Siete horas de viaje Madrid-Asturias dan para muchos cotilleos. Durante las tres primeras, Nora hace todo lo posible por hacerme saber cada detalle de su vida en un tono de voz aún más alto que el de los niños. Así, me entero de que tiene diecinueve años, estudia psicología y es el tercer año que ejerce de monitora. Menciona a sus hermanos (tres), exparejas y líos (demasiados) y durante todo este tiempo yo me las arreglo para mostrar lo mínimo acerca de mí.
Además de no sentirme cómoda, el principal motivo para mi silencio es que, en realidad, solo una parte de mí está prestando atención a la conversación. La otra se encuentra elucubrando teorías sobre el porqué de mi mala suerte. Dicen que Dios no castiga dos veces, pero parece ser que no solo me he quedado sin la beca de estudios que necesitaba, sino que encima he ido a buscar el dinero en el mismo sitio que mi ex. ¡Genial!
Recapitulemos. Marcos y yo nos sacamos juntos el título de monitor de tiempo libre cuando estábamos en segundo de bachillerato. Pensamos que sería divertido ir de campamento juntos, aun siendo por trabajo. Sin embargo, acabamos hartos el uno del otro después de trabajar como locos un verano y, por si fuera poco, al año siguiente ya habíamos roto cuando empezó la época de campamentos, así que ambos hicimos lo posible por no coincidir. Un par de años después me fue posible dejar de trabajar de esto y fue entonces cuando le perdí la pista. A lo mejor él ha seguido como monitor todo este tiempo y yo ni siquiera me había enterado. Si es así, podríamos encontrarnos ante un nuevo caso de estupiditis aguda por no comprobar este tipo de datos antes de coger el trabajo.
Apoyo el brazo en la ventanilla y dejo caer la cabeza sobre mi mano. Dejamos atrás kilómetros y kilómetros de pueblos y pinares mientras Nora sigue parloteando a mi lado, sin ser consciente, o sin importarle, que apenas le esté prestando atención. Solo me uno a la conversación cuando comentamos lo mucho que vamos a usar el transporte durante el próximo mes: cuatro semanas a repartir entre Asturias, Cantabria, País Vasco y Cataluña. Suena maravilloso si no fuera por la cantidad de trabajo que supone, por no mencionar a cierto compañero.
Nos detenemos para estirar las piernas en una gasolinera perdida en mitad de Valladolid. Yo aprovecho para esconderme durante quince minutos en el baño y luego regreso al autobús en el último segundo. Pienso que me he librado del problema una vez más hasta que me acomodo en mi asiento y Nora dispara la pregunta.
—Oye, ¿qué te pasa con el chico pelirrojo del otro bus? Acaba de preguntar por ti.
Como siempre, respondo la primera tontería que se me ocurre.
—¿Hay un monitor pelirrojo en el otro bus?
Nora ríe mientras me mira con ojos divertidos.
—Yo no he dicho que sea un monitor.
Me sudan las manos y tengo la boca seca. Estoy ya maquinando mi próxima intervención cuando Nora y yo escuchamos el inconfundible sonido del primer vómito del viaje. Estupendo. A mi compañera se le borra la sonrisa de la cara y acude corriendo a la parte trasera del autobús mientras yo hago acopio de mi pack de toallitas de emergencia. Unos minutos después, Martín, el autor del delito, se encuentra sentado a mi lado y yo respiro todo lo tranquila que el olor a vómito me permite.
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Diez citas para olvidarte [COMPLETA] #DjAwards
Romance✨NOVELA CLASIFICADA EN LA LISTA CORTA DEL OPEN NOVELLA CONTEST 2023✨ Tras numerosas dificultades para acceder al doctorado, la petición de beca de Leire ha sido rechazada. Ahora ella se ve obligada a hacer lo que pensó que nunca retomaría: trabajar...