Capítulo 14

687 49 8
                                    

No sabía muy bien cómo había llegado hasta ahí, pero las mantas cubrían su cuerpo mientras descansaba sobre el colchón que suponía era de Ada. El dolor de cabeza no era grave, pero lo suficiente como para arrepentirse de beber en exceso. Recordaba pequeños fragmentos de la conversación, ella hablando del futuro y Arthur escuchando atento. El nombre de Thomas revoloteaba confuso entre los recuerdos sin encajar en ninguno en concreto. Aún era temprano el montón de ropa doblada sobre la silla delató a Mindy. Reconocía su propia ropa y sabía que eso solo podía ser obra de Coline o Mindy y, teniendo en cuenta los asuntos que distraían a la rubia, la pelirroja era la única opción que quedaba. Agradeció mentalmente a su amiga, no habría tenido nada limpio para ponerse. Se tapó con la bata y se encaminó al baño para darse una ducha.

El agua caliente alivió el frío de la mañana, devolviendo el color a su piel. Masajeaba su cuerpo con la esponja, dejando que la espuma la cubriera. Un recuerdo del día anterior invadió su mente al rozar su cuello. Los labios de Thomas aún permanecían gravados en su piel. El tacto de sus manos recorriendo su espalda, sus muslos. Un suspiro se escapó de sus labios cuando rozó con sus propios dedos su intimidad. Sus ojos permanecían cerrados mientras se dejaba guiar por sus recuerdos bajo la calidez del agua. Alargó su brazo para apoyarse en la pared, embadurnando de espuma el suelo al apretar con sus dedos la esponja en un intento por mantener el silencio. Aquellos ojos azules, sus labios recorriendo su cuerpo, sus dedos delineando cada pliegue, descubriendo cada secreto oculto tras su piel. Sintió como el nudo de su bajo vientre explotaba, llenándola de placer y relajando su cuerpo.

La mañana pasó tranquila. Coline se había reincorporado tras dejar a William en su casa descansando. Entre las tres llevaron el negocio con calma, compartiendo las oficinas con los Shelby. Sin embargo, había una presencia que no pasaba desapercibida, aquella secretaria se mantenía en su puesto pero todo se sentía diferente. Sin Thomas en su despacho las miradas de aquella mujer se habían transformado en cuchillos, dejando olvidada aquella amabilidad de su primer encuentro. Decidió ignorar a su instinto y olvidarse de Lizzie. La actitud de Arthur también había cambiado, parecía observar preocupado a Gabriela, mostrando una pequeña sonrisa siempre que percibía que ella lo miraba. Y así pasaron los días hasta el domingo.

Gabriela se permitió disfrutar de la calidez de las mantas unos minutos más. Ese día no iban a trabajar, no la necesitaban, podía permitirse descansar. Cuando se vió con fuerzas bajó las escaleras, cubierta por su bata, aún con la ropa de dormir puesta. En la cocina se encontró con el mayor de los Shelby leyendo el periódico.

―Buenos días ―saludó al entrar en la cocina.

―Buenos días ―levantó la vista del periódico ―ya han arreglado la puerta de tu casa.

―Genial, recogeré mis cosas después de desayunar y me iré.

―No, Thomas dijo que te quedarías aquí hasta su regreso ―volvió a centrar su vista en las noticias ―aquí no tienen cojones a atacarte.

―Pero seguro pondríais a alguien a vigilarme.

―¿Cómo hizo William?

―Touché ―Gabriela arrugó algo su rostro aceptando su derrota. ―¿Y cuándo volverá?

―El martes.

―Arthur, ¿puedo hacerte una pregunta?

―Claro ―volvió a bajar el periódico para mirar a la joven.

―¿Qué pasó el día de la subasta? Polly me comentó que habíais puesto a Michael en peligro, pero creo que no sabe toda la verdad, ¿me equivoco?

―No, o no dejaría al muchacho acercarse a nosotros.

VenenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora