XVI

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La recámara de Isagi era menos tradicional que la de Rin, pero no menos cómoda.

Al fondo había un sillón, en medio estaba la enorme cama y del lado izquierdo el armario, la mesilla de noche estaba acompañada con una lámpara y una jarra de agua a medio terminar. Las sábanas, suaves y calientes, luchaban por apresar a Isagi y mantenerlo con ellas por más tiempo, pero no pudieron vencerlo cuando decidió despertarse y ponerse en marcha. Era el día en que quedaba con Bachira para salir a caminar y ponerse al tanto de las cosas, así que si no se daba prisa, a su amigo no le importaría llevárselo sin bañar ni arreglar.

La ducha fue rápida, tardó más escogiendo qué ropa debía ponerse y cuando al fin estuvo listo, bajó a desayunar con sus padres, quienes ya tenían el plato de Bachira listo sobre la mesa.

— ¡Yocchan! Siéntate, Bachira no tarda en llegar. ¿A dónde irán esta vez?

Asintió, sonriente. Se dejó caer sobre la silla.

— No lo sé, pero esta vez le tocaba decidir a Bachira.

— Será algo divertido, entonces.

Los tres se sentaron a esperar. Y esperaron. Y siguieron esperando hasta que el padre decidió comer, Bachira no llegaría, estaba claro.

Isagi iba a decir algo, tal vez que no comería hasta que Bachira llegara o que él mismo saldría a buscarlo, seguramente se había quedado dormido, pero entonces la puerta se escuchó, el tintineo de las campanas de viento les alertó que había alguien fuera, los tres se pusieron de pie casi al instante, Isagi corrió a la puerta, una opresión en el pecho los invadió a los tres, como si supieran que al abrir la puerta no estaría...

— Bachira...

La muerte andaba en el aire ese día, ciertamente.

El cuerpo de Bachira se desplomó en cuanto Isagi abrió la puerta, tenía la ropa rasgada, el pelo enmarañado y sucio, parecía tener un líquido seco sobre el, su rostro, lucia demacrado, tenía moretones en las mejillas, el labio inferior partido, los pómulos hinchadisimos, los ojos eran de un rojo vívido, como si hubiera llorado sangre.

— ¡Bachira!

Isagi se dejó caer ante el cuerpo inerte de su amigo, se deshizo del kimono que llevaba y cubrió el cuerpo andrajoso de Bachira, pasó sus brazos con cuidado al rededor de Bachira y lo cargó, llevándolo dentro de casa, nadie decía nada. Más bien, todos estaban en shock.

Decidió recostar a su amigo en su cama, la respiración de Bachira era mínima, con trabajo y solo si ponías tu oído sobre su nariz, haciendo el más mínimo silencio, podías llegar a escucharla.

— Ten...

Su madre traía en brazos un par de cuencos con agua y paños. Tomó uno y comenzó a limpiar el rostro hinchado con cuidado, su madre hizo lo mismo con brazos y piernas.

Nadie sabía qué pasaba, estaban seguros que Bachira no se metía en más problemas de los que podía controlar, es decir, era un chico como todos, reía y hacía bromas, nada más.

No. Si había algo más e Isagi lo intuía.

Esa noche Bachira no despertó, ni al día siguiente, de hecho, tampoco al tercer día. El médico de la familia había dicho que era poco probable que despertara, que, incluso, debían irse preparando para lo peor.

Habían acondicionado la recámara de Isagi para que fuera lo suficientemente cómoda para Bachira, los insumos médicos no surtían efecto y no había mucho que el medico pudiera hacer.

Fue turno de Isagi de salir para hacer las compras, llevaba tres días en vela, tenía ojeras marcadas en los ojos, tampoco comía, ni siquiera intentaba pensar en nada más que no fuera la pronta recuperación de Bachira.

El sol le dio de lleno en la cara, haciéndole doler los ojos al instante, al mismo tiempo, su piel comenzó a quemar. Hacía a un calor de los mil demonios, o tal vez solo era él.

Se protegió el rostro con el antebrazo y apresuró el paso, mientras más rápido fuera, más rápido estaría con Bachira.

— ¿Isagi?

Conocía esa voz que venía de alguna parte pero no sabía exactamente a quién le pertenecía y no pensaba voltear para comprobar. Siguió caminando como un zombi, sin mucho ánimo hasta que el fuerte agarre de alguien lo detuvo. Los dedos largos y huesudos le hacían presión al rededor de la muñeca, podía ver que comenzaba a ponerse morado en esa parte.

— ¿Quién eres? — Preguntó a la defensiva, intentando zafarse. — ¡suéltame!

— Oh, perdona. Mi error. — una sonrisa acompañó el rostro del tipo, que lo soltó de inmediato. — mi nombre es Wataru Kuon, tal vez no me conozcas pero estoy buscando a Bachira, ¿le has visto?

Hasta ese momento cayó en cuenta, Kuon tenía el ojo hinchado y la cara magullada, seguramente por golpes recientes.

— ¿Qué pasa con Bachira? Hace días no lo veo.

Kuon le daba mala espina, así que no pensaba decirle nada que fuera de utilidad.

— No es cierto, Bachira está contigo, ¿no es así?

Isagi frunció el ceño, la voz de Kuon comenzaba a ser amenazante. — Ya le he dicho que no, Bachira no está aquí.

Isagi retrocedió, Kuon avanzó un paso, tomando nuevamente a Isagi del brazo, apretando más su agarre.

— ¡Suéltame! ¿Qué mierda quieres?

Se estaba preparando para sacar fuerzas de algún lugar y soltarle un puñetazo, pero la realidad era que no podía levantar ni un dedo. La debilidad mental estaba haciendo mella sobre él, sumándole la falta de alimentos y la fatiga crónica que había adquirido. Joder si era un mierdas.

— ¡Solo dime dónde está Bachira!

— ¡Te ha dicho que no sabe!

Rin se apresuró a llegar hasta donde se encontraba Isagi, interponiéndose y obligando a Kuon a soltarle el brazo al mayor.

— Señor... — Kuon agachó la mirada.

— Lárgate, no quiero verte merodeando por aquí.

— P-pero... mi señor...

— ¡Largo!

El hijo del emperador y yo [Rinsagi +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora