Kaiser está frente a la floristería de Isagi, tiene un ramo de rosas azules porque no pueden ser otras, de ninguna forma regalaría rosas de otro color. Va vestido de forma tradicional, los mechones azules sueltos caen sobre su espalda, el viento es intenso cuando Isagi sale y se le queda mirando, son segundos contados los que se quedan parados sin decir nada hasta que el menor se pone una mano en la cintura y cara de pocos amigos.
Ahí estaba, el Isagi de siempre.
— ¿Vas a comprarlas? Llevas mucho tiempo viéndolas.
El rubio sonrió de lado, miró las flores y luego a Isagi. Ese comentario quiere decir que lo había visto y estaba pendiente de él.
— Claro, pero estaba pensando la manera más linda de regalárselas a la persona que me gusta. ¿Sugerencias?
Isagi tomó una maceta entre sus manos y alzó los hombros, guardándose el bufido.
— No sé, no tengo idea sobre regalos y amores. ¿Por qué no le preguntas a esa persona?Isagi dio la vuelta y entró a la floristería, dejó la maceta sobre el mostrador y al girarse, Kaiser también estaba ahí.
— Eso hago. — Dijo. — le estoy preguntando a la persona que me gusta cómo prefiere que le regale estas rosas. — se las enseña como si no las hubiera visto. — ¿sugerencias?
— Kaiser... — Isagi ladeó la cabeza. — no me malentiendas pero...
— Sin prisas, — habló el Alemán. — me gustas, Isagi y no te estoy pidiendo que sientas lo mismo por mi de la noche a la mañana, solamente quiero que me dejes intentarlo.
— Te vas a Alemania en unos días, ¿no? Tú lo dijiste, ¿cómo lo vas a intentar? ¿Enviándonos cartas? No soy entusiasta del amor a distancia.
Kaiser sonrió. ¿Eso había sido lo que se imaginaba que era?
— ¿Quieres decir que si me quedo en Japón, me vas a aceptar?
— Quiero decir que no... no sé. No estoy listo.
La charla que había tenido con Bachira la noche anterior había acabado en un: "pues dale la oportunidad, ¿qué más puede pasar?" Luego Bachira se había quedado dormido e Isagi no pudo refutar esa pregunta, en el día, Bachira le había hecho prometer que no trataría tan mal al rubio porque eso no era lo que le habían enseñado sus padres y tenía razón, el estar molesto con Rin no significaba que debía soltar veneno contra todo el mundo y menos con alguien que intentaba hacerlo reír.
— ¿Podemos ser amigos?
— Amigos si, claro.
— ¿Y si en el camino nos desviamos?
— ¿Y si me conoces y se te van las ganas de ser mi novio, te desapareces y no vuelvo a saber de ti?
Kaiser dejó las rosas sobre el mostrador, se acercó tanto a Isagi que este pensó que le robaría un beso pero no fue así. El rubio le quitó un mechón de cabello rebelde y se lo acomodó detrás de su oreja.
— Te diré lo que va a pasar, Isagi. Te voy a cortejar, te traeré flores todos los días, te invitaré a cenar y a dar la vuelta los fines de semana, te compraré dulces y te daré mimos y en cuanto menos te lo esperes, estaré viviendo de forma permanente en Japón porque no hay forma de que me vaya de tu vida. A menos que muera, claro, o que Sae me eche, pero entonces te llevaría conmigo a Alemania.
— ¿Y si yo no te quiero en mi vida?
— Basta una palabra tuya para que me aleje, no soy un pervertido.
Bueno si, pero no de esa forma.
Isagi asintió. — ¿Entonces? ¿Tu familia está de acuerdo en que te quedes más tiempo?
— Oh, sin duda. Ayer recibí su carta, me desean las mejores de las suertes contigo.
Isagi frunció el ceño. — ¿Conmigo? ¿Les has contado de mi? — lo apartó de un empujón.
— Si, pero no les dije tu nombre, tranquilo. Solo les dije que un chico me había cautivado y no podía irme ahora.
— Estás loco.
— Un poco. — Unió su dedo índice con el pulgar.
Isagi se rió, por primera vez le había sacado una risa de dientes bonitos. Kaiser sonrió en automático, sintiendo que estaba un paso más cerca de poder adueñarse del corazón de Isagi.
Cuando Sae le contó todo lo que había hecho para separar a su hermano de Yoichi solo por "aburrimiento", pensó en contarle todo a Isagi pero, ¿eso en qué le beneficiaría? Si bien Rin estaba casado, no dudaba de la gran labia que podía tener Rin para envolver a Isagi nuevamente, quería decirle, pero no era el momento, de cualquier modo Rin iba a irse pronto y él se iba a quedar.
— ¿Vas a quedarte ahí parado?
Isagi le pasó la maceta que había traído de fuera.
— Toma las tijeras y ayúdame a cortarle las partes muertas. ¿Sabes cómo?
— Claro, lo hago todo el tiempo.
Alguien carraspeó detrás de ellos, en la puerta estaba Rin y detrás de él llegó su esposa corriendo, le dijo algo en chino que Isagi no entendió y dió la vuelta, poniéndose detrás del mostrador.
— ¿Algo en lo que les pueda ayudar? — preguntó.
Miró a Rin, tenía golpes por toda la cara y los labios partidos, ahora que ponía más atención, Kaiser también tenía golpes y un que otro rasguño, ¿se habían peleado?
— ¡Tu decoraste mi evento! — dijo la chica en japonés. — quiero contratarte de nuevo.
Kaiser imitó a Isagi y se puso detrás del mostrador, sacó las tijeras de un pequeño cajón y comenzó a cortar las partes muertas bajo la atenta mirada de Rin.
— No creo que... — comenzó a hablar el pelinegro pero Isagi lo interrumpió.
— Será un placer, señora. ¿Va a ser un pedido grande o pequeño?
— Oh, no. Debe ser un pedido grande sin duda, vamos a dar otra fiesta antes de regresar a nuestra casa.
La chica tomó el brazo de Rin y se pegó a él. Rin se soltó del agarre y dio la vuelta.
— Te espero fuera. — le dijo en chino.
La señora —ahora Itoshi— se acercó al mostrador y comenzó a nombrar las flores que quería y él volumen de estas.
Isagi había notado algo más, ella no había reparado en Kaiser y Rin se lo comía con la mirada, algo había pasado entre ellos.