Capítulo 24

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Desde el lunes pasado, he recibido más de treinta llamadas perdidas de mi madre. Ana me comentó ayer que incluso se ha atrevido a ponerse en contacto con ella para preguntar por mí. Eso consiguió hacerme sentir un poco culpable por estar ignorando el teléfono, aunque terminé por decirle a la coordinadora que no quería que respondiera nada. Ella me miró con el ceño fruncido, pero, hasta ahora, ha decidido respetar mis deseos. De todas formas, eso solo ha conseguido que mi madre decida seguir llamándome. Cuando al fin me atrevo a apagar el teléfono, siento que se me quita un peso de encima.

A lo largo de nuestra semana en Sitges, me limito a disfrutar del sol del Mediterráneo, el olor del mar y la compañía de Marcos, como si nos estuviéramos conociendo por primera vez. No hemos vuelto a dormir juntos desde la primera noche y tampoco nos hemos besado, al menos no muchas veces. Supongo que quiero tomarme las cosas con calma hasta que tenga claro qué quiero hacer con mi vida.

Lo que le dije a Nora en Asturias sigue siendo cierto: todavía no sé si quiero estar con Marcos. Nuestra relación forma parte de mi pasado desde hace mucho y creo que necesito pensarlo un poco antes de decidir si retomarla o no. Él no parece tener ninguna prisa en que yo decida y se limita a aguantar todas mis tonterías. Esta vez, no tenemos a nadie que vaya a elegir por nosotros.

En estos momentos, estamos sentados juntos en el autobús, nuestras manos rozándose sin llegar a tocarse. Me siento como una adolescente enamorada de un cantante de pop. O al menos me comporto así de estúpida. Ayer, cuando Marcos celebró su taller de pintura, decidí participar y acabé con las manos, la ropa y la cara manchados de rojo carmesí. Sacudo la cabeza para intentar olvidarlo, aunque no consigo que se me quite de encima la sensación de euforia que me recorrió el cuerpo cuando Marcos se echó a reír. Igual que hicieron todos los niños.

Soy una completa payasa.

Pero estoy feliz.

Debo de estar sonriendo como una idiota porque noto la mirada de Marcos recorriéndome el rostro. Me giro hacia él, que inclina la barbilla, curioso, y enarca las cejas, como preguntando por mí. Yo sacudo la cabeza para después apoyar mi mejilla sobre su hombro.

El contacto físico es el remedio ideal cuando quiero evitar conversaciones incómodas. Deja a Marcos tan tranquilo que ambos acabamos dormitando durante la mayor parte de la travesía a Barcelona hasta que escuchamos un coro de risitas a nuestras espaldas y nos percatamos de que los niños nos están espiando. Bendito sea el día en el que decidimos quitarles el móvil a todos, o si no seguro que ahora estarían grabando la escena. Para molestarlos, Marcos bosteza y aprovecha para pasarme la mano por encima del hombro. Los chicos estallan en carcajadas y yo me aparto el brazo de Marcos con un mohín. Parece mentira que algunos de estos chicos tengan incluso diecisiete años.

Una vez en Barcelona, nos dedicamos a hacer turismo. El día de hoy está programado que veamos gran parte del centro de la ciudad, aunque Marcos parece mucho más emocionado por mañana, día en el que haremos un recorrido por algunas de las obras de Antonio Gaudí, como la Sagrada Familia o el Parque Güell. No termino de entender a qué viene tanto alboroto por una iglesia sin acabar, pero supongo que por algo Marcos es el experto.

En torno al mediodía, el calor de finales de julio nos está causando tantos estragos que nos vemos obligados a meter a todos los niños en un autobús, que nos lleva a la playa de la Barceloneta en apenas diez o quince minutos. Para no molestar a nadie, procuramos irnos a uno de los extremos de la playa, donde está menos concurrida. No veníamos preparados para bañarnos en ningún lado y, por mucho que avisemos a los niños para que tengan cuidado, los monitores acabamos con la ropa empapada en mitad de una guerra de agua que a Ana no le hace especial gracia.

En un momento dado, Nora me empuja hacia Marcos y ambos caemos al agua, que apenas nos llegaba por los tobillos. Mi amiga se echa a reír y me guiña un ojo sin demasiado disimulo. En respuesta, gruño y la fulmino con la mirada, aunque el enfado se me pasa cuando Marcos me ayuda a ponerme en pie.

—Venga, vamos a intentar secarnos un poco.

Yo me quejo en voz baja, pero me dejo guiar por Marcos hasta un chiringuito cercano. No nos dejan usar los baños sin consumir, por lo que tenemos que hacernos con un refresco que mi exnovio disfruta mientras yo me deshago de la humedad y la sal como puedo. Una vez regreso a su lado, Marcos deja el refresco a medias y me tiende una mano que yo miro con el ceño fruncido.

—¿Quieres bailar?

Alterno mi mirada entre su mano y su rostro antes de enarcar las cejas. Si no recuerdo mal, solo hemos bailado juntos una vez. Fue una de las pocas noches en las que salí de fiesta en mi primer año de carrera. La aportación del alcohol hace que lo recuerde como un momento divertido, pero eso no implica que me haga especial ilusión repetirlo. La música del chiringuito está tan alta que hace que mis palabras se escuchen amortiguadas al responder.

—No me gusta Rosalía.

Marcos ríe al ritmo del último éxito del verano.

—A mí tampoco.

Sin embargo, sigue con la mano tendida y yo la tomo con cuidado. Un escalofrío me recorre el brazo mientras Marcos se pone en pie. Miro al resto de clientes por el rabillo del ojo.

—Sabes que no sé bailar —pronuncio entre dientes.

Marcos apura su refresco y tira de mi mano para que eche a andar a su lado.

—Sí, lo sé. Ya había pensado en eso.

Así pues, acabamos en la parte trasera del chiringuito, donde la gente que camina por el paseo marítimo nos echa alguna que otra mirada indiscreta. Al principio me siento un poco cohibida, pero Marcos se ve tan ridículo que acabo muerta de la risa e incluso me atrevo a moverme yo también siguiendo el compás. No sé cuánto tiempo estamos aquí, pero acabamos tan acalorados que tenemos que correr a la orilla, donde Nora, Fran y los niños se apresuran a salpicarnos otra vez.

Y, a pesar de todo, siento que no quiero volver a casa nunca.

Y, a pesar de todo, siento que no quiero volver a casa nunca

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¡Ya están completas las diez citas! Qué ilusión me hace😭Nos quedan solo el capítulo final y el epílogo para completar la novela.

Aprovecho para comentar por aquí que nos hemos clasificado en la segunda ronda del ONC :))) Muchas gracias por todo el apoyo.

Si quieres comentar algo antes del capítulo final, este es el momento para hacerlo. Intentaré publicarlo lo antes posible <3

Diez citas para olvidarte [COMPLETA] #DjAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora