Cuando Rin y su esposa se fueron, Isagi soltó todo el aire que estaba reteniendo, se dejó caer contra el mostrador y maldijo por lo bajo. ¿Cuál era el punto de irse a mostrar con su esposa? ¿Le estaba restregando que era feliz y él no?
— Yoichi... ¿estás bien?
Isagi recordó que Kaiser estaba al lado, se incorporó y asintió. — ¿Y tú? — preguntó. — tienes el ojo hinchado.
Kaiser quiso sonreír porque le había dejado llamarle Yoichi pero se aguantó las ganas para no arruinar el momento.
— Estoy bien, un perro me atacó ayer.
— ¿Un perro? ¿Te mordió?
— No. No llegó a hacerlo.
El tono despectivo de Kaiser dejó claro que no se refería precisamente a un perro de cuatro patas.
Decidió ser buena persona y se ofreció a limpiar la herida del rubio, le puso alcohol y algo de pomada para que la hinchazón bajara y no le quedara una marca fea en la cara.
Kaiser olía a cedro, tenía ese olor elegante y penetrante que le caracteriza desde que llegó que incluso cuando se iba, la floristería seguía oliendo a él a pesar de tantas flores al rededor.
El rubio carraspeó la garganta, Isagi se había quedado embobado mientras le limpiaba la herida, entró en razón y le dejó la gasa improvisada a Kaiser, también le acercó la pomada.— Termina tú.
Kaiser se rió, terminó de aplicarse el ungüento simulando los toques de Isagi, no sabía cuánto más podría aguantar, pero tendría que ir despacio si quería ganarse el corazón del menor.
Aquí eso de "soy el príncipe y todo lo que quiero se hace" no iba y eso le gustaba.
— ¿Te preocupaste por mí, Yoichi?
Se acercó a Isagi, que había comenzado a acomodar cosas en las repisas. Se quedó detrás de él con las manos tras la espalda pero lo suficientemente cerca para que se pudiera sentir su presencia.
— Lo haría por cualquiera. — contestó el menor. — no te hagas ilusiones.
Isagi dio la vuelta y de inmediato se echó hacia atrás, Kaiser estaba demasiado cerca. Isagi chocó contra la estantería y movió varios floreros que comenzaron a tambalearse, uno rodó y Kaiser lo atrapó en el aire, lo que por inercia provocó que quedaran más cerca si eso se podía. Sus respiraciones entrecortadas, mirándose fijamente a los ojos, Isagi no se había quitado ni lo había empujado, al contrario, lo miraba con ojitos lindos, de esos que pedían ser amados incondicionalmente porque ya estaban hartos de sufrir, Kaiser dejó el jarrón en su lugar, tomó a Isagi de la cintura y respiró su olor. Era malditamente atrayente, envolvía cada sentido del rubio, embriagándose cada vez más de amor por el chico.
— K-kaiser...
— ¡Kaiser!
Rin entró de repente, Kaiser puso los ojos en blanco y lo maldijo por lo bajo.
— ¡Iba a besarlo, joder!
Se dio la vuelta, encontrándose con Rin que lo tomó desprevenido y le colocó un derechazo tremendo en la cara, algo crujió pero no le importó, se recompuso con ayuda de Isagi y antes de que pudiera irse a los golpes, Isagi se interpuso.
— ¡¿Qué haces?! — una bofetada que ni él se creía capaz de dar, azotó la mejilla de Rin — ¡¿Estás mal de la cabeza?!
— Isagi...
— ¡Lárgate Rin! No tenías por qué regresar, ya te habías ido, ¿no?
A decir verdad, ninguno de los tres sabía si se refería a justo ahora o a cuando se fue hace meses y no le dijo nada, aunque se sintió más como un "¿por qué vienes a hacer destrozos?" Que a un reclamo con despecho.
— ¡Largo! No tienes derecho de pegarle.
Kaiser se puso al lado de Isagi, se permitió ir más allá y tomarle la mano. — Está bien, Yoichi. Gracias.
— ¡Te iba a besar! — espetó Rin con ira, ignorando a Kaiser. — ¿Eso querías?
— ¡Si! Si no me quité, ¿qué te hace pensar que no lo quería?
Ambos lo miraron con asombro, tanto Rin como Kaiser no se podían creer lo que estaban escuchando.
— Y tú... — Isagi señaló a Kaiser. — si le vas a responder los golpes mejor que sea afuera, no quiero un destrozo aquí. — miró a Rin. — y ya que estamos, no vuelvas nunca, Rin. Dile a tu esposa que se busque a otro florista porque yo no me encargaré de sus mierdas.
Rin desvió la mirada, apretaba la mandíbula con impotencia y no sabía qué decir.
— ¿Cómo está Bachira? — habló.
— Como si te importara. — exclamó Isagi. — y como te dije antes, pagaré lo que gastaste por él, no me importa si quieres o no.
Rin asintió, miró hacia las escaleras y vio a Bachira estático, le asintió como en forma de saludo y Bachira asintió en respuesta.
— Me voy... disculpa, si he roto algo yo...
— Solo vete.
¿Qué si había roto algo? ¿Era tonto o se hacía?
«ROMPISTE MI PUTO CORAZÓN» pensó Isagi, pero no dijo nada.
Vio salir a Rin y con él, el poco hilo de esperanza que tenía para ambos.
— Isagi...
— Cállate Kaiser. Olvida lo del beso y lo demás, yo...
— Ya sé que no es cierto. — interrumpió el rubio. — no te preocupes. Me iré para que puedas estar solo.
Kaiser salió del lugar con paso decidido, Bachira terminó de bajar las escaleras e Isagi se recargó contra el mostrador.
— Lo que vayas a decirlo, ahórratelo. — susurró Isagi. — ya sé que estuve mal.
— ¿Qué estuvo mal, Isagi? ¿Utilizar a Kaiser para intentar dañar a Rin o haberle mentido y después echarlo?
— Bachira...
— No diré nada, solo pregúntate a ti mismo, ¿qué de todo estuvo mal.
Bachira cerró la puerta de entrada de la floristería, no quería que si esos se iban a seguir peleando, Isagi escuchara los gritos. Isagi no se opuso, en cuanto Bachira cerró, subió corriendo para encerrarse en su cuarto.
Fuera, en medio de la calle, Kaiser alcanzó a Rin.
— ¿Cuál es tu problema? — gritó. — ¿a qué volviste?
— No es asunto tuyo, Kaiser.
— ¿No? Todo lo que tenga que ver con Yoichi es asunto mío.
— ¡No!... le llames así, no son cercanos.
— Eso crees tú. — siseó el mayor. — y escúchame bien, Rin. Si tengo que pasar por encima tuyo y de todo china para evitarle más disgustos a Isagi lo haré.
— No tienes ni puta idea, Kaiser.
— Tú tampoco. ¿Creías que después de meses de abandono Yoichi iba a volver contigo aunque tuvieras una esposa? No me digas que lo creíste tan tonto.
— Aléjate de él.
— Divórciate y cuando estés soltero, vienes y me lo pides de nuevo, mientras tanto, no tengo por qué escuchar a un hombre ca-sa-do.
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El hijo del emperador y yo [Rinsagi +18]
Fiksi PenggemarAmbientada en el Japón antiguo.