Una última reverencia y estaba listo. Fingió una sonrisa mientras empuñaba ambas manos, arrugando la tela de sus pantalones en el acto.
— Un placer... — la chica era bonita sin llegar a ser guapa ni sexy, simplemente era bonita.
En cuanto la dinastía Zhejiang salió del palacio, Rin dejó de sonreír y aflojó su agarre.
— Itoshi Rin...
— Ahora no, padre. Te he hecho caso en todo, permíteme retirarme a mi habitación ahora mismo.
Con un bufido molesto, el emperador aceptó la petición de Rin y lo despidió con un movimiento de mano. Rin hizo una reverencia de noventa grados y dio media vuelta, regresando a su dormitorio.
La puerta estaba entreabierta, dejando ver muy poco de lo que había allí dentro. Acostado entre sábanas y almohadas, estaba Isagi, durmiendo plácidamente. Rin dejó escapar una sonrisa al verlo dormir, parecía un ángel con esas pestañas cayéndole sobre los ojos, casi tan largas como las suyas.
— Tú sí que eres guapo... y sexy... —susurró.
Tragó saliva, repasando los últimos momentos de su vida, desde su entrada al templo hasta el desayuno, el sexo y la reunión con la dinastía china. Aún no entendía por qué su padre se empeñaba en forjar lazos con los chinos, cuando no los necesitaban.
Cerró la puerta corredera detrás de él, asegurándose de poner seguro y caminó despacio para acostarse al lado de Isagi, alzando las sábanas, notó que el mayor aún seguía desnudo y, sin dejar de sonreír, comenzó a acariciarlo.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que salió a la reunión? Sin duda más de dos horas. Le había prometido a Isagi que regresaría rápido y se tardó más de lo esperado, no fue posible despachar a la dinastía en tan solo cinco minutos.
Soltó un suspiro pesado, mirando al techo, sintiendo que nada era real. La cabeza comenzaba a dolerle con fuerza, no sabía si había sido por exceso de estrés o había bebido demasiado.
Se masajeo la cíen, cerrando los ojos al instante. Escuchó un quejido y los volvió a abrir, Isagi estaba estirándose en su lugar, tal vez intentando despertarse, Rin pasó su brazo debajo de la cabeza del mayor y lo atrajo hacia él, envolviéndolo en un cálido abrazo, bajó su mirada y le besó la frente, sintiendo un raro cosquilleo en alguna parte del cuerpo.
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La noche había caído, el frío se sentía más por esas fechas, Isagi acurrucado, cubriéndose con las mantas sobre el pecho de Rin daba un toque totalmente diferente a lo que realmente era esa habitación.
— ¿Rin? — La voz adormilada de Isagi sacó a Rin de sus pensamientos, lo miró, respondiendo con un vago "mhhh" — ¿ya es de noche?
— Acaba de ponerse el sol. —respondió con tranquilidad. — ¿tienes hambre?
— Sip. Mucha.
Rin sonrió de lado, Isagi parecía un niño mimado respondiendo de esa forma.
— Vamos a vestirte y luego saldremos a comer algo.
Isagi se incorporó de golpe, sorprendido.
— ¿Con tu familia?
— No, bobo. Voy a dejarte a tu casa, de camino podemos cenar algo.
— Ah, vale.
Veinte minutos después ambos estaban caminando al lado del otro, sintiendo la brisa fresca golpearles de lleno el rostro, mientras las farolas iluminaban las flores y el camino por el que pasaban.
— ¿Qué quieres cenar?
— mmm... quiero verduras salteadas, hace mucho que no como.
— Vale. Ven.
Rin tomó la mano de Isagi, conduciéndolo hasta una casita medianamente grande que servía como restaurante de noche, la anciana que atendía el lugar los recibió con mucho ánimo, sonriendo y ofreciéndoles distintos entrantes que corrían por cuenta de la casa.
Después de cenar, salieron de la pequeña choza, el camino a casa de Isagi no era tan largo desde ahí, así que, inconscientemente, comenzaron a caminar más lento.
— ¿Estás bien? — La pregunta de Isagi tomó por sorpresa a Rin. Era una pregunta que no escuchaba en mucho tiempo.
— Lo estoy. — mintió. — ¿por qué?
— Quiero saber... ya sabes... cómo se siente la persona que me gusta.
El mayor desvió la mirada, abrumadoramente apenado. Si no fuera por la poca iluminación, Rin hubiera notado las orejas rojas de su acompañante y el tierno rubor en sus mejillas.
— Estoy bien, gracias por preguntar. — Ese gracias fue demasiado genuino, no se comparaba a los agradecimientos que daba por cumplir, a decir verdad, era el primer gracias que decía sin obligación. — ¿tú cómo te encuentras?
Isagi carraspeó. — Bien.
Dio la vuelta, apenado y decepcionado porque se había imaginado a Rin rodeándole la cintura mientras lo besaba, pero eso no había pasado y le hacía sentirse patético.
— Isagi... — Rin lo atrajo hacia él de un tirón lo suficientemente fuerte para chocar contra su pecho pero no tan brusco como para lastimarlo. Le rodeó la cintura, se inclinó para acariciarle la mejilla y después lo besó, tal y como había imaginado. Isagi sonrió en el beso mientras abrazaba a Rin. — Gracias. — volvió a decir, y unió sus frentes.