Capítulo 12: Querida suegra

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Isabella y Mateo estaban en el colegio. Ya había pasado una semana desde que empecé a vivir con Damien y el había hecho todo lo posible porque nos sintiéramos como en casa. Brayan y sophia estaban en una de sus date como pareja, ya saben, esos planes que hacen los novios de salir a los bolos, al cine a por helado. Eso. Cosa que yo no puedo hacer porque no tengo novio.

Si tienes pendeja.

De tener si tengo, pero no real.

Ya quisiera que fuera real.

Estaba en el mueble con el peor aspecto posible, una de las camisas de Damien que me llegaban hasta casi las rodillas, unos shorts, un moño mal hecho y mis gafas.

Tenía el cuaderno de dibujo en las piernas y el bolígrafo en la boca. No me salía nada para diseñar, y necesitaba diseñar algo urgente para empezar a coser. Tampoco es que sea para ahora pero necesito tener algo listo si no siento que no he avanzado nada.

Un gruñido se me escapa al no tener ideas de que hacer y dejo el cuaderno y el bolígrafo a un lado y pararme del sofa suspirando.

Busco un vaso de agua en la nevera y me lo tomo de un trago para luego sentarme en la silla de la meseta soltando mi pelo y desordenandolo.

—¿Día difícil? —escucho la voz de Damien a mis espaldas y me sobresalto.

Tenía puesto una Bermuda con el logotipo de la universidad al igual que la franela del equipo de la universidad. Traía la mochila al hombro y la rodillera. Tenía el pelo mojado y revoltoso seguramente por el sudor.

—No te escuche llegar. —sonrío a medias.

—¿Que tienes? —dice tirando su mochila al sillón donde estaba yo antes y se acerca a mi.

—Nada solo... —me detengo— Nada. —sonrio— no es nada.

El me mira con su cara en neutro por unos segundos sin decir nada.

—¿Porque siempre evitas decirme las cosas? —dice de repente— Siempre que intento tener alguna platica contigo de algún tipo siempre me evitas las preguntas. ¿Porque?

—No hago eso. —dice frunciendo el ceño.

—Si. Si lo haces. — dice cruzándose de brazos— Te pregunte esta mañana que si ibas a desayunar, me dijiste que no, te pregunte porque me dijiste que no tenias hambre pero escuche como rugia tu barriga Dakota. —mis mejillas se sonrojan inevitablemente— Te pregunte lo mismo hace días y dijiste que no era nada y escuche lo mismo. Y cada que te pregunto algo me evitas las preguntas, y eso no me gusta. Si vamos a convivir las 24 horas del día al menos me gustaría saber porque, rayos siempre evitas mis preguntas.

—Porque siento que hablo demasiado y cada vez que hablo la bendita boca siento que hablo acantaros y puras pendejadas. —digo mirando hacia otro lado— Siempre me han dicho que hablo muchas estupideces, por eso siempre respondo con las respuestas más cortas que mi cabrero formula al momento. Y no como por las putas mañanas porque mi familia se ha encargado de juzgar mi físico toda mi vida y se me ha quedado esa mierda en la cabeza. —hablo tan rápido que al final tengo que detenerme para respirar— Y muchas, muchas personas se han ido de mi vida porque hablo demasiado, y no quiero incomodar hablando tanto.

Damien se queda mirando mi cara con el celo fruncido antes de abrir la boca para decir algo pero, el sonido del timbre hace eco en toda la cocina haciendo que se detenga.

El me mira una última vez antes de ir a la puerta y mira por el agujero de la puerta que te permite ver hacia el exterior.

—Oh no... — Damien se voltea con los ojos abiertos— Mi madre esta afuera.

Besos con sabor a chocolate [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora