Capítulo 20

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Los reencuentros pueden llegar a ser tan amargos como las despedidas. El coche se detuvo frente al bar. Según le había asegurado Finn, Mindy estaba en su turno aquella tarde. Se armó de valor para aguantar los pinchazos en el abdomen, se negaba a ser encerrada de nuevo. El sonido de los gritos inundó sus oídos, mezclados con la música de fondo. La cabellera pelirroja resaltaba entre la multitud. Tras la barra, Mindy servía varias copas a un grupo de hombres. Finn se encargó de mandar a otra camarera, dejando a la mujer hablar con Gabriela. No pudo evitar lanzarse a abrazar a su amiga, se apartó al sentir como se encogía con disimulo ante el contacto con su vientre.

―Perdona ―Mindy también estaba intentando mantenerse fuerte y no mostrar sus lágrimas.

Con un ligero movimiento de cabeza le indicó a la pelinegra que la siguiera hasta otra sala más tranquila. El ruido se amortiguó un poco al cerrar la puerta tras ellas. Gabriela apartó una de las sillas para poder sentarse, Mindy imitó su acción.

―En cuanto me enteré fui a verte ―tomó las manos de la mujer, dejando suaves caricias.

―Coline no se lo merecía.

―No, y nos encargamos de vengarnos de esos hijos de puta ―Gabriela frunció el ceño confusa.

―¿Nos? ¿Tú participaste?

―Tras la ejecución de Changretta, Thomas nos permitió vengarnos de los tres que os atacaron, les dimos nuestro toque personal ―Gabriela seguía mirándola intrigada, por lo que Mindy continuó hablando ―Thomas aún guardaba aquel veneno que le diste hace años, nos lo dio con la condición de acabar con aquellos tres hombres, y así lo hicimos ―Mindy arrugó algo el rostro, mezclando los sentimientos de rabia y tristeza en su mente ―disfruté viéndolos retorcerse ―escupía con dolor sus palabras― me encargué de vengaros, a las dos ―una pequeña sonrisa triste se dejó ver por entre su coraza de rudeza ―William se desahogó con el tercero.

―¿Dónde está William? ―Gabriela hablaba en susurros debido a la tensión en su garganta.

―Thomas lo mandó a Londres con su hijo, aquí no podía vivir, todo le recordaba demasiado a Coline ―hizo una pequeña pausa, recobrando sus fuerzas ―le paga un sueldo bastante bueno, además del servicio para la casa y para cuidar al niño.

―En parte lo entiendo, también me duele volver a estas calles y no ver su rubia cabellera caminando a mi lado ―llenó sus pulmones, antes de volver a hablar ―pero nosotras tenemos un negocio que atender.

―¿Vuelves al negocio? ―una pequeña chispa de alegría de apreció en los ojos de la pelirroja. Gabriela asintió.

―Con los italianos fuera de juego puedo volver a moverme sin preocupaciones, lo que me recuerda ―rebuscó en su bolso ― Coline me dio esto ―mostró la llave de su casa ―y Finn te dará la tarde libre, ¿me acompañas? ―asintió al instante, levantándose para irse con ella.

Isaiah permaneció apoyado en el coche, cigarrillo en mano, mientras su amigo y las dos mujeres entraban en la casa. Una gruesa capa de polvo cubría todo, dándole un aspecto grisáceo a las estancias. Gabriela y Mindy fueron abriendo las ventanas para ventilar la casa. El joven hacía los trabajos pesados, evitándole esfuerzos a la pelinegra, sabía que de lo contrario su hermano no se lo perdonaría. Fue necesaria la ayuda de Isaiah en el proceso, pero tras varias horas la casa volvía a verse limpia y lista para ser habitada de nuevo. Gabriela observaba con nostalgia la ropa de su primer viaje, aquella con la que llegó a ese lugar por primera vez. Para ella habían pasado más de cuatro años desde entonces, pero para el resto de los presentes habían pasado casi ocho.

―Jamás llegué a creerlo, si te soy sincero ―Finn se agachó junto a ella, observando las prendas, extrañas para él ―lo veía como una de las bromas de mis hermanos ―centró su atención en una de las etiquetas ―2019 ―leyó en voz alta ―¿cómo es el mundo en 100 años? ―mantenía un tono de voz bajo, evitando que su amigo les escuchara ―¿Se recuerda a los soldados de la gran guerra? ―Gabriela contuvo la respiración un segundo para controlar sus impulsos, sabía que no podía hablar demasiado, y mencionar la segunda guerra mundial sería demasiado.

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