Capítulo 12

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Le odio. Si pudiera describir mis pensamientos hacia Marcos con una sola palabra esa sería odio. Desearía pegarle un puñetazo y después romper su maldito título universitario a la mitad, ya que parece ser el único tema del que quiere hablar. Odio su asquerosa sonrisa y su horrible pelo zanahoria y el modo en el que siempre acaba consiguiendo todo lo que quiere.

Creo que ha quedado claro mi punto.

Al volver de Villaescusa lo primero que hago es presentarme como voluntaria para limpiar los baños porque considero que es menos desagradable que pasar un solo minuto más de la tarde con Marcos. Ana me mira extrañada cuando se lo propongo, pero no impide que lo haga, aunque creo que no le hace especial gracia. Como parte del aprendizaje del campamento, se supone que son los niños quienes tienen que encargarse de la limpieza. Aun así, con tal de que esté lista para la cena y los juegos de la noche, la coordinadora no parece tener ningún problema con que lo haga yo. Así pues, les he hecho un favor a los niños del grupo de Izan y ahora me encuentro en el baño de las niñas, bayeta en mano.

Las manos me escuecen por culpa del sudor, consecuencia de mi nerviosismo y de los guantes de látex que llevo puestos. Aun así, sigo frotando las paredes hasta que vuelven a recuperar su color blanco. No me quiero imaginar lo que voy a tener que hacer para el baño de chicos. ¿Cómo he acabado en esta situación?

No me refiero al baño, sino en general. ¿Cómo es posible que en tan solo seis años Marcos y yo hayamos pasado de la felicidad absoluta al resentimiento? ¿Por qué no he sido capaz de olvidar nuestros mejores momentos a pesar de todo? Escucho un crac seguido de una punzada de dolor y suelto la bayeta. Creo que se me acaba de romper una uña.

Recuerdo el día que empezamos a salir. Yo estaba nerviosa porque hacía meses que andaba detrás de él y Marcos era tan estúpido que no se había dado cuenta. Fui yo la que tuvo que invitarlo a tomar un helado y, de todas formas, se sorprendió cuando, al final de la tarde, me despedí con un beso torpe en los labios. Apenas teníamos dieciséis años y yo había tenido algún que otro lío, pero nada en lo que me hubiera implicado demasiado. Marcos fue el primero y, hasta ahora, el único al que me he entregado como lo hice. Teniendo en cuenta cómo terminó todo, a lo mejor es que no estoy hecha para el amor.

Vivimos un cuento de hadas durante el primer año de relación, aunque todo comenzó a enrarecerse en el último año de instituto, cuando el estrés por entrar a la universidad provocó mil peleas entre nosotros. Fuera de lo que pueda parecer, el ir a clase con tu pareja no es tan idílico como parece, y menos cuando ambos estáis compitiendo por sacar las mejores notas para entrar en la misma carrera.

Él siempre fue mejor que yo. Siempre. El favorito de todos los profesores, su niño de oro. Sacaba un diez tras otro y yo me mantenía a su sombra. La eterna segundona, la «novia de». Marcos conseguía todo sin apenas esfuerzo y no era capaz de entender que el resto de mortales, simplemente, no éramos tan listos, tan guapos ni tan carismáticos como él. Es tal vez por eso que, cuando yo, con mi nota alta, pero insuficiente, me quedé a las puertas de estudiar bioquímica, no pude soportar que él sí lo hiciera. No pude soportar más su sonrisa, ni sus interminables charlas acerca de asignaturas con las que yo apenas podía soñar. Es cierto que acabé llegando al mismo punto a través de otros medios, pero en ese momento lo último que quería era convivir con el recordatorio de mi propio fracaso.

Sacudo la cabeza y doy gracias por que nadie haya entrado al baño en este rato. Me he quedado con la mirada perdida en la pared, la bayeta empapada a mis pies formando un charco de jabón. Por mucho que me cueste admitirlo, está claro que el pasado me sigue doliendo.

No tardo en tomar mi decisión, aunque en verdad creo que lleva tomada mucho tiempo. Termino de limpiar los baños y acudo a la cena, donde evito toda conversación con Nora. Necesito tener la mente fría y libre de distracciones. De igual manera, me mantengo al margen durante el juego de esta noche, una gymkhana en la que mi papel es secundario y mi equipo queda en un modesto tercer puesto. No es hasta la una y media que me armo de valor y voy en busca de Marcos.

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Recuento total de palabras: 796

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Prometí que iba a intentar escribir más y aquí estoy. Queda aún menos tiempo del que pensaba para el final del concurso, así que podéis esperar bastantes actualizaciones próximamente. ¡Espero llegar a la meta!

El capítulo de hoy es algo más corto e introspectivo. Marcos y Leire comienzan a hablar algo más entre sí, aunque aún les queda mucho camino por recorrer.

¿Qué tenéis en mente para el próximo capítulo?

Diez citas para olvidarte [COMPLETA] #DjAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora