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La diferencia entre el primer beso y estos, era la cantidad de ropa de por medio.
Isagi estaba contra la pared, sintiendo el frío roce de su piel con la madera y las ávidas manos de Rin moviéndose a su antojo.
La habitación del menor era más grande que la habitación donde habían estado anteriormente, tenía un enorme futón pegado a la pared, a su lado una mesita de noche con una jarra con agua y un vaso de vidrio, del otro lado, una mesa-escritorio con bocetos y pinturas que le intrigaban y al fondo, más pinturas, la ventana estaba cerrada y la puerta tenía seguro, por si alguien decidía visitar a Rin ese día.
El menor le comía la boca al mayor con necesidad, se sentía tanto la prisa de Rin por comerse a Isagi, que muchas cosas se les olvidaron, entre ellas, seguir con la pintura de Isagi.
El cachondeo había comenzado a medio camino, con ellos escondiéndose del sirviente de Rin, dándose besos detrás de cada árbol o pared que encontraran, hasta que decidieron apresurar el paso para llegar lo antes posible al palacio. Con ellos no se sabía, podían pasar de estar completamente callados a estarse comiendo la boca en un segundo.
— ¿Puedo? — Rin tenía en la mano el lazo que rodeaba la cintura de Isagi, bastaba con que tirara de él con fuerza para hacer caer la última pieza de ropa, solo faltaba la aprobación del mayor.
Isagi asintió, mordiéndose el labio inferior cuando sintió el tirón de la ropa y el frío del ambiente le golpeó tan fuerte el cuerpo, que sus pezones se erizaron al instante.
Escuchó un suspiro, era Rin, que admiraba cuál pintura lo que tenía frente a sus ojos.
Era contradictorio porque nunca pensó estar cautivado por algo que no fueran sus propias creaciones, pero ahí estaba, admirando cada centímetro del cuerpo de Isagi.
Estaba duro. Durísimo diría yo. Eso no se podía negar, terminó por quitarse la ultima prenda y envolvió con sus brazos a Isagi, se permitió respirar su olor, sentir lo terso de su piel y sus miembros rozándose con cada movimiento.
Isagi también estaba duro.
— Ábrete para mi. — Le susurró al oído.
Isagi separó las piernas obedientemente, se apoyó en los hombros de Rin cuando este le alzó una pierna y antes de agachar la cabeza, tenía dos dedos dentro de su boca, Rin se los había metido para que los chupara y mojara con su saliva, y eso hizo. No supo cómo o de dónde sacó el valor para hacerlo, pero comenzó a chupar los dedos de Rin, haciendo ruidos obscenos con la boca. Una vez satisfecho, Rin sacó los dedos y los llevó a la parte trasera de Isagi para prepararlo aunque, si por él fuera, de la metiera sin de una sola estocada.
Debía ser paciente si no quería lastimar a Isagi.
— Rin... es mi primera vez... sé gentil...
Oh Isagi, no hubieras dicho eso.
La mirada de Rin pasó de estar cachonda a estar jodidamente extasiado, ver a Isagi así, escucharlo así, eso de verdad comenzaba a poder con el menor.
Introdujo el par de dedos con cuidado, dándole un momento a Isagi para comenzar a moverlos, primero en círculos, luego un poco de abajo hacia arriba y en tijeras, hasta que sintió el cuerpo del mayor relajarse y aumentó la velocidad.
Isagi enterró las uñas en la espalda de Rin, echando la cabeza hacia atrás por el placer que eso le provocaba, no sabía que tener sexo se iba a sentir así de bien.
Y eso que solo eran los dedos.
Sintió los dedos de Rin deslizarse suavemente hacia afuera, luego el menor lo cargó de la cintura, obligándolo a cruzar sus piernas al rededor de Rin y caminó con él hasta el futón, lo dejó sobre este como delicadeza y, sin despegarse demasiado tiempo, admiró a Isagi ahora acostado.
— Rin... ponlo dentro, ya.
Rin le separó las piernas, comenzó a masturbarse erguido sobre sus rodillas, mirando desde arriba a Isagi, utilizó la ayuda de una de sus manos para deslizar la punta sobre la entrada de Isagi hasta asegurarse de meterla un poco, deteniéndose al ver el gesto de dolor del mayor.
— ¿Te duele? ¿Debería parar?
Isagi negó.
— Sigue.
Se siguió moviendo hasta acostumbrar al mayor a ese ritmo y tamaño y después, de una sola estocada, como había querido, terminó de meterla por completo. El grito que salió de la boca de Isagi fue tan lascivo que no se preocupó por si algún sirviente llegaba, de cualquier modo no podrían entrar.
Se inclinó hacia adelante, puso su mano sobre la cabeza de Isagi y comenzó a moverse nuevamente, esta vez más rápido que antes.