🎩🔍🌼 ... ❝En una época llena de reglas, ella seguía las propias❞
Donde 𝙍𝙤𝙨𝙖𝙡𝙞𝙣𝙚 𝘽𝙖𝙧𝙣𝙪𝙢 es una institutriz huérfana cuyo trabajo ha consistido por años en enseñar a la menor de los hijos de Eudoria Vernet Holmes: 𝙀𝙣𝙤𝙡𝙖. Tan solo...
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Todo viajero tiene un hogar, no importa dónde.
Charles Dickens |Un cuento de Navidad.
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Rosaline echó un vistazo al ramo de blanquecinos hellebores que yacían en exposición, preguntándose si su color combinaría con el resto de las plantas y adornos que llevaba en su cesta de mimbre. El vendedor le había asegurado que estaban recién cortadas de su invernadero, siendo esta una curiosidad, pues era de las pocas flores que nacían en medio de un invierno tan despiadado como el de Londres y cuya diminuta estructura resistía en un jarrón con agua por siete días antes de marchitarse.
Ella le sonrió en respuesta, preguntándose si sería demasiado alarde el corregirle que las rosas de Navidad tan solo resistían dos días cómo máximo, pero al final decidió callárselo y pedir que le envolviera tres ramos en papel para llevar.
A su alrededor, el Covent Market Garden rebosaba de luces y vida por doquier. Sendas coronas de acebo y hiedra verde decoraban cada uno de los puestecitos de venta, siendo su elegancia solamente opacada por la nieve que caía y se acumulaba en el suelo como una alfombra de algodón. El aire que se respiraba traía olor a madera chamuscada de las chimeneas, grasa de cocina y pimienta molida, un aroma poco común por aquellos vecindarios donde el fuerte tufo del Támesis se paseaba por todas partes. No era de extrañarse tampoco que el resto de los transeúntes pasaran por su lado a toda velocidad, haciendo las compras con premura, más especialmente en aquella época del año cuando todo ciudadano londinense se preparaba para celebrar junto a los seres queridos con una cena donde el vino, las galletas, el jamón ahumado y el pavo no podían faltar.
He ahí donde entraba nuestra querida protagonista, quien esa misma mañana había arribado de su granja de flores, tan solo para pasarse el día yendo de tienda en tienda y de mercado en mercado en busca de todos los suplementos que necesitaba para la velada de esa noche en Basilwether Hall. Su tía Caroline le había pedido encarecidamente que la ayudase con los preparativos y, dado a que Enola se le daba fatal escoger entre cortinas de tul dorado o manteles rojos de tafetán fino, no le quedó de otra más que lanzarse a sí misma hacia el abismo de las exquisiteces típicas de la alta sociedad.
Gracias a Dios, esta vez no estaba sola. El ligero apretón de aquellas manitas enredadas en su vestido la hacían recordar a cada segundo el por qué debía esforzarse para que esa fuera la mejor Navidad.
─Podrías haberle dicho que no existen flores que aguanten tanto tiempo luego de cortarlas ─susurró la pequeña, desviando sus ojos azules de su madre al vendedor para asegurarse de que este no la escuchara.