Nueve. Miedo

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Anne tuvo la idea de escribir algo sobre Mary y llevarlo a la Gaceta del periódico. Todos estuvieron de acuerdo y con ayuda de Bash, Anne escribió la historia de su vida.

El domingo después de la iglesia, las chicas se pusieron a repartir los periódicos, yo charlaba con Gilbert acerca de Paris.

–¿Es cierto que las mujeres emocionales no pueden quedar embarazadas? –preguntó Anne a Gilbert, avergonzada. Las demás chicas estaban detrás de ella atentas.

–Creo que no hay información al respecto, así que, dudo que sea verdad –respondió él.

Me marché a casa con Diana y le pregunté a que se debió esa pregunta, me explicó que Charlie le había dicho eso a Anne, que no podría tener hijos, además habían estado preocupadas por quedar embarazadas al tocar a un chico. Me reí.

–¿Por qué te ríes? Nadie nos ha explicado como ocurre un embarazo... Por favor dime que no pasa cuando dos personas se besan.

–No, Diana, mi tía Gertrude me explicó todo cuando estuve con ella, también leí algunas cosas en los libros, hay que hacer más que solo besarse –dije ruborizándome al pensar en la idea.

–¿Cómo, Danielle? –insistió Diana.

–Te lo diré, pero creo que seas discreta, cuéntalo a las demás pero por favor sean muy discretas.

Le conté acerca del cuerpo femenino y masculino, acerca las relaciones sexuales y del nacimiento de los bebés. Mi hermana me veía con los ojos muy abiertos, me di cuenta que la comunidad necesitaba actualizarse y hablar mas sobre esos temas, ya que mi hermana tenía 15 años y aún no sabía nada de la reproducción humana, ¿cómo esperaban mandar a las chicas a ser esposas sin antes tener conocimiento de lo que iba a pasar?

–Eso ya no suena tan romántico como parece –dijo con mueca de dolor.

–Pues a mi tampoco me lo parece, pero mis tías dicen que es increíble cuando ocurre con la persona que amas.

–¿Pero ellas como...? Ambas eran mujeres...

–No lo sé, espero algún día saberlo –dije.

Cuando bajamos a comer me encontré con una escena extraña, mis padres estaban abrazados sollozando en un sofá, pensé lo peor, pero al acercarme pude notar el periódico en sus manos, habían leído la gaceta.

–Danielle, esto es demasiado triste –dijo mi madre–, pobre Bash...

–Hemos decidido, querida, volver a hacer negocios con Gilbert, después de todo, al final era verdad que todo fue un mal entendido con lo de Anne ¿no? –dijo mi padre.

Asentí.

–Lo juzgamos mal –sollozó mi madre.

–Descuida, ustedes solo querían lo mejor para mí, pero me alegra que hayan cambiado de opinión.

–Haré un contrato pronto con él, para que tengan forma de sostenerse Bash y él.

Mi madre tomó otro periódico, este venía desde Charlottetown, les gustaba leer noticias más allá de las de lo que pasaba en Avonlea.

–Mira querido –dijo mi madre de pronto–, "matan a una pareja de hombres que se besaban en la vía pública".

Miré de reojo a mi padre, este se puso de color rojo.

–Que mal que atenten contra una vida, pero esta gente anormal... se lo buscan.

Me reprimí las ganas de ir a decirle todo lo que estaba pensando.

–Hablando de gente que se lo busca, mira este otro "dejan herido a hombre infiel, tenía dos mujeres a la vez".

–La sociedad cada vez está peor, querida –dijo mi padre.

Me fui a mi habitación, no podía sacarme de la cabeza los titulares, el miedo me invadió de pronto. ¿Y si nos asesinaban a Anne y a mí? o ¿Qué tal si pensaba. que Gilbert es infiel y lo molían a golpes? Era a lo que nos arriesgábamos al seguir saliendo juntos, si en Charlottetown que era una ciudad mas progresista, habían hecho eso, no me imaginaba como actuarían los de Avonlea al enterarse de algo así.

La última vez nadie arremetió contra Gilbert porque no sabían si era verdad y porque mi versión se comenzó a difundir, muchos no sabían a quien creerle. ¿Pero que tal si más gente lo veía conmigo y luego con Anne? y ¿Qué pasaría si hubiera mas testigos? ¿Qué hubiera pasa si alguien mas aparte de Rachel los hubiesen visto?

De pronto Diana entró en mi habitación.

–Anne está aquí ¿Quieres venir con nosotras?

Me levanté sin muchas ganas y fui a la habitación de Diana.

–Hola –me saludó Anne.

–Hola –respondí y me senté en la cama.

–Anne está nerviosa por lo del baile –dijo Diana pero no sonaba muy convencida–, no sabe que poner, estoy por prestarle este vestido –me mostró uno celeste y hermoso.

–Combina muy bien con ella, creo que es el indicado –respondí.

–¿Qué pasa, Dani? –preguntó Anne.

–Nada, estoy cansada.

–Ánimo, iremos a la feria y será increíble –dijo Diana–, anímense las dos.

Tenía muchas ganas de contarles lo del periódico, pero no quería que tuvieran miedo, no quería que Anne sintiera el impulso de alejarse nuevamente, aunque ahora yo era la que lo tenía.

Esa noche al dormir, tuve una pesadilla en donde me tiraban a la hoguera, quería gritar el nombre de Anne o Gilbert pero el humo se apoderaba de mis pulmones, hasta que con mis últimas fuerzas para mantener los ojos abiertos pude ver como ataban a Anne con cuerdas gruesas y a Gilbert le azotaban la espalda.

Danielle de Avonlea Donde viven las historias. Descúbrelo ahora