Veneno

Capítulo 15

La monotonía era el peor de los venenos, te destruye por dentro dejando una hermosa cáscara vacía. Los primeros días e incluso meses habían sido los mejores de su vida. Disfrutaba de aquello que había dado por perdido. Sin embargo, una vez pasada la novedad, la realidad salió a la luz. Se había acostumbrado demasiado rápido a aquella vida y ahora esta parecía falsa, forzada.

El sol brillaba iluminando su habitación. Observó el calendario que colgaba de la pared, 18 de marzo de 2022. Faltaban tres días para el inicio de la primavera. No había dado muchas vueltas a su teoría, tenía sentido dentro de aquel caos. En tres días regresaría al mismo bosque, al mismo punto, rezando por que el suceso se repitiese de nuevo. No sabía que era, pero no se molestaría en cuestionarlo si funcionaba.

Cerró la puerta del piso para bajar corriendo las escaleras, debía comprar algunas cosas de último momento. Ya tenía preparado un pequeño botiquín para emergencias con vendas, gasas y desinfectantes entre otras cosas. Sabía que no se podía arriesgar a llevar algo que pudiera alterar la historia. Una pequeña risa se le escapó. Estaba preparando un viaje en el tiempo y se preocupaba por las alteraciones que pudiera provocar, ¿cuándo se había vuelto el viaje en el tiempo algo tan común para ella? Saludó a la mujer tras el mostrador al entrar a la tienda. Se acercó a los dulces, quería llevarles algo a sus amigas. Eligió unos bombones, algunas gominolas y una caja de dulces más tradicionales. De vuelta en su casa, se dispuso a preparar la maleta, la misma que había pasado meses buscando, y por la que pagó más de doscientos euros. Una maleta de principios del siglo XX, perfecta para pasar desapercibida al llegar. Guardó los dulces junto al botiquín y los vinilos de música, agradecía que la moda de los vinilos nunca pasara. Cubrió con cuidado un par de botellas de whisky de la mejor calidad para John, no creía conveniente regalarle alcohol a Arthur.

El día había llegado. Salió de la cama de un salto, duchándose y vistiéndose lo más rápido posible, no quería perder la oportunidad. Una vez se había arreglado el pelo, y con las mismas ropas con las que había llegado, se puso el abrigo de nuevo. Preparó el dinero y llamó a un taxi para que la llevara hasta el lugar. Tras pagarle se bajó y caminó sin mirar atrás. Más de dos horas había caminado pero se negaba a parar, se negaba a rendirse. Un sonido a lo lejos de dio esperanza. Un coche se acercaba a lo lejos, despacio, por el camino de tierra que se abría paso a unos metros de ella. Un matrimonio con una niña pequeña que detuvieron el coche al verla.

―Disculpe, ¿necesita ayuda? ―el hombre fue el primero en hablar. Gabriela sonrió al escuchar aquellas palabras en inglés.

―Si les soy sincera, sí, iba camino de Birmingham, pero el conductor que me llevaba me dejó abandonada.

―Nosotros podemos acercarle si lo desea. ―Esta vez fue la mujer la que habló.

―Les estaría muy agradecida.

―Súbase atrás ―la mujer se giró en su asiento para desbloquear la puerta trasera. ―Cariño, deja espacio para la señorita. ―La niña se movió a un lado para dejarla entrar.

Todo se veía igual pero diferente, solo le hizo falta conseguir un periódico para descubrir el motivo. Habían pasado más de tres años. Había regresado a finales de diciembre de 1925. Las casas Shelby parecían vacías o abandonadas y la casa de apuestas estaba cerrada. Reconoció la característica gorra de uno de los hombres que había empezado a seguirla desde hacía unos minutos. Se giró, decidida a preguntarle por el paradero de la familia Shelby.

―Perdona, ¿sabes dónde están los Shelby?

―¿Quién lo pregunta? ―Su tono seco no pilló por sorpresa a la joven.

―Soy una vieja amiga de Polly.

―No te conozco y dudo que ninguno de los Shelby lo hagan ―el hombre había empezado a acercarse demasiado ―pero no me importaría hacerte compañía yo mismo... ―Gabriela ya estaba lista para tomar su pistola, pero una mano se adelantó tomando al hombre por el hombro y deteniéndole.