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Durante la semana Rebecca no paró de darme flores, tocarme alguna melodía con cualquier instrumento o de bailar conmigo cuando estábamos a solas. El viernes estaba mas desesperada por buscar algo para mí pues nos íbamos en dos días.

–Tranquila, ya no tienes que demostrarme nada –le dije acariciando su cabeza.

–No, si tengo –dijo buscando con la mirada–, ¿Sabes que soy buena en ballet también?

–No lo sabía pero no me sorprende –dije con una sonrisa.

–Mira te enseño.

Se puso de puntillas y comenzó a hacer unos pasos elegantes, de pronto dió un salto con voltereta y se estampó en el closet y luego se tropezó con sus propias maletas. Fui corriendo hasta ella a ayudarle.

–¿Estás bien? –pregunté preocupada.

–Si, creo que necesito practicar, además me caí con mi propio desastre.

La quise levantar pero vi que su pie derecho estaba en una posición extraña y se veía rojo.

–¿Puedes moverlo?

–No –dijo tras intentarlo, se lo tomó con las manos y lo colocó en una posición correcta, hizo una pequeña mueca de dolor.

–Ya vengo.

Salí corriendo a buscar a Cole y le pedí que trajera un doctor. Él se fue corriendo rápidamente y tardó mas de lo que esperaba, cuando al fin llegó vi a Gilbert venir tras él.

–Lo siento, es el único que conozco –dijo Cole encogiendose de hombros.

–Tenemos uno en el campus –dijo Rebecca.

–Si, el que nisiquiera sabe diferenciar entre jarabe para la tos y vino de grosella.

–Buen punto –dije.

Gilbert no dijo nada, sólo se agachó para revisar el pie de Rebecca.

–La buena noticia es que no está roto, pero si está torcido, lo voy a acomodar y te va a doler mucho, pero estarás bien –dijo Gilbert.

–Antes mejor –dijo Rebecca y cerró los ojos.

Gilbert tomó el tobillo con las dos manos y con un movimiento lo puso en su lugar, Rebecca tenía la misma cara de tranquilidad.

–¿No te dolió? –pregunté.

–Si pero no es para tanto.

Gilbert la miró boquiabierto.

–Es uno de los dolores mas grandes que puedes experimentar, aunque no me sorprende de ti, ya estás, te voy a vendar y tendrás que estar en reposo por al menos un mes.

–¿Un mes? –preguntó ella horrorizada.

–Si, si no quieres que la inflamación provoque una lesión permanente.

–Bien, ¿cuánto te debo? –dijo ella resignada.

–No es nada.

–No, enserio, quiero pagarte, tengo dinero.

–Lo hice por mi amigo Cole, no me debes nada Rebecca.

Entre él y Cole la levantaron para llevarla a su cama y la recostaron.

–Dios –dijo Rebecca desesperada.

–¿Ocurre algo? –me preguntó Gilbert.

–Es que ella es muy independiente, le va a costar mucho no hacer nada. Voy a traerle de comer.

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⏰ Última actualización: Feb 21 ⏰

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Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora