La última vez que hablé con Leire, estaba tan nerviosa que le temblaba la voz. Soy un fiel partidario de que las conversaciones por teléfono no son iguales a las charlas cara a cara, pero en este caso los sentimientos de mi novia estaban bastante claros. Leire no suele hablar mucho de sus problemas, ni es la típica persona que muestre lo que se le pasa por la cabeza a la primera de cambio. En parte por eso ella y Nora conectan tan bien. Sin embargo, nuestra última llamada duró más de media hora en la que ella no paraba de repetir una y otra vez que no se sentía preparada. Que no estaba lista para este momento. Y el vestido. Y los zapatos. Y su madre. Apenas se han visto en los últimos dos años. ¿Qué iba a pensar su madre?
Lo que Leire no tiene en cuenta es que Nora y yo tenemos todo bajo control. Eso si consigo encontrarla entre toda esta muchedumbre que tengo delante.
Nunca pensé que una graduación podía ser tan multitudinaria. Por suerte, Nora pertenece a ese grupo de gente que no es capaz de pasar desapercibida. En la distancia, la amiga de Leire me hace aspavientos mientras da pequeños saltos que hacen que su pelo rosa chillón se remueva con el viento. Procedo a recolocarme la corbata y me abro paso a través del gentío. Ventajas de ser más alto que la media de la población. En cuanto llego al lado de Nora, ella se abalanza sobre mí y se me cuelga al cuello.
—Quéilusiónquéilusiónquéilusión —exclama—. Hacía mil años que no nos veíamos.
—Eh, sí. Hola.
Nora se aparta y por fin consigo respirar.
—Estoy súper nerviosísima. No sabía qué ponerme. ¿Tú crees que las puntas verdes me quedan bien?
Aunque mi estilo artístico preferido se acerca más al minimalismo, no soy quién para ir en contra de otras formas de expresión. El arte está en todas partes, incluso en cómo nos vestimos. La forma que ha elegido Nora de presentarse ante el mundo, mucho menos informal que el resto de nosotros, es toda una declaración de intenciones.
—Sí, está bien. —Temo que nos quedemos en un silencio incómodo, así que añado: —¿Qué tal va todo?
La palabra «silencio» es la única que no entra en el vocabulario de Nora.
Hasta que da comienzo el acto, Nora parlotea sobre todo aquello que se le pasa por la cabeza. Sevilla, sus hermanos o la carrera, que va a terminar este año, son solo algunos de sus temas de conversación preferidos. No se los calla ni siquiera cuando nos sentamos junto a los padres de Leire. Juan Ramón, el padre, me saluda por lo bajo y Estela, la madre, imita a su marido unos segundos después, aunque no parece demasiado contenta.
Anuncian que el acto va a dar comienzo y tengo que pegarle un codazo a Nora para que se calle. Ella se queja, pero acaba por hacerme caso y ambos procedemos a aburrirnos entre discursos eternos, al menos hasta que Leire aparece en escena.
La llaman por su nombre y el auditorio aplaude con cortesía. Yo la sigo con la mirada mientras sube las escaleras. Le tiemblan las piernas con los tacones y tienen que ayudarla a subir al escenario. Me había comentado que estaba descontenta con su vestido porque ha perdido un par de kilos y está convencida de que le sobra mucha tela de la cintura. Por supuesto, la realidad no tiene nada que ver con eso. Está preciosa, por mucho que le cueste admitirlo.
Recoge el diploma que le ofrece el decano del centro de posgrado y se apresura a marcharse por el mismo camino por el que ha venido, lejos de las miradas de la multitud. Sin embargo, nuestros ojos se cruzan antes de que termine de bajar del escenario. Le sonrío y ella me sonríe de vuelta. Ese gesto vale más que las mil palabras que seguro que están rondando por su mente ahora mismo.
La conozco tanto que creo que podría adivinar lo que está pensando, porque yo estoy pensando lo mismo. La inseguridad en sus pasos me dice todo lo que necesito saber. Este momento es único, y no me refiero solo a la graduación. Puede que esto no dure. Puede que pase algo similar a lo de hace dos años e, igual que el campamento nos hizo unirnos, otro evento pueda hacer que nos separemos. Sin embargo, descubro que no me importa lo más mínimo lo que pueda pasar. Solo importa el aquí y el ahora. Y yo pienso disfrutar cada segundo. El futuro está lleno de posibilidades, unas buenas, otras malas, pero lo que está claro es que, pase lo que pase, nunca podrán quitarme estos momentos. No pienso olvidar ni un solo instante de estos dos últimos años.
Leire aparta la mirada y sigue adelante. Yo me uno con entusiasmo a los aplausos de la multitud, que anuncian a un nuevo graduado.
***
Recuento total de palabras: 816
Ay, madre, que ya hemos terminado la novela😭 He llegado al límite, pero he llegado.
¿Qué os parece este final?
¿Tenéis algún personaje/momento favorito?
Iré utilizando este espacio para ir dando actualizaciones sobre el resultado del ONC. No creo que ganemos, pero para mí el haber retomado la escritura en serio después de un año y medio difícil ya es una victoria :)
Muchas gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí. Espero que hayáis disfrutado de la historia de Leire y Marcos tanto como he disfrutado yo escribiéndola.
Espero que nos veamos en el futuro, en alguna otra novela. ¡Hasta entonces! <3
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Diez citas para olvidarte [COMPLETA] #DjAwards
Romance✨NOVELA CLASIFICADA EN LA LISTA CORTA DEL OPEN NOVELLA CONTEST 2023✨ Tras numerosas dificultades para acceder al doctorado, la petición de beca de Leire ha sido rechazada. Ahora ella se ve obligada a hacer lo que pensó que nunca retomaría: trabajar...