Capítulo 8

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Los meses pasaban y la relación con la matriarca del clan Shelby había mejorado notablemente. Su secreto no era tan secreto, al menos para la familia, los trabajadores por el contrario se mantenían ajenos a la realidad de la joven. Los negocios de ambos prosperaban. Gabriela por su parte había expandido su red de vendedoras, entre las que también se encontraban ahora las mujeres Shelby y algunas del clan Lee. Coline se había afianzado como su mano derecha, mientras que Mindy había cambiado su anterior trabajo por un puesto en el Garrison, aceptando ser el rostro conocido y asociado a la Dama de los venenos, nombre popularizado por los propios Peaky Blinders. Gabriela le pagaba un extra por el riesgo que aceptaba correr. Mientras tanto, ella mantenía su puesto como profesora, cuidaba las apariencias siendo una respetable mujer. Sin embargo, Tommy le había asignado seguridad, dos hombres que la seguían de cerca, escondidos entre los viandantes. Aunque hasta el momento sus servicios no habían sido necesarios, el Shelby insistía. Sabía que no podría mantener su puesto por mucho más tiempo, un trabajo mal pagado no cuadraba con el poder económico de Gabriela.

Su mano apresurada contra la oscura madera golpeaba frenética. La noticia de la explosión había llegado hasta su casa, forzándola a desviar su trayecto hasta la escuela esa mañana. Volvió a golpear ante la ausencia de respuesta.

―Ya va ―La voz de Polly calmó algo sus nervios. ―Te has enterado, ¿eh?

―Sí ― respondió entrando a prisa a las oficinas de los Shelby, donde Mindy permanecía sentada mientras Esme limpiaba con alcohol un ligero raspón en su frente. ―Dios, ¿estabas dentro?

―Sí, pero tranquila, estaba en la trastienda, esto me lo hice al salir ―Mindy tomó a la joven por los hombros, obligándole a centrarse en ella. ―Estoy bien.

―¿Quién ha sido?

―Aún no lo sabemos, Tommy ha ido a buscar respuestas ― Polly observaba apoyada contra la pared.

―Estoy bien, ¿sí?

―¿Segura?

―Sí, vete a la escuela ―Mindy volvió a sentarse, dejando a Esme continuar con su trabajo. ―Te arriesgas dejando que te vean relacionándote con nosotros.

―Necesitaba asegurarme ―Gabriela se recompuso, colocando correctamente su sombrero ―Al terminar las clases volveré.

La tiza se deslizaba sobre la oscura pizarra. Gabriela se centraba en terminar las lecciones de aquel día, pero el alboroto reinante en su mente no se lo permitía. Extrañaba los ojos del pequeño Finn observándola curioso, pero ese nuevo curso no había retomado sus estudios. Se centró en los pequeños presentes en ese momento y volvió a enfocarse en su trabajo por unas horas más.

La hora había llegado, estaba lista para afrontar su camino de vuelta hasta las oficinas, pero un vehículo la sorprendió.

―Señorita Jones, el señor Shelby me manda a buscarla ―Uno de aquellos hombres que cada mañana recorrían sus mismos pasos, ahora se encontraba frente a uno de los coches de su jefe, con chofer incluido.

―Pues no le hagamos esperar.

El despacho permanecía casi a oscuras, cargado por el humo de los cigarrillos consumidos en los últimos minutos. Su mano apenas rozó el cristal cuando su voz le indicó que pasara, cerrando la puerta tras de sí.

―Te han descubierto ―Tommy hablaba mientras volvía a encenderse otro cigarrillo.

―¿Quién? ¿Cómo? ―Gabriela sintió un nudo estrangular su garganta.

―Los irlandeses, nos han investigado, han atado cabos, tu visita de esta mañana parece que no ha hecho más que confirmarles sus sospechas.

―Tenía que asegurarme.

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