Dieciocho. Pasado

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El sábado nos encontrábamos de nuevo preparándonos para nuestro segundo show, aún era temprano así que fuimos a la cocina a comer, nuestros compañeros de casa ya estaban ahí reunidos comiendo. Nos sentamos por un lado de Cole y comenzamos a platicar con los que estaban cerca.

–¿Van a salir hoy? –pregunto Joseph.

–Si, tenemos un show por dar –dijo Rebecca.

–Si, Cole nos contó lo que hacen, es increíble, me inspiraron para buscar trabajo los fines de semana en algún teatro.

–Yo también me siento inspirada por ustedes, así que voy a ir a buscar restaurantes o lugares donde me den permiso de tocar el violín para hacerme conocida –dijo María.

–Es increíble, me alegra que lo hagan, pues si estudiamos arte es para expresarlo y creo que empezar desde ahora nos abrirá muchas puertas –les dije.

De pronto la voz de Cristina, la casera se escuchó, sonaba disgustada así que todos nos callamos para escuchar.

–Ya le dije que no hay permisos de visita solo llegando así, el día de visitas son los domingos y con permiso previo, debe enviar una carta a la estudiante y ella tiene que avisarme.

–No sabía que tenía que ser así, pero solo serán unos minutos –dijo Gilbert.

Rebecca y Cole me miraron, yo me quedé quieta sin saber como sentirme al respecto.

–Ya le dije que no, señor, puede venir el próximo fin de semana con previo aviso.

–Pero es importante...

Me levanté, quizás si tenía algo importante que decirme, salí de la cocina y me encontré con la mirada de Gilbert. Cristina al notar que la mirada de él se desviaba volteó a su dirección y me vió ahí.

–Vuelve a la cocina, Danielle, no tienes permitido verlo, ya deberías haberle dicho que necesita permiso –dijo Cristina.

–Es que escuché que es algo importante, me preocupé.

–No, lo siento, no quería preocuparte –dijo Gilbert extendiendo los brazos hacía mí.

–Atrás muchacho, ¿acaso son novios?

–No –dije rápidamente–, es un amigo de la familia.

La mirada de Gilbert se volvió triste y Cristina frunció el ceño.

–Sólo quiero decirte algo –dijo él.

–Ya escuchaste a Cristina, no puedes estar aquí, si quieres verme mándame la carta y me lo dices después, volveré a mi comida.

Me di la vuelta y no pude evitar mirar en su dirección, él iba hacía la salida rápidamente. Antes de llegar a la cocina escuché murmullos y pasos y en cuanto estuve en el umbral de la puerta vi como algunos apenas estaban tomando asiento y los demás disimulaban.

–¿Quién es? Es muy lindo –me preguntó Carter.

–Si, tiene unos ojos preciosos y su sonrisa... –dijo Penelope ensoñadoramente.

–Si, es muy lindo y lo que quieran, pero que pesado es, venir hasta acá cuando dijo que te dejaría en paz –dijo Rebecca.

–Así es el amor, uno hace cosas prohibidas –dijo Cole en voz baja.

–Pues si tú no lo quieres pásamelo, yo hago feliz a ese bombón –dijo Wendy.

Me senté sin decir nada, la verdad era que a pesar de que me molestaba verlo y que insistiera, aún lo amaba y era por eso la razón de querer evitarlo, no podía dejar de pensar en su cara y en como me miraban sus ojos. También recordaba a Anne, pero el recuerdo de su rostro estaba un poco desvanecido al tener semanas sin verla.

Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora