Capítulo 24

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Casi dos meses habían pasado desde aquel encuentro con Solomons en su fábrica, casi dos meses compartiendo los cargueros para los envíos trasatlánticos. El negocio parecía no dar problemas, pero para ello debía cuidar su imagen de cara al público, cuidar el negocio legal.

Las mejillas empezaban a dolerle de fingir la sonrisa y las constantes preguntas de los periodistas no ayudaban a sus nervios. No sabía muy bien cómo, pero el éxito de su negocio había llegado hasta los periódicos estadounidenses, los cuales parecían encantados con la estética de sus empleadas y no dudaron en mandar a un par de periodistas a su fábrica. Sin embargo, Gabriela encontraba exasperante la sordera que parecían sufrir dichos periodistas, pues no lograban retener en sus mentes el concepto de mujer empresaria.

―¿Entonces, su marido le cedió el negocio? ―Gabriela contó mentalmente hasta cinco antes de responder, en un intento de controlar sus impulsos de levantarse y echarlos a patadas de su despacho.

―No, el señor Shelby no me cedió ningún negocio, yo siempre he estado al frente de esta compañía ―mostró su mejor sonrisa para contentarles, necesitaba crearse una buena imagen de cara a la sociedad.

―Yo no tengo entendido eso ―el hombre hablaba mientras se arreglaba el bigote de manera automática, casi como si ya fuera un tic constante ―Según tengo entendido, la tienda con la que empezó su negocio fue adquirida por el... ―hizo una pequeña pausa recordando las palabras de la mujer ―señor Shelby... ¿No están casados? ―giró el rostro curioso, con un toque de maldad en su mirada ―curioso teniendo en cuenta que viven juntos...

―No, no estamos casados ―disimuló una mueca de desagrado tras una tranquila sonrisa ―Y si tanto sabe de mí... También sabrá que hace unos meses sufrí un ataque el cual me dejó en coma por varias semanas ―luchaba consigo misma para mantener una voz calmada y amable ―debido a ello he necesitado de algunos cuidados, los cuales muy amablemente el señor Shelby se ofreció a cubrir, por ello me he alojado en su casa.

―Para recibir los cuidados, claro... ―Gabriela empezaba a fantasear con arrancarle aquel mugroso bigote ―¿y la tienda?

―¿Perdone? ―Gabriela torció ligeramente la cabeza debido a la confusión.

―La tienda, el primer local, ¿por qué el señor Shelby aparece como comprador en primera instancia? ―El segundo hombre, algo más joven y callado, intervino con algo más de amabilidad.

―Fue un regalo ―comentó intentando restarle importancia.

―¿Un regalo?―Ese bigote empezaba a alterar seriamente sus nervios.

―Sí, hizo un regalo a sus socios... A mí me tocó el local ―se encogió de hombros con delicadeza.

―Y, señorita Jones, ¿sonarán campanas de boda en un futuro? ―La puerta del despachó se abrió evitando que Gabriela se lanzase dispuesta a arrancarle el bigote.

―Señorita Jones ―Jamás había adorado tanto la voz de Mindy ―he llegado el caballero para su reunión de las cuatro.

―Ruego me disculpen caballeros, pero esta entrevista debe llegar a su fin ―se levantó rápidamente, despidiéndose de ambos periodistas dándoles la mano.

Una vez salieron de su despacho, cerró la puerta respirando tranquila al fin. Se acercó hasta el mueble para tomar la botella de whiskey y servirse una copa, la necesitaba para lo que se le venía encima ―al menos este es divertido ―pensó mientras una pequeña sonrisa aparecía en su rostro. No pudo regresar a su mesa cuando la puerta se abrió.

―Puedo oler el whiskey desde las escaleras, ¿qué pensarán tus socios si te ven rechazando su producto?

―Que tengo buen gusto ―contestó con humor, mostrando una pequeña sonrisa, similar a la que sus palabras causaron en el hombre ―además, seguro que me lo perdonarían si hubieran visto a los que acaban de salir.

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