Tres. La compañera de Gilbert

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–Estábamos en aquel salón lleno de gente disfrutando de aquella fiesta, pero ella se mantenía mirándome fijamente y yo evadía su mirada tratando de disimular ante la gente, a ella claro no le importaba –mi tía hizo una pausa en su relato de ella y Gertrude–... Pero cuando ella me miraba algo en mi se activaba, algo que me hacía ver el mundo de una forma especial...

–Ella era tu musa –dijo Cole fascinado.

–Sé lo que se siente –dije yo recordando las miradas de Anne y Gilbert.

–Yo quisiera saber que se siente estar enamorada – dijo Diana con melancolía y ensueño.

–Pero el amor no se busca –le respondió mi tía –, el amor llega de pronto, incluso con alguien que nunca hubieras imaginado y aquí tengo una testigo de eso, tu hermana, ella sabe lo que es.

Asentí.

–Cuando conocí a Anne también sentí que algo se activó, no podía explicar lo que era, pero cada que hablaba sentía que podía hacer el arte más hermoso del mundo... me costó mucho entender que la amaba pero cuando lo supe no hubo vuelta atrás.

–¿No estarás admitiendo que amas más a Anne que a Gilbert? –preguntó Cole con una ceja levantada.

–Oye eso no se pregunta –lo riñó mi tía –, el amor es diferente con cada persona.

–Tiene razón mi tía, Gilbert y Anne llegaron en etapas diferentes de mi vida, ella llegó cuando tenía 16 años y pude sentir algo mas intenso para el momento que la vi. En cambio Gilbert llegó cuando éramos niños, el amor que le tenía era algo muy puro y de una amistad infantil que se fue cultivando con los años, pero esos recuerdos de ese amor de niños me hizo ver en él sus virtudes ahora que somos mayores y en ese momento también volví a sentir cosas por él, le amo con igual intensidad que a ella, pero en diferente forma.

–La misma palabra puede tener diferentes significados –dijo Diana como si acabara de descubrir algo maravilloso.

–Y eres demasiado sabia por decir eso –le respondió mi tía –, al saber eso del amor, estás lista para madurar y poder amar... Pero miren la hora, ya es muy tarde, vamos a la cama.

Esa noche dormí plácidamente y soñé que vivía con mis dos amores en una hermosa casa donde nadie nos molestaba y éramos muy felices.

La semana pasó muy rápido y se acercaba la fecha de mi regreso a casa, así que tenía que pasar un último fin de semana en Charlottetown antes de volver.

El sábado por la mañana fui hacia la clínica donde Gilbert practicaba, al llegar vi a una chica alta y rubia, como de mi edad, se le veía elegante.

–Buenos días ¿Se encuentra Gilbert? –pregunté.

–Buenos días, no aún no llega, ya está con retraso. ¿Quién lo busca? Para informarle en cuanto llegue.

–Soy Danielle, mucho gusto –le extendí la mano–, su... amiga.

–Un gusto, yo me llamo Winnifred, su compañera.

–Gilbert no suele retrasarse –dije después de un silencio incómodo.

–Veo que lo conoces bien –arqueó una ceja.

–Si, desde niños, por eso lo sé.

–Yo no lo conozco desde hace mucho, pero en verdad nunca había llegado tarde, el doctor ya está en adentro realizando el trabajo que quería que Gilbert aprendiera.

Una mujer de mediana edad con una venda en un ojo ingresó al pequeño consultorio, Winnifred le indicó que tome asiento y me sentí fuera claustrofóbica de que alguien más ocupara ese pequeño espacio.

–Bien, supongo que debo irme, traje esto para Gilbert, ¿se lo puedes entregar? -pregunté sacando el pequeño bulto con pan, fruta y queso, también una botella de leche.

–Claro –respondió ella con voz indiferente–, se lo daré en cuanto llegue.

Salí del lugar rápidamente con la cabeza gacha y al pasar la puerta alguien me tomó de los hombros antes de chocar.

–¿Qué haces aquí? –preguntó, era Gilbert.

–Oh, amor, solo vine a saludar, entra ya, vas retrasado.

–Si, hubo un contratiempo, la rueda quedo atascada en barro. Tengo que... irme.

Antes de irse, Gilbert me miró y sus ojos me hicieron la pregunta de si podía besarme, miré por detrás de mi hombro y me encontré con la mirada de Winnifred quien estaba observando a través del cristal.

–Creo que no es buen momento, tu amiga nos está observando.

–Oh... entonces iré adentro.

Seguí adelante y un pensamiento me golpeó de repente ¿Por qué Gilbert no insistió en besarme? Él no sabía que yo le había dicho a Winnifred que solo éramos amigos, y en cuanto supo que nos observaba desistió, incluso se apresuró mas en entrar.

Sacudí la cabeza en un intento de quitarme ese pensamiento, le estaba dando demasiadas vueltas, quizás solo quiso verse profesional con su compañera de trabajo.

Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora