IX

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No había encontrado mejor excusa, que decirle a sus padres que se iría a vivir a otro lugar por trabajo. Contarle la verdadera razón, hubiese sido una pelea innecesaria, aunque ella fuera ya mayor de edad.

Así que ahí estaba Vesnia, viajando en avión junto a su ¿Esposo? Vaya, ni siquiera sabía cómo debía llamar a Samir ahora. Dios, ni siquiera quería pensar lo que estaba viviendo.

Hacía una semana y media había conocido a Samir, tres días después, la había marcado. Había permanecido casi dos días completos inconsciente gracias a eso, y después de aquello, se había unido a él.

Y ahora, estaban viajando a su nuevo hogar, en las tierras natal de Samir.

Observó por la ventanilla el cielo, sonriendo. Era la primera vez que viajaba en avión, y se veía todo tan asombroso. El cielo nocturno parecía algo mágico, irreal.

—Te encantará esto, Zukaritas —sonrió.

Su gatito iba viajando junto a ella en una jaulita. Y como lo esperaba, el gato no era del agrado de Samir, pero no le había quedado más que aceptarlo.

—¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre?

—Nop, estoy bien —sonrió continuando mirando por la ventanilla.

—Ven conmigo.

Giró su cabeza para mirarlo, y Samir la abrazó a él, aspirando suavemente su aroma. Cerró los ojos y frotó su mejilla contra la cabeza de ella, acercándola aún más. Sí, entendía que sus instintos fueran más fuertes que los de ella, pero él estaba muy posesivo últimamente.

Lo abrazó también y cerró los ojos, sintiendo el corazón de ambos, sonriendo sin poder evitarlo. Él tenía razón, ambos estaban sincronizados.

—Laten juntos —susurró, sonriendo.

—Aunque no estuviéramos juntos, aún así lo harían.

—¿Yo debo marcarte a ti?

—No.

—¿Pero podría hacerlo?

—No, porque tú no puedes hacer eso.

—¿Por qué no? —le preguntó alejándose de él.

—Porque es algo que hacen los alfas únicamente.

—¿Y si quisiera morderte?

—No me harías nada —le dijo acariciándole el rostro.

—¿Cómo lo sabes?

—Tengo la piel mucho más dura que la de un humano, y para poder marcarme, necesitarías una mordida muy fuerte, y dientes filosos para hacerlo.

—Yo también quiero que tú lleves una marca.

—Llevo tu aroma en mí, cualquiera que lo huela, sabrá que estoy unido.

—¿Qué eres mío? —sonrió.

—Sí, que soy tuyo.

Sonrió y salió de su asiento, para sentarse sobre él. Samir la tomó de las caderas, y las acarició suavemente, mirándole la boca.

—Samir.

—Dime.

—¿Fui la única con la que sentiste esto?

—Por supuesto que sí —le dijo mirándola a los ojos—. Ya te expliqué que la unión, como la nuestra, es especial y única.

—¿Entonces nunca intentaste unirte a alguien más? ¿Marcarla?

—¿Por qué me preguntas eso?

—Tengo curiosidad.

—Esas cosas son del pasado.

Lo miró a los ojos y él desvió la mirada.

—Sí lo hiciste.

—Lo intenté —murmuró.

—¿Cuántas veces?

—No quiero hablar de eso.

—Dime cuántas veces, Samir.

Gruñó, sin querer mirarla. Sí, no podía negar que se veía muy sexy enojado, especialmente por su ceño fruncido y la piel sobre su nariz levemente arrugada también. Pero de todos modos quería la respuesta.

—Cuantas, Samir —repitió.

Y sabía que él no podía negarse a responder si ella lo nombraba.

—Muchas.

—Muchas no es un número.

—El número es irrelevante.

—Quiero saber el número, Samir.

—Vesnia —gruñó.

—Dime.

—No sé el número porque fueron muchas.

Lo observó, entre molesta y decepcionada.

—¿O sea que tú sólo querías unirte a alguien? ¿Lo hiciste conmigo por descarte?

—No.

—Ibas a intentar unirte a cualquiera hasta encontrar a la adecuada.

La tomó del rostro con una de sus manos y la miró.

—¿Por qué buscas dañarnos a ambos con esto?

—Creí que era especial, y sólo fui un número más. Para ti fue como jugar a la ruleta hasta dar con el número de la suerte.

—Eres especial para mí, eres mi compañera.

—Sólo fui el descarte de una larga lista aparentemente, porque ni siquiera sabes cuántas fueron.

Se bajó de sus muslos y tomó la jaula del gato, dirigiéndose a la fila de al lado, a tomar otro asiento.

Samir bajó la mirada, sintiéndose abrumado también. De cierto modo, ella tenía razón. Él había intentado con muchas mujeres encontrar a su alma gemela, a quien aceptara su marca, a quien quisiera unirse a él.

Pero con Vesnia todo se había dado de forma natural, él no la había buscado, al contrario, ella lo había atraído.

Se puso de pie y fue hasta el asiento de ella, sentándose a su lado.

—¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?

—Nada.

—Me gustas mucho, Vesnia, lo que siento por tí-

—No, no me vengas con eso, Samir —le dijo sin mirarlo—. Sólo es la atracción de la unión, sólo eso. Si no estuvieras unido a mí, jamás te hubieras volteado a verme. Es más, seguirías disfrutando de tu soltería, probando suerte con diferentes mujeres. Seguro que habrá sido muy divertido para ti, muy satisfactorio.

La miró y luego se arremangó la camisa de su brazo izquierdo, antes la confusa mirada de ella. La observó, y mordió su antebrazo, gruñendo bajo antes de cerrar los ojos, con dolor, apretando más fuerte su mandíbula, hasta comenzar a sangrar y gruñir de forma gutural.

—¿Q-Qué demonios haces? ¿Te volviste loco? ¡Ya no hagas eso!

Separó sus dientes de la carne, jadeando y la miró, acercando su antebrazo a ella.

—M-Muerde —jadeó.

—¿Q-Qué?

—Muerde antes de q-que se cierre.

—No.

—Muerde, Vesnia.

Tomó el brazo de él, temblando y lo miró a los ojos.

—No quiero hacerlo.

—Tú querías que llevara tu marca, muerde sobre mi herida.

...

VesniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora