Capítulo 11: Jugando a ser novios

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No se como logre dormir, ni tampoco se como rayos hice que se durmiera Isabella. Estaba super activa ya que según ella llego al país de la libertad.

Mientras tanto yo, estaba que no podía dormir porque de hoy en adelante tendría que finjir ser la novia de Damien. Ahora no frente a mi familia, si no frente a TODA la universidad. Y aparte, por seis meses.

Alguien toca la puerta de la habitación haciendo que me exalte y pegue un grito.

Tapo mi boca inmediatamente y voy hacia la puerta para abrirla. Al otro lado de la puerta me encuentro con Damien, quien tenía el cabello mojado, y un conjunto de chandal azul.

Guapo...

—Buenos días Dako. —dice sonriendo.

—Buenos días Dam. —el arruga el entrecejo por el apodo.— Digo, Damien.

—¿Dam? —dice divertido—

—Lo siento, es un apodo que se me acaba de ocurrir.

—No lo sientas. Me gusta. —dice y pasa su mano por su pelo todo mojado.— Vamos. —dice.

Asiento y el entro a la habitacion por mi mochila y mi teléfono para luego ir con el escaleras abajo.

La casa de Damien es super linda y moderna. Tenía cuadros de one dirección en el pasillo y a LeBron James, Lameloball, Curry, Kobe, etc.

Bendito jugador del basquetbol...

Al bajar las escaleras voy a la nevera para tomar agua.

Agua. Es lo único que tomo en la mañana hasta llegar a mi casa.

Se volvió costumbre, no me da hambre.

Todos sabemos porque es...

Al terminar mi vaso con agua me volteo y veo a Damien mirándome con el ceño fruncido.

—¿Que? —pregunto confundida.

—¿No desayunaras? —pregunta acercándose a mi.

—No tengo hambre. —digo.

—Todo el mundo se levanta con hambre en la mañana, ¿Que tienes?

—Nada. —digo frunciendo el ceño.

—¿Y porque no comes?

—Porque no tengo hambre.

—¿Como que no?, ¿no te sientes cómoda o algo? —se alarma.

—No, no. Me siento bien. Solo que nunca me da hambre en la mañana. —digo y me acerco a él. —Estoy bien, ya vamonos.

El no parece convencido pero asiente y toma su celular de la meseta y sale de la casa. Le sigo detrás y veo su motocicleta afuera parqueada, el le quita el seguro a la moto y se sube, para luego pasarme un casco y el ponerse el otro en silencio.

—¿Estás bien? —digo sentándome en la motocicleta.

—Yo si, pero tu al parecer no. ¿Quien rayos no se levanta con hambre para no comerse dos vacas?

—Yo. —digo.

—Estas mal.

Por ti.

Lo pienso pero no lo digo.

—Pff, como digas señor come vacas. —escucho su risa antes de bajarse el casco.

El arranca y agarro su cintura para no caerme.

Al llegar al parqueo de la universidad y ver que nos parqueamos mi corazón se acelera a gran manera.

—Estas detrás de mi. —dice.

Besos con sabor a chocolate [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora