Capítulo 21

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Los ladridos del pequeño avisaron de la llegada de visita. Gabriela terminó de atarse los zapatos para bajar a ver a quien la llevaría de vuelta a su tienda aquella mañana. El menor de los Shelby y su amigo esperaban en la entrada hablando con Thomas.

―Tenedla vigilada ―Thomas aún no se había percatado de su presencia.

―Ayer no se me acercó nadie, tranquilo ―Gabriela se acercó para acariciarle el hombro con una pequeña sonrisa.

―No, ni siquiera para ayudarte a limpiar ―intentó buscar una respuesta, pero cerró de nuevo sus labios dejándole continuar ―¿creías que no me iba a enterar? Los médicos dijeron que debías descansar, no creo que mover muebles de un lado a otro te ayude.

―No moví los muebles, solo les indiqué donde colocarlos ―respondió con inocencia, provocando una sutil sonrisa que desapareció al instante del rostro del ojiazul.

―Debes descansar ―se acercó a la mujer, rodeando con suavidad su cintura ―necesitas recuperarte, tu cuerpo necesita sanar ―acortó la distancia en un corto beso de despedida ―Cuidadla.

―Siempre Tommy ―Finn asintió sonriendo antes de dar media vuelta y salir de la casa seguido por la mujer y su amigo.

La puerta del negocio ya estaba abierta. Algunos clientes entraban y salían tranquilos. Gabriela entró al local seguida por los dos hombres, saludando con alegría a la mujer tras el mostrador. Mary no tardó en salir de detrás del mueble para abrazar a la joven entre algunas pequeñas lágrimas de felicidad.

―Mi niña ―besó sus mejillas con cariño ―recé por ti todos los días.

―Te extrañé ―Mary volvió a abrazar a la joven al percibir las lágrimas contenidas de sus ojos.

―Bueno, dejémonos de tantas emociones, tenemos un negocio que atender ―Gabriela sonrió con algo de tristeza, agradecía el esfuerzo que aquella mujer hacía por seguir adelante y arrastrarla a ella también. Había perdido demasiado ya y la vida le había enseñado a levantarse tras cada golpe.

―Sí, no hagamos esperar a los clientes ―asintió entrando a la trastienda, camino de su despacho.

Finn e Isaiah permanecieron en la planta baja de la trastienda mientras Gabriela se enfocaba en entender los libros de cuentas y los negocios que habían ido siguiendo a lo largo de esos años en su ausencia. Al parecer, en los libros oficiales su negocio se había especializado en las exportaciones de productos cosméticos naturales, ayudadas por la fama de los beneficios que aportaban para la piel. Habían usado bien sus conocimientos, mejorando algunas de sus fórmulas. Aquellas exportaciones habían llegado hasta los Estados Unidos incluso. Pero el negocio no se detenía ahí, en los libros no oficiales se veía la verdadera expansión. Las exportaciones en su mayoría se escondían en los cargamentos legales de maquillaje y constituían más de la mitad de los beneficios del negocio.

―Una lectura interesante, ¿verdad? ―Mindy permanecía apoyada en la puerta de su despacho con una pequeña sonrisa.

―Desde luego, pero no entiendo esta cantidad de producción ―Gabriela observaba los números de envíos con el ceño fruncido.

―Sí, bueno... ―la pelirroja mostro media sonrisa ―al principio fue difícil, las tres solas tuvimos que aprender de tus libros, pero con el tiempo perfeccionamos los procesos.

―Igualmente, estos números es imposible cubrirlos con solo tres trabajadoras.

―Antes de nada, no te enfades, Tommy nos pidió que no te dijésemos nada entonces, sabía que querrías verlo y no debías salir ―Mindy hablaba con algo de tristeza ―Coline quería que lo pudieras ver por ti misma cuando todo fuera seguro, decía que sería como una sorpresa de bienvenida ―Gabriela agachó la mirada. No se lo había dicho a nadie, mucho menos a Thomas, pero había empezado a recuperar algunos recuerdos de aquel día y la mención de su amiga los había arrastrado de nuevo a la superficie. Suspiró pesadamente para volver a observar a la pelirroja. ―Hará cosa de un año y medio inauguramos una fábrica aquí, en Birmingham.

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