la he atrapado, continúa buscando en mí algún patrón o final de laberinto, pues no es que para, sino hasta que despierta de ese sueño consciente.
Sigo luchando con mi mente por creer que me mira como su hija. Ella me trata con tanta delicadeza y cuidado, que si bien mis muros se derrumban, no hay pierde para ninguna; yo no dejo pasar ese cariño y al parecer este también le agrada.
Las noches también me son un dulce sufrimiento, pues ambas nos aferramos como si fuese el último día de nuestras vidas. Ella respira tan tranquilamente una vez que mi cabeza se esconde en su cuello y se apoya en su pecho. Creo que podría morir en ese instante. Dejaría que me claven mil dagas en el estómago, porque me siento en paz a su lado.
Cuando llega la hora de amanecer, ella se toma un tiempo para acariciar mi cabello, y poco a poco provoca que me levante, de manera que mi mañana no sea pesada ni molesta.
Los desayunos son siempre al paso, pero el café y los bocadillos son exquisitos por la música de fondo y charlas que me hacen ver como una mujer de su edad.
Puedo decir que el café bien cargado, ahora, me agrada tanto como el vino rosé. Ella me ha enseñado a disfrutar de la variedad de sabores existentes. Me sacó de mi zona de confort y me enseñó a que puedo ser yo misma en cualquier espacio, sin la necesidad de sentirme validada más que por mí misma. Y claro, solamente fue una semana como para decir que me mostró cómo ser, pero es que nos encontrábamos tan inmersas en vivir cada día, que me vi en pleno aprendizaje.

¿Nena?—mamá ya estaba internada. Fue una semana antes de que partiera.

Mami—me senté a su lado, sobre la camilla.
Ella conservó su larga cabellera, pues nunca accedió a realizarse las quimioterapias—¿Necesitas algo?—me dio su mano.

¿Te digo algo?—asentí con una sonrisa cómplice. Para ese entonces, no tenía ni la menor idea de que jamás volvería a casa—¿Cómo nos imaginas en un futuro?—primeramente, era una pregunta bastante amplia para una niña de ocho años. Segundo, ella sabía con qué intención lo decía, ya no estaría más.

Mmm, ¿te refieres a cuando sea más grande?—ella acarició mi rostro y confirmó mi cuestión—Creo que nada podría cambiar—recuerdo bien haberme acostado a su lado—Solamente seremos más altas—mi lógica era asertiva, pero porque decidí no indagar más en la pregunta de mamá. Dentro mío, la adolescencia estaba muy lejos.

¿Y si te enamoras?—la volteé a mirar algo asustada. Para mí era una pregunta bastante íntima y hasta fuerte de sostener—¿Si alguien comienza a gustarte?—la verdad es que mamá me había explicado muy bien el tema del amor, pero no deseaba exponerme demasiado, pues quería dejarme sentir, sin provocar que cree una idealización extremista.

¿Cómo sé que lo estoy?—en ese momento, la muchacha que me cuidaba fue la primera en provocarme "mariposas" en el estómago. Solo podía pensar en ella, pero porque no conocía ni sabía más.

Va a llegar un punto en el cual sientas plenitud, como que todo está completo. Ahí es cuando tienes que cerrar tus ojos y disfrutar cada momento, hasta el más pequeño. El día en que cualquiera se encuentre con alguna decepción u obstáculo, podría sentirse como una cachetada a todo eso que sientes, pero justo en ese instante, deben recordar todo lo que son y lo que han vivido. Enamorarse puede ser como sacarse la lotería, o como perderla y quedarse sin un hogar—claramente no podía comprender al pie de la letra todo lo que mamá me decía—Cuando llegue ese momento, mi amor, solo quiero que sepas que quien te ame te aceptará con cada parte de ti—¿cómo sería eso? me preguntaba mi pequeña cabecita.

Lost in illicitDonde viven las historias. Descúbrelo ahora