La mañana llegó demasiado pronto. Los ojos de Gabriela se negaban a abrirse. En contra de sus deseos se desechó de las mantas que cubrían su cuerpo y se decidió a prepararse. Había decidido mover el negocio de nuevo a casa de Coline, sería temporal hasta lograr otro local donde Mindy pudiera trabajar.
Con el frío haciéndole cuestionarse sus decisiones matutinas, llegó a la casa de su amiga. Al parecer, por las voces provenientes del interior, Mindy ya se encontraba allí. Abrió la puerta, quitándose el sombrero y el abrigo, colgándolos en el perchero de la entrada.
―Buenos días Mindy, ¿cómo te encuentras?
―Bien, te dije que no era nada.
―Estáis seguras de querer seguir con el negocio tan pronto.
―Los Shelby están preparando algo gordo ―Ambas miraron a la pelirroja, invitándola a seguir hablando. ―Ayer tarde Thomas le hizo una visita a Lizzie, últimamente solo lo hace antes de llevar a cabo uno de sus planes. ―Gabriela apretó los dientes, tragando el nudo que se acababa de formar en su garganta.
―Oh ―no consiguió vocalizar mayor palabra. Giró su rostro mientras que buscaba fuerzas en su interior. ―Bueno, nos espera un largo día por delante ―Añadió con falsa alegría, tan falsa como la sonrisa que adornaba su rostro.
La mañana estaba siendo algo tranquila, solo llegaban las visitas acordadas, mensajeras en busca de repuestos. Coline había aceptado la mayor carga de trabajo, dejando a Mindy y Gabriela algo de tiempo libre que ahora aprovechaban tomando una copa mientras observaban al sustituto de William. El hombre permanecía sentado en el banco de la acera de enfrente, observando la calle por encima del periódico. Unos golpes en la puerta alertaron a las mujeres, pero se relajaron al ver la tranquilidad del hombre, aún en el banco con su periódico. Mindy se acercó para abrir la puerta, entrando segundos después seguida por William.
―Disculpe, señorita Gabriela y señoritas ―Saludó a todas, dedicándole una especial sonrisa a la rubia que permanecía tras la mesa haciendo las cuentas. ― Solo venía a decirle que ya entregué la carta, la misma señorita Miller la recibió en mano. ―Se colocó algo nervioso el cuello de la camisa al percatarse de la cercanía de Coline, quien se había levantado para escuchar mejor la conversación. ―Me pidió que le dijera que lamenta mucho su marcha, pero que le desea una buena vida y que hoy mismo les leerá su carta a los alumnos.
―Muchas gracias William ―le ofreció una sonrisa sincera.
―No dude en pedirme lo que necesite, ha sido un placer. Tengan un buen día señoritas ―Las últimas palabras se las dedicó a la rubia que le observaba con una pequeña sonrisa.
Tras una semana, aún no se había atrevido a pisar la casa o las oficinas Shelby. Sabía que su relación era meramente profesional, así era como él lo veía y ella lo sabía. Sin embargo, eso no minimizaba el dolor que sentía cada vez que se imaginaba a Thomas en una de sus visitas a aquella prostituta. Pero todo aquello no importó cuando recibió el aviso de Polly. No sabía qué era tan importante como para necesitar un nuevo labial «rojo traición». Aún le causaba gracia el nombre que Coline se había inventado, pero no podía negar que tenia su encanto. Caminaba en compañía de William, con el pequeño bolso colgando de su mano y en su mente las imágenes de Tommy y Lizzie. Maldijo para sus adentros, odiaba que su mente la traicionara tan fácilmente. Tres golpes fueron suficientes para ser recibida por el joven Finn, ya más alto que ella.
―Señorita Jones, pase, mi tía está esperando ―Señaló una gran puerta abierta a su espalda.
―Gracias, pero llámame Gabriela, ya no soy tu profesora, te lo he dicho mil veces.
―Sí, lo siento, señorita Gabriela ―correspondió al joven con una amplia sonrisa que rápidamente se esfumó al ver los ojos celestes observarla desde el otro lado de la estancia.

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Veneno
Hayran KurguPor azares del destino, la vida de Gabriela Jones toma un rumbo nunca imaginado. Ahora en una tierra y tiempo desconocidos para la joven, debe forjarse una vida sin morir en el proceso. La vida parece simple, hasta que unos ojos azules invaden su re...