Capítulo 6

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Las manecillas del reloj parecían estáticas, detenidas cinco minutos antes de las tres de la tarde. Ambas mujeres ya se encontraban listas y preparadas, esperando al hombre que iría por ellas. Tres golpes en la puerta indicaron su llegada. Gabriela se tomó un segundo para asimilar la información que sus ojos recibían. Esperaba a uno de los muchachos a las órdenes del Shelby, sin embargo, frente a ella se encontraba el más joven de los hermanos, jugando con una cerilla entre sus labios.

―Damiselas, llegó su carruaje ―Rompió el silencio con una sonrisa divertida. Gabriela asintió, dando media vuelta para tomar su abrigo, al igual que hacía Coline, saliendo ambas de la casa y subiendo al coche frente a su puerta.

Los escasos minutos del transcurso del viaje reinó el silencio. Gabriela analizaba la situación, así como la actitud del Shelby, intentando hallar alguna respuesta, algún dato, cualquier resquicio de información de lo que les esperaba al final del trayecto. Coline, por su parte, temía emitir palabra. La rubia continuaba preguntándose el motivo de su presencia en aquella reunión mientras arrastraba las palmas de sus manos contra su falda, en un intento de librarse del sudor nervioso que las había empezado a cubrir. John, por el contrario, mantenía los labios sellados y los ojos en el frente, controlando lo que parecían intentos de entablar una conversación que jamás llegó.

Las vidrieras de aquel bar parecían más amenazantes, o quizá era solo su cerebro activando las alarmas. Gabriela agitó con delicadeza la cabeza, apartando de su mente las señales que le imploraban una huida inmediata. El olor a humo y alcohol inundó sus fosas nasales, casi empujándolas de vuelta al exterior. De nuevo, decidió ignorar las señales, avanzando paso a paso, siguiendo al joven Shelby hasta una sala privada. El roce de la mano de su amiga disparó la tensión acumulada, provocándole un sobresalto que logró controlar a tiempo, disfrazándolo como un simple tropiezo. Apretó los dedos de la rubia entre los suyos, dedicándole una sonrisa para transmitirle fuerza, rezando por lograr algo de esa fuerza para ella misma o al menos poder aparentarlo.

―Buenas tardes, señoritas ―Thomas permanecía sentado frente a la mesa, cigarro en mano. Las recibió sin siquiera levantarse para saludarlas, con una pequeña sonrisa fruto sin duda de lo que parecía una broma entre hermanos.

―Buenas tardes ―Gabriela respondió por ambas, sentándose en las sillas libres frente a los hermanos, a los que ahora se había unido John.

―Me la imaginaba diferente ―Thomas miraba desinteresado a la rubia, quien frotaba sus manos en un intento de calmar sus nervios. ―Asesinar a tu esposo debe ser más sencillo que hablar con tres hermanos. ―Parecía querer probarla, buscar sus límites, algo que no había pasado desapercibido para la morena.

―¿Podemos centrarnos en los asuntos que nos atañen? ―Gabriela apretó las manos de su amiga para transmitirle fuerza.

―Esto nos atañe, profesora ―Thomas replicaba impasible, con voz neutral ―Me gusta saber con quién hago negocios, lo comprende, ¿cierto?

―Era él o yo ―La voz de Coline a penas se escuchó en la sala, aun así los presentes lograron oír sus palabras.

―¿Suficiente? ―Gabriela mantenía una guerra de miradas con el mediano.

―Venga, Tommy, ese cabronazo se lo merecía, todos aquí lo sabemos. ―John ignoró la mirada que su hermano acababa de lanzarle.

―John, ve a decirle a Grace que nos traiga bebida ―Thomas parecía estar castigando a su hermano por su insolencia y el rostro del menor confirmó las sospechas de Gabriela.

―¿Va a volver a beber en mi presencia, señor Shelby? ―Gabriela aprovechó la guardia baja de los hermanos para intentar comprobar una teoría que había surgido en su mente. El rostro confuso del mayor parecía darle una idea de su acierto.

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