Cuatro. De regreso a casa

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El lunes me preparé para el regreso a Avonlea, todavía quedaba una semana para entrar a clases, pero debía hacer que se me viera en el pueblo desde antes para que, según mis padres, la gente creyera que solo me fui de vacaciones y no que fue una huida, aunque para mí era demasiado obvio que no lo verían así.

Una vez que mis baúles estuvieron en el carruaje, fui a despedirme.

–Danielle, ha sido maravilloso tenerte aquí, necesitaba a un amigo cerca, te voy a extrañar mucho –dijo Cole con los ojos llorosos.

–También te voy a extrañar, pero pronto iremos juntos a estudiar artes, estaremos mas cerca.

Lo abracé y ambos lloramos en silencio por unos minutos.

Después fui a despedirme de mi tía, quien como siempre me dió unas palabras sabias.

–Mi querida sobrina, eres una persona hábil, inteligente y talentosa, no dejes que nadie te quite eso, la gente siempre hablara para bien o para mal, la mayoría de veces es para mal porque les molesta el brillo de personas como tú, sigue tus sueños.

La abracé también muy fuertemente, una parte de mi siempre deseaba quedarse con mi tía y con la presencia de Gertrude en cada objeto que había en el hogar que compartían.

Mi regreso fue nostálgico, no sabía cómo serían las cosas al llegar a casa, no temía que hablaran de mi, solo temía no poder acercarme a mi querida Anne o a Gilbert.

Al llegar a Avonlea sentí una intranquilidad demasiado intensa, no sabía que me esperaba al empezar a recorrer nuevamente el territorio.

Esa noche no pude dormir y el resto de la semana no salí de casa, me enteré por medio de Diana que ya se había corrido la voz de mi regreso.

El primer día de clases de nuestro último año llegó, no sabía como sentirme al respecto, sentía rabia al imaginar los rostros sorprendidos de mis compañeros, pero ilusión de ver a Gilbert y Anne, por lo menos solo verlos de lejos.

Al llegar me percaté que aún era temprano y éramos las primeras en llegar, así que me senté en mi lugar y saqué mi pizarra y comencé a garabatear en ella. Después de un rato el salón comenzó a llenarse.

Escuché la voz irritante de Billy y las quejas de Jane, miré de reojo para buscar a Prissy, entonces recordé que ella debía estar en la universidad ya, sentí un vacío, pero me alegré de que tampoco vería ya a Charlotte y Jade, ellas habían sido malas amigas. Prissy era algo neutro, pero aún así me di cuenta que nunca fue tan buena amiga como yo pensaba.

Sin Prissy, tuve que sentarme sola, me sentiste algo fuera de lugar porque ya era mas grande que los demás y debería haber terminado los estudios básicos, pero si no estuviera aquí sería en la escuela de modales, así que me di ánimos.

En la hora del descanso me quedé en mi lugar comiendo el almuerzo, Diana se acercó a estar conmigo pero le dije que prefería que estuviera con sus amigas, ella aún las conservaba y no quería que se aislara por mi. Así que me hizo caso después de mi insistencia y se fue con ellas.

Escuché algunos murmuros y después la voz de Josie: 

–¿Cómo te atreves siquiera a devolverle la palabra, Anne? –sonaba enfadada.

Miré hacia la escena, Anne tenía la mirada clavada en el piso y los ojos vidriosos. Gilbert se asomaba por la ventana con una pequeña canasta en las manos.

–Sólo me respondió que no quiere una de mis manzanas ¿Cuál es tu problema, Josie? –dijo él enfadado.

–Tú para empezar no deberías tener esa clase de actos con ella, ni mirarla, ni nada, me dan asco –dijo despectivamente.

Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora