VI

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«Tengo veintiún años, una vida acomodada, padres que me aman mucho y un futuro jodidamente prometedor, entonces... ¿por qué?» Pensó Isagi.

¿Por qué estaba en la habitación del príncipe heredero que, por si faltaba mencionar, era un año menor que él y aún así tenía que hablarle de usted? ¿Por qué?

Si nos remontamos a unos días antes, sabremos la respuesta, por supuesto. Pero Bachira en ese momento tampoco se imaginó que su mejor amigo terminaría en la habitación de Itoshi Rin.

Entonces, ¿por qué?

— ¿Vas a quedarte ahí parado mirándome? —Preguntó Rin.

Isagi salió de su trance en ese momento y negó.

— ¿Dónde debería dormir?

Rin se encogió de hombros.

— No es mi asunto.

El menor se dio la vuelta, quitándose el yukata y quedándose con la ropa ligera que traía debajo, luego, se tumbó sobre el futón con las manos detrás de su cabeza.

— Entonces me voy.

Isagi pudo jurar que por el rabillo del ojo, vio una mueca en Rin que, cuando se giró para verlo por completo, ya no estaba.

— ¿Quieres que te ruegue?

— ¿Qué?

— Te gusta que te rueguen, ¿no es así?

— No creo que...

— Ya te dije que te quedes, no le veo el punto a ser tan terco y querer irte.

— Pero no tengo donde dormir.

— Pues duerme en el suelo.

Isagi arqueó la ceja derecha.

— ¿Y por qué no duermes tú en el suelo? — Refutó.

Ahora fue turno de Rin de arquear la ceja.

— ¿Me estás tuteando?

— Soy mayor que tú. Tú deberías hablarme con más respeto.

— Esto es el colmo. — Bufó el menor.

— No pienso quedarme a aguantarte. Buenas noches, príncipe.

Un silencio para nada incómodo se formó, mismo que no tardó en irse cuando Rin alzó la voz.

— Duerme conmigo. — Las palabras de Rin, rápidas, fuertes, certeras, solo querían una cosa. — a mi lado, el futón es grande, basta con que no quieras que te abrace.

Isagi probablemente debería haberse ido, ya tenía la mano sobre el pestillo, listo para quitarle el seguro y salir de ahí, pero no lo hizo.

¿Por qué?

Suspiró con pesadez y caminó hasta el futón, quedando frente a Rin.

— ¿No será otro al que le gusta que lo abracen? No me eche la culpa a mi.

Decidió quedarse y enfrentarse a Rin, después de todo, prometía ser divertido.

Rin se incorporó, cruzó las piernas y, sentado desde donde estaba, aún le parecía imponente a Isagi.

— No has dormido conmigo y ya estás juzgándome.

— Lo mismo digo, príncipe.

Rin mantuvo la compostura, aunque luchaba por no dejar escapar esa pequeña sonrisa que amenazaba con formarse en su rostro en cualquier momento.

— Averigüémoslo, entonces.

Isagi sonrió de lado, sintiendo una extraña sensación recorrerle el cuerpo entero.

Él también se quedó con nada más que la ropa ligera que llevaba debajo del kimono y se acostó del lado libre del futón. Miró de reojo a Rin.

— Buenas noches, Príncipe.

— Déjame dormir, no seas un dolor en el culo.

Rin le dio la espalda a Isagi, asegurándose de dejar un espacio entre ellos para no tocarse. Isagi por su parte, simplemente se quedó en esa posición.

Mentiría si dijera que en ese momento los corazones de ambos no latían a prisa. Iban tan rápido que parecía que se saldrían del pecho de sus respectivos dueños. También mentiría si dijera que Rin odió esa sensación.

Lo cierto es que Isagi fue el único que se sintió atraído por esa nueva sensación y no le molestó admitirlo. Aunque fuera, por ahora, solo en su cabeza.

Isagi sabía el por qué.

El hijo del emperador y yo [Rinsagi +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora