Capítulo 22

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—Hola, mamá.

Echo un vistazo por el rabillo del ojo. Nora levanta los pulgares con una sonrisa a la vez que pronuncia la palabra «suerte», sin llegar a decirla en voz alta. Yo respiro hondo. No sé ni por dónde empezar. Intento repasar por encima lo que se supone que debería estar haciendo.

Aunque Nora no ha querido mencionar mucho acerca de su ausencia estos días, por mucho que parezca bastante menos animada que la última vez que nos vimos, ha querido saber con todo lujo de detalles lo que ha pasado estos días.

Me ha hecho un interrogatorio que haría sonrojarse hasta al mejor detective. Casi le da un ataque al corazón cuando le he contado lo del beso y he tenido que llevármela a un lado para evitar que se pusiera a regañarme delante de todo el mundo por haber dejado a Marcos plantado después. No le ha hecho tanta ilusión escuchar lo que me dijo mi exnovio en el museo, ni tampoco las sospechas que se han formado en mi cabeza después de la conversación con Martín.

Un plan, Nora siempre tiene un plan. Solo espero que este funcione mejor que el anterior.

—Hola, cariño —responde mi madre—. ¿Qué tal todo? ¿Habéis llegado ya a Cataluña?

—Eh, sí, mamá. Escucha, quería hablarte de una cosa que...

—¿Todo bien? Te noto como triste. Cuéntame, ¿es que te tratan mal? Podemos poner una queja si...

—Mamá. No. Solo quería hablar contigo para...

—¡Juan Ramón! Ven un segundo que...

—¿Quieres hacer el favor de callarte y escucharme?

Silencio al otro lado de la línea. Me muerdo el labio y cierro los ojos. No puedo pasar ni cinco minutos sin meter la pata hasta el fondo. Nora me sujeta el antebrazo y me da un apretón amistoso. Tomo aire. Esto está siendo más difícil de lo que pensaba.

—No hace falta que me hables así —murmura mi madre—. ¿Tan poco piensas en mí que te da igual que me preocupe?

Suelto un bufido.

—No es eso, mamá. Mira, solo quería preguntarte si te acuerdas de Marcos.

Mi madre contesta con una risa irónica.

—¿Marcos? ¿El inútil que tenías por novio en el instituto? Pues claro que me acuerdo. Menos mal que lo dejaste plantado. Era una mala influencia para ti y se lo tenía bien merecido. ¿Por qué preguntas?

Estoy a punto de decirle que no la he llamado para conocer su opinión, pero eso es justo lo que he hecho, así que me muerdo la lengua.

—¿Te acuerdas de por qué lo dejamos? —quiero saber.

Hay unos segundos de silencio mientras mi madre sopesa la respuesta.

—Pues no sé, hija. Algo creo recordar de que te trataba mal. Además, no estaba para nada a tu altura. Su futuro...

—¿Sí, mamá?

—Bueno, no es nada importante.

—Para mí lo es, mamá. ¿Qué pasaba con el futuro de Marcos?

Mi madre suspira.

—Bueno, hija, esto te va a doler, pero ya va siendo año de que lo sepas. Un día pillé al chico con las manos en la masa y descubrí que estaba estudiando nada menos que Bellas Artes, ¡Bellas Artes! ¿Qué clase de futuro podría esperarte al lado de un muerto de hambre? Te merecías a alguien mejor, cielo.

No me doy cuenta de que me tiembla el cuerpo hasta que Nora me posa una mano sobre la pierna para calmar la ansiedad. Después, me indica que tome aire y lo suelte poco a poco.

—¿A qué te refieres con que me merecía a alguien mejor?

No hay respuesta. De un vistazo, veo a Nora hacerme un gesto para que continúe hablando. Intento que no me tiemble también la voz, aunque no estoy segura de conseguirlo del todo.

—Mamá, ¿hablaste con Marcos para que me dejara?

Mi madre chasquea los dientes.

—Hombre, hija. Tampoco es eso. No sé por qué piensas tan mal de mí. Hablar, lo que es hablar, sí que hablé, pero porque quería lo mejor para ti, cielo. —Como no contesto, prosigue diciendo—: No te pongas niña, Leire, que pensaba que ya lo habías superado. Solo le dije que si de verdad te quería, tenía que darle una vuelta a vuestra relación. Eso es todo. Además, no es como si no hablara también contigo sobre que ese chico no te convenía. ¡Mira cómo te trataba en los últimos tiempos!

Siento que voy a romper el teléfono de tanto apretarlo. No me puedo creer que me esté diciendo esto sin que se le caiga la cara de vergüenza.

—¿Y eso fue antes o después de que lo chantajearas?

Mi madre suspira. Yo miro a Nora con lágrimas en los ojos e intento relajarme. Ella me indica que respire. Antes de comenzar la conversación, me ha recomendado no gritar ni enfadarme para no perder la razón.

—Mira que eres infantil cuando quieres. Ese chico no te convenía. Punto. A mí nunca me trató bien y era solo cuestión de tiempo que vieras que a ti tampoco te quería de verdad. ¡Y fuiste tú quien lo dejó con él! Por suerte te diste cuenta a tiempo de la clase de persona que era. ¿A qué viene todo este interrogatorio ahora?

No aguanto más. Sé que, si sigo respondiendo, no voy a sacar nada bueno de esta conversación. De todas formas, mi madre ya me ha dicho todo lo que necesitaba saber.

No sé si me despido, ni si he colgado yo o lo ha hecho Nora por mí. Lo siguiente de lo que soy consciente es de que mi móvil está en el suelo y yo lloro a moco tendido en los brazos de mi amiga. A lo lejos, se distingue el azul infinito del mar.

***

Recuento total de palabras: 911

Parece que las piezas del puzle se van juntando👀

Si fuerais Leire, ¿cómo os tomaríais esta información? En el siguiente capítulo veremos cuál es su reacción.

¡Hasta la próxima!

Diez citas para olvidarte [COMPLETA] #DjAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora