Capítulo 15

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—¡Martín! ¡Martín! ¿Dónde estás? Por favor, sal. Esto ya no es gracioso.

A pesar de que los gritos de Marcos a mi lado me destrozan los tímpanos, yo apenas tengo fuerzas para levantar la cabeza. Después de hora y media deambulando por mitad del monte, él es el único que todavía sigue intentándolo. A mí hace ya tiempo que se me ha escapado el aire.

¿A quién se le ocurre desaparecer así porque sí?

En cuanto vea a Martín pienso cogerlo de los pelos y colgarlo de un poste.

Vale, en verdad no estoy tan enfadada. Solo espero que por favor esté bien y no le haya pasado nada.

Sin embargo, me da la sensación de que la preocupación que podamos sentir los otros monitores no es comparable al gesto de terror de Fran al enterarse de lo sucedido. Por un segundo, he llegado a temer que llegara a desmayarse debido a su palidez y Nora ha tenido que sujetarlo mientras hacía un par de llamadas. Lo cierto es que no era mi intención escuchar; por mucho que me guste el cotilleo no era el momento para ello. Aun así, no he podido evitar enterarme de que Martín es nada menos que el primo pequeño de Fran y ahora me siento mil veces peor por no haberlo encontrado todavía, o por no haber estado más pendiente de él. Llevo tanto tiempo distraída que era la única persona en este planeta que no sabía que eran familia.

No puedo más. Dos semanas no son suficientes para recuperar la forma física perdida en seis años y estas cuestas son demasiado empinadas. Me dejo caer sobre el asfalto con un resoplido. No ayuda el estar rodeada de árboles que parecen estar a punto de caer sobre mi cabeza. Marcos me escucha, se da la vuelta sobresaltado y se aproxima a mí para, acto seguido, acuclillarse a mi lado. Tal vez en otra situación, su cercanía me habría incomodado.

—Leire, tenemos que seguir. Martín no puede estar mucho más lejos. ¿Crees que puedes aguantar un rato más?

Me aparto una gota de sudor del rostro, aunque sigo teniendo la respiración acelerada, no sé si por la situación o porque Marcos está tan cerca que puedo ver las motas marrones que hay en sus ojos azules.

No debería estar pensando en esas cosas. Muevo la cabeza en asentimiento y Marcos me tiende la mano y me ayuda a ponerme en pie.

Es en este momento cuando escuchamos el ruido.

Al principio, me da la sensación de que es producto de mi imaginación. Al levantarme, debo de haber hecho algún sonido fuera de lo normal; tiene que ser eso. Sin embargo, el sonido, una especie de chillido ahogado, vuelve a sonar a los pocos segundos. Marcos y yo giramos la cabeza a la vez y nos miramos con los ojos abiertos y los labios dibujando una línea recta. Cuando el murmullo se repite por tercera vez, ya no nos queda duda de que es similar a un llanto. Marcos aún sujeta mi antebrazo con fuerza y solo lo suelta cuando comienzo a caminar en dirección al gimoteo. Se apresura a seguirme.

De un segundo a otro, todo el cansancio parece haberse esfumado. Bueno, no es como si hubiera desaparecido, pero me entiendes. Es uno de esos momentos en los que tu cuerpo ignora todo tipo de dolor físico, al menos hasta que ha pasado la situación de estrés. Podría decirse que es debido a la adrenalina y...

Lo siento. Ya me callo. Entiendo que no quieras una charla de biología humana ahora mismo. Es solo que estoy nerviosa.

Nos abrimos paso entre unos árboles. Por suerte, la vegetación en esta zona de Cantabria no es tan espesa como lo era la asturiana y no nos cuesta demasiado. El llanto está ya tan cerca que con toda certeza podemos decir que es la voz de Martín, aunque mis sentidos están tan embotados que me cuesta detectar la procedencia del sollozo. Es Marcos quien, al apartar las ramas de unos arbustos, encuentra al niño acuclillado junto a una tortuga que, si no está muerta, poco le falta para pasar a mejor vida.

Corro la distancia que me separa de Martín y me dejo caer junto a él con lágrimas en los ojos. Marcos nos imita y los tres acabamos fundidos en un abrazo que se siente demasiado bonito para ser real.

 Marcos nos imita y los tres acabamos fundidos en un abrazo que se siente demasiado bonito para ser real

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Y con esto finalizamos la parte de Cantabria. Le tengo demasiado cariño a Martín como para que le pase algo malo :(

Como estamos ya a mitad del campamento me gustaría saber vuestras impresiones. ¿Qué creéis que va a pasar en esta segunda mitad? Lo veremos dentro de poco.

¡Hasta el próximo capítulo!

Diez citas para olvidarte [COMPLETA] #DjAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora