El Kaiser aquí, señores. Créditos totales a su respectivo autor (no lo encontré) si alguien sabe su nombre, favor de ponerlo ❤️
Ahora si, sin más, a darle al cap.••••
El palacio se veía hermoso, adornado con flores de varios colores, cintas largas y lámparas y pequeñas tiras de focos colgando de techos y árboles.
Era la primera vez que Isagi pisaba el palacio en dos meses y seguía igual que siempre.
Él no estaba.
El emperador Itoshi Sae, había anunciado hacia algunos días que tendría un evento para todo el público en el palacio, aunque no dijo qué celebraba, si se pronunció muy feliz por la fiesta. También buscó a Isagi para que fuera él quien se encargara de decorar el palacio entero. Isagi había aceptado porque era trabajo y no se podía dar el lujo de perder tan importante y valioso trabajo.
Bachira estaba del otro lado del jardín, encargándose de los centros de mesa y decoraciones en sillas. El ambiente era frío, el cielo estaba despejado y las hojas cayendo daban un contraste perfecto en el lugar.
Conforme las decoraciones avanzaban, el tiempo también, la noche cayó de repente y Sae apareció, sonriente. Un telón cayó detrás de él, ponía en grande algo como; "Bienvenido, Itoshi Rin" y debajo, un dibujo de Rin tomado de la mano de una chica sonriente, ambos en vestimenta nupcial. El jarrón que Isagi llevaba entre las manos cayó al piso, rompiéndose en cuatro pedazos, Isagi se agachó de inmediato para recoger las piezas al mismo tiempo que unas manos recogían un pedazo de jarrón y se lo entregaban.
Era el rubio de ojos azules, parecía sonreír con amabilidad.
— ¿Estás bien?
Esa pregunta podría responderse de varias maneras. ¿Físicamente? No. ¿Mentalmente? Tampoco. ¿Sentimentalmente? Menos.
— Si. Gracias.
Hizo una reverencia rápida y dio la media vuelta, pero no pudo ir más allá porque la fuertes manos de Kaiser lo detuvieron.
— Mil disculpas si he sido brusco al detenerte, pero no puedo dejarte ir así, Yoichi.
Isagi suspiró, quería irse. Debía irse.
— Tal vez es porque es usted extranjero, pero no debería llamar por su nombre a alguien con el que no es cercano. Por favor, llámeme Isagi.
Kaiser asintió, ladeando la cabeza un poco.
— Mi error. No debí. Isagi... déjame ver si te lastimaste.
Isagi retiró la mano, negando.
— Estoy bien, señor. Por favor, déjeme ir.Kaiser asintió, no quería dejarlo ir pero tampoco podía apresarlo y forzarlo a quedarse, no de momento.
— Por favor, si te has lastimado, al menos déjame tirar ese jarrón por ti. Es caro y si lo he roto yo, Sae no dirá nada.
Una sonrisa acompañó el rostro de Kaiser, extendió la mano, esperando que Isagi le entregase el jarrón y cuando lo hizo, aprovechó para rozar suavemente sus dedos.
— Se lo pagaré. Sabe dónde trabajo, ahora me iré.
Isagi hizo una última reverencia y salió del lugar, dejando a Kaiser con más preguntas de las que tenía al principio.
Tiró el jarrón a la basura y se sacudió las manos, luego se alisó el pelo e inspeccionó sus ropas, que seguían impecables. Isagi era un enigma que debía resolver y había encontrado la excusa perfecta para quedarse más tiempo en Japón.
Bachira terminó la decoración de las mesas y en cuanto vió lo que decía el telón, levantó la mirada, buscando a Isagi. No debía verlo y si ya lo había hecho, entonces debían salir de ahí.
Emprendió la marcha en busca de su amigo y cuando lo encontró, estaba recargado en un pilar, lejos de la vista de las personas que iban llegando.Estaba claro, ya había visto lo que decía el telón.
— Hey, ¿nos vamos? Ya he terminado y muero de hambre. Me quedaría a comer aquí, pero, ¿no te pasa que en estos lugares la comida siempre sabe insípida?
Se acercó a él y le palmeó el hombro, como si no supiera nada.
— Si, vamos. — fue lo único que dijo Isagi.
Se incorporó y siguió a su amigo, que lo llevaba por el camino menos concurrido del palacio. Bachira estaba de más agradecido con Rin por lo que había hecho, pero no le debía la lealtad que le tenía a Isagi ni mucho menos trataría de justificarlo o encontrarle una razón lógica a lo que acababa de ver. Era lo que era y punto.
Rin se había casado.
Al llegar a la casa que compartían, Isagi se encerró en su habitación, Bachira no fue tras él y en su lugar, decidió que era buena idea comer fideos con carne.
En la fiesta, el regreso de Rin los había tomado por sorpresa a todos, aunque no era un regreso para quedarse, simplemente era porque su padre así lo había dispuesto, tenía que presentarse ante el pueblo de Osaka con su esposa y anunciar que habían contraído nupcias hacía dos meses, estrechando buenos lazos con las provincias chinas.
La dinastía Zhejiang y la familia imperial japonesa ahora eran uno.