Capítulo Dos: Testigos del tiempo.

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Cuatro años después.

Hero miraba los papeles de su retiro como profesor, decidió firmarlos y fue a entregarlos al rector de la universidad.

—Fue un placer tenerlo aquí maestro, espero que encuentre la paz que necesita. Puedo sugerirle algunos terapeutas destacados de esta universidad.

—Gracias, pero ya tengo uno—murmuró él deteriorado hombre saliendo de la oficina, para ir a su casa.

La misma casa donde vivió con su mujer estaba destruida mucho más que él.

Miró la sala repleta de botellas vacías, colillas de cigarrillos y empaques de comida rápida, metió alguna de ellas en una bolsa de basura tratando de dejar limpio antes de marcharse.

Guardó en cajas de cartón todos sus recuerdos para llevarlas al camión de mudanza. El retrato de su esposa que estaba en su billetera era él tesoro más preciado que tenía.

Las cosas para él no fueron bien estos cuatro años, se volvió dependiente del alcohol y su deplorable estado lo llevó a tener una espesa barba la cual había bajado hace unos días por petición de algunos alumnos a quienes les molestaba tener una asignatura con un, borracho barbón, como lo apodaban ellos.

—¿Estás en casa hijo?—preguntó su madre cerrando la puerta de casa.

—Estoy en la sala.

—Cariño ¿Cómo estás?

—¿Quieres la verdad? Porque esta es la verdad que tú me provocaste junto a Delia, pero les recuerdo a ambas que aún están bajo investigación.

La mujer suspiró al ver a su hijo en ese estado, si no fuera porque aún seguía manteniendo algunos músculos después de todos sus años en el gimnasio la mujer lo hubiera internado en alguna clínica de salud mental y adicciones. Ella sentía culpa en parte por ser quien ayudó a terminar con el matrimonio de su hijo.

—Hablé con Delia está dispuesta a hablar contigo y arreglar todo, solo tienes que ducharte y ella vendrá aquí a vivir contigo cariño.

—No.

—Piénsalo bien tesoro, es una buena mujer además Dove te dejó a la primera oportunidad ni siquiera estuvo contigo cuando tu abuelo murió.

—Te dije que no, puedes decirle que no se acerque aquí o de lo contrario olvidaré todos mis principios y te arrojaré a la calle junto a ella.

La mujer suspiró pasando ambas manos por su cabello. —¿Puedo saber dónde vivirás?

—Donde Dove siempre quiso que fuéramos después de retirarnos.

La mujer sintió rabia al escuchar el nombre de aquella niñata que arruinó la vida de su hijo.

—Alaska es helado hijo, puedes morir de frío ahí o quedarte atrapado en una tormenta. Si quieres puedes venir a vivir con nosotros.

—No, está decidido.

—Me niego a esa idea, no te irás y es lo último que digo.

Golpeó su tacón en el suelo aferrándose a su bolso.

—No te estoy pidiendo permiso y ya vete de mi casa.

Lo miró unos segundos sabiendo que no habría caso de que obedeciera a alguna petición de ella. Decidió darse por rendida tomó su bolso y se despidió de su hijo para ir a su hogar.

Hero se miró en el espejo mientras acomodaba su cabello. Había ahorrado por años y tenía una situación económica cómoda para estar tranquilo un par de años, además con el dinero de las propiedades que rentaría viviría en Alaska tranquilamente.

The Other Face LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora