Doce. El examen

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Escuché gritos en el cuarto de Diana y fui a ver que era, Minnie May salió de su closet llorando, me empujó al pasar, Diana tenía las manos en la boca, también caían gotas de sus ojos.

No supe a quien consolar primero, pero Diana fue hacia mi y me abrazó.

–No soy quien quiero ser, soy quien mis padres quieren que sea. Pero yo no soy perfecta, yo no quiero casarme con un hombre y aspirar solo a eso, quiero estudiar. quiero enamorarme como tú... Y quiero ser amiga de Anne.

–¿Quieres saber algo? Yo estoy en la búsqueda de quien soy en realidad, así que juntas vamos a encontrarnos.

Cruzamos unas palabras más y Diana se fue a pedirle perdón a Anne. Cuando regresó me dijo que todo había salido bien y que yo debería hacer lo mismo.

Mi tía Josephine llegó esa tarde, estuve con ella toda la tarde platicando acerca de mis pinturas, se habían vendido otras más. Ella ya había puesto mi dinero en una cuenta bancaria. Planeamos cómo sería mi ida a Toronto. Diana sólo nos escuchaba con una sonrisa triste.

Al día siguiente me levanté muy temprano, mucho antes que mis papás y me fui hacía la escuela, así no tendría que lidiar con ellos.

Mis compañeros comenzaron a llegar y yo estaba tranquila, confiaba en mi intelecto, pero todos los demás estaban nerviosos, unos lloraban y otros repetían las fórmulas matemáticas.

De pronto noté una persona vestida de azul corriendo hacia nosotros. Era Diana, se había decidido a hacer el examen, sentí demasiada felicidad por ella.

–Diana, viniste –le dijo Anne feliz.

–Si, mi tía Josephine me ayudó a decidirme, ahora ayúdenme a repasar.

Minutos mas tardes ya nos encontrábamos realizando el examen, yo recordaba la mayoría del contenido, así que me mantuve tranquila. Cuarenta minutos después nos indicaron que ya lo entregáramos.

Al salir todos estábamos eufóricos, alguien sacó una botella de alcohol y nos fuimos a celebrar, me sorprendí al ver a Diana darle algunos tragos al alcohol.

–Oye Anne –dije al verla sentada junto al fuego. Ella solo me miró–, quiero pedirte una disculpa por todo lo que ha pasado, ¿Podemos estar bien?

–Si, te he extrañado mucho –respondió después de analizar mis palabras y nos dimos un abrazo.

Después de un rato Gilbert llegó al lugar, ya que después del examen tuvo que ir a dejar su carta de recomendación con la Señorita Stacey.

Pero cuando llegó, la mayoría estaban ebrios, sobre todo Anne, quien daba vueltas sobre si misma y bailaba.

Noté como Gilbert la mirada ensimismado. Me acerqué a él y dejó de mirar a Anne.

–Entonces ¿Te reunirás conmigo a escribirle cartas a Anne? –pregunté.

–¿Ya se arreglaron?

Asentí, Gilbert me dió un abrazo leve, lo miré a la cara y resistí el impulso de besarlo, ya que nuestros compañeros aún estaban ahí reunidos. Gilbert guió su mirada de vuelta a Anne.

Ella se acercó de pronto y nos abrazó a ambos, sentí la calidez de ambos y me sentí como en casa. pero una sensación no agradable me impedía disfrutar del momento.

–¿Con qué celebrando, eh? –gritó alguien al ver nuestro abrazo. Todos los demás voltearon.

–Si, vinieron a felicitarme porque apliqué a la universidad de Toronto.

La sonrisa de Anne se borró.

Los días habían pasado, todos habíamos aprobado el examen, fue una completa felicidad para todos. Estábamos a días de irnos a la universidad y yo me había comprado pantalones de pana en Charlottetown, evitaba usarlos en mi casa pero los tenía listos para la universidad, quería verme relajada, cómoda, sentía que ese era mi verdadero ser.

–Ya no sé que hacer para convencerlos, lloraron demasiado cuando les dije que hice el examen –dijo Diana–, no tengo opción, iré a Paris.

La abracé.

–Estudia, ve a esa escuela y en cuanto salgas te pagaré yo una carrera, te lo prometo, Diana.

Ella me sonrió triste pero era lo mas que podía ofrecerle, ya que con mis cuadros apenas salía para pagarme mis colegiaturas.

Fui a la casa de Gilbert a ver si Bash o él necesitaban algo de ayuda. Al entrar vi a Anne y a Gilbert sentados en el comedor, estaban riendo de algo, sonreí un poco, me miraron y me acerqué.

–Hola cariño –me saludó Anne.

–Siéntate –me dijo Gilbert.

–¿Pasa algo? –pregunté al sentir que ellos tenían una reunión a solas sin mi.

–Nada, solo disfrutamos los últimos días antes de que la inevitable distancia nos separe –dijo Anne.

–Yo también estaré separada de ti, no me avisaron que estarían aquí –dije tratando de no sonar histérica.

–Te íbamos a decir, pero vimos que Bash estaba algo atareado con Delphine y le ayudamos un poco, ambos se encuentran durmiendo –dijo Gilbert.

–Entiendo.

–Le decía a Anne que hay algo sospechoso... –continuó Gilbert susurrando con una sonrisa.

–¿Qué es? –pregunté sin ánimos.

–Bash ha estado viéndose con la señorita Stacey, llega demasiado feliz de sus encuentros y la bebé siempre está limpia aun cuando Bash no es muy bueno con eso –dijo aún susurrando.

–¿En verdad? –ahora si estaba interesada– ¿Crees que estén saliendo?

–Eso sería muy romántico, dos personas se enamoran después de sus trágicas pérdidas –dijo Anne entusiasmada.

–Es muy bueno para ambos y para Delphine... Pero acéptenlo, serán juzgados por la sociedad si eso pasa –dijo Gilbert triste.

–Lo dices como si nosotros no tuviéramos algo digno de escándalo.

Ambos sonrieron con diversión, pero mis palabras iban enserio.

Seguí con ellos por un par de horas mas y regresé a mi casa antes del anochecer. Me sentía confundida en cuanto a como se habían tornado las cosas en los últimos días, yo ya no era la misma desde que comencé a salir con ellos al día de hoy.

Por alguna razón no podía quitarme de la cabeza el hecho de que siempre estaban juntos, de como se miraban, de su baile... Siempre salía excluida de manera sutil.

Después de pensarlo por un rato, contando también con el hecho de que teníamos un amor prohibido decidí tomar una dolorosa decisión, de todas maneras estaba a punto de irme a Toronto en unos días, la universidad me distraería del tormento que se aproximaba.

Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora