Veintitres. El día que me fui

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–Perdón por no decirte antes –dijo Anne cuando la puerta se cerró tras nuestros amigos.

–No te preocupes, yo también cometí el error de dejar de escribirte, por lo que te hice entender que ya no podías contarme nada.

–Y no sabes cuanto estuve esperando mas cartas tuyas y una desesperación enorme al no saber si escribirte te molestaría.

Sólo suspiré, jamás me molestaría por recibir sus cartas, pero eso no me hubiera dejado avanzar.

–¿Qué es lo que te pasó? –pregunté y me entregó una mirada triste.

–Pues me empecé a sentir muy débil y sin ganas de nada, después no podía ni comer y el día que me trajeron fue porque me desmayé, no saben que es lo que es pero me dan medicamentos para cada síntoma.

–¿Te has sentido mejor con eso?

–No, me sentí mejor cuando llegó Gilbert, pero aún no es una mejora tan grande. Supongo que son los síntomas de mi romance trágico ¿no crees?

–No tienes un romance trágico, tienes a Gilbert que sé que te ama y mucho.

–Tú sabes por qué es trágico, hay una pérdida y las pérdidas duelen. He visto como le duele a Gilbert también, no hemos podido ser los mismos desde... Si tan sólo pudieras...

–No Anne, no puedo –respondí y miré a otro lado.

–Entiendo, siempre quise mi romance trágico como de un libro, pero la verdad no es bonito vivirlo –dijo con una sonrisa amarga.

–No lo es –asentí.

–¿Cómo lo sabes?

–Anne... Para mi también fue una pérdida, me dolió mucho por un tiempo pero he podido sanar y supongo que tú y Gilbert también pueden. 

–Ayúdame a sanar como tú lo has hecho –dijo.

Pero yo no podía decirle que Rebecca fue quien me ayudó, ya que eso le dolería, no sabía que decir pero finalmente encontré algo.

–Me enfoqué en mis amigos, el arte, las cosas que me gustan...

–Pues eso hago pero en cada cosa te sigo viendo –dijo triste.

Continuamos hablando por un rato más, hasta que el doctor entró y le dijo que se veía mejor, le dió sus medicinas y volvió a dejarnos solas.

–Oye ya estuve buen rato aquí, quizás Diana, Gilbert o Cole quieran verte –dije.

–Diana y Gilbert han estado días completos conmigo, Cole puede esperar un poco, quédate mas por favor.

–De acuerdo, quince minutos y luego que venga Cole, mañana vendremos nuevamente.

–¿Quieres que te cuente una historia? –me dijo animadamente– Como en los viejos tiempos.

–Me encantaría.

Anne comenzó con la historia de una viajera con espíritu libre que amaba conocer lugares nuevos, hasta que en un país lejano encontró a una mujer de corazón noble que le enseñó su hogar y las cosas que amaba, llenando el vacío que la viajera tenía desde hacía años, queriendo quedarse con ella. Anne sonreía durante la historia pero de pronto comenzó a tornarla triste, pues según ella, la viajera no podía elegir entre su amor por la chica o por conocer el mundo, finalmente decidió optar por seguir su camino y la otra mujer se lanzó al mar por la tristeza que le dejó. Al terminar estaba llorando, así que la abracé rápidamente.

–Perdón –dijo y rió un poco entre el llanto haciendo que mi corazón diera un vuelco–, siempre termino haciendo historias trágicas que me hacen llorar a mi también.

Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora