IV

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—¡Mami consiguió un empleo, Zukaritas! —exclamó con una gran sonrisa, tomando a su gato en brazos, haciéndolo girar con ella.

El gato maulló con molestia y ella lo bajó, riendo.

—Que arisco eres.

Se quitó los zapatos y fue hasta la pequeña cocina de su departamento, abriendo la nevera para sacar el cartón de leche y tomar un tazón.

—Creo que finalmente comeremos algo más que leche y cereales —sonrió, colocándole un poco de leche en el tazón del gato y luego en el de ella.

Fue hasta la alacena y tomó los cereales, poniéndole a ambos tazones.

—Si conocieras a mi jefe, Zuka, te caes de culo, te juro —le contó al gato que estaba lamiendo la leche—. Debe ser alto como el marco de la puerta, y tiene unos ojos celestes tan... Profundos, que te ponen nerviosa. Y la voz súper imponente, como su propia imagen. En serio, ese tipo da un poco de miedo.

Se llevó un cucharada de cereales a la boca y se giró en la silla, mirando su sala.

—Lo primero que compraré con mi primer sueldo, será un sillón ¿Qué dices, hijo? Sería lindo, y luego una televisión, así hacemos maratón de películas los fines de semana —sonrió.

🌕🌕🌕

—Cecilia.

—Samir ¿Qué necesitas? —pronunció la morena pasando por su lado.

—Hoy entró una joven a la empresa, dice que fue contratada por una oficina de empleo. Claramente nosotros no contratamos personas por esos medios.

—¿Tenías que esperar a que fuera la hora de irme para decírmelo? —le preguntó con molestia.

—Tú eres la jefa de recursos humanos, explícame como una mujer extraña entró aquí entonces.

Gruñó molesta y abrió nuevamente la puerta de su despacho, para entrar antes que Samir y encender su ordenador.

—¿Cómo se llama?

—Vesnia Peters.

—¿Vesnia? ¿Es inventado?

—No sé, es por eso que quiero que me digas cómo esa mujer entró aquí.

Rodó los ojos y se sentó frente al ordenador, tecleando un par de veces.

—Vesnia Peters, veintidós años, vive en Salena, al ochocientos treinta. Sí, fue sugerida por una oficina de empleo, y por lo que veo aquí, nos la impusieron.

—¿Cómo qué "impusieron" un empleado? —preguntó frunciendo el ceño.

—Ajá, la ciudad, dice que ese fue uno de sus acuerdos al momentos en que permitieron que nuestra empresa funcionara aquí.

—De acuerdo, ¿Entonces la mujer es real?

—Ajá.

—Mañana eso de las ocho vendrá aquí, te enviaré su contrato por texto.

—De eso me encargo yo, Samir —gruñó.

—Sí, pero su contrato lo redactaré yo.

—Okay, entonces que lo firme contigo. Yo Poncio Pilato, hermano —le dijo sacudiéndose las manos, antes de pasar por su lado y quedarse parada junto a la puerta—. ¿Puedes salir ahora? Me quiero ir a mi casa ya.

🌕🌕🌕

—¿Tú eres Vanina Peters? —le preguntó una bonita pelirroja, mirándola de arriba a abajo.

—VESNIA, no Vanina —pronunció con cierta molestia.

—Como sea, el señor Wildwolf te espera en su oficina, piso veintitrés.

—¿No debía ir a recursos humanos? Eso fue lo que él me dijo ayer.

—Piso veintitrés —repitió desinteresada.

Vesnia rodó los ojos y se dirigió al ascensor. Que mujer más desagradable ¿Qué necesidad tenía de ser tan grosera? Marcó el piso veintitres, y tarareó una canción, mirando hacia arriba mientras esperaba que el elevador subiera los trece pisos que faltaban.

Esta vez se había levantado temprano y había llegado diez minutos antes de la hora acordada. Quería dar una mejor impresión que la primera.

Llegó al piso veintitrés y observó asombrada la hermosa vista de la ciudad desde allí. Todas las paredes, a excepción de la oficina de Samir, eran vidriadas. Fue hasta la puerta y la tocó dos veces, esperando que él le respondiera.

—Adelante.

Sonrió y abrió la puerta, encontrándolo sentado detrás de su escritorio.

—Toma asiento, Vesnia.

—Gracias, señor —sonrió.

—Este es tu contrato, léelo por favor, y si estás de acuerdo, aquí tienes un bolígrafo para firmarlo. Cualquier duda que tengas, puedes decírmela.

Ella asintió con la cabeza y tomó la carpeta que él le estaba ofreciendo. Fingió leer la primera página, buscando con la mirada los días de trabajo y los horarios, encontrando que su jornada laboral era de seis horas, cinco días a la semana, teniendo el fin de semana libre.

¡Y eso era fantástico! Justo como ella quería. Continuó leyendo, bajando por la página, cuando...

Salario propuesto: US$40000

Abrió los ojos aturdida y levantó la cabeza, encontrándose con la mirada seria de Samir.

—S-Señor, creo que a-aquí hay un error.

—¿Dónde? Le pedí a mi secretaria que lo revisara dos veces.

—El pago, señor.

Se acercó a ella y se agachó un poco a su lado, para ver lo que le estaba señalando en la hoja.

—No encuentro el error.

—S-Señor, ahí dice c-cuarenta mil dólares mensuales.

—Sí.

—Pero...

—¿Crees qué es poco? Podríamos subirlo luego de ver tu desempeño.

—No, claro que no, señor, yo lo decía porque cuarenta mil dólares es un cifra... Enorme.

—Ah, eso —pronunció desinteresado, volviendo a su asiento—. Es el sueldo base.

Lo miró y luego tomó el bolígrafo, yendo a las últimas dos hojas para firmarlas, tomando la otra carpeta para hacer lo mismo. Sonrió y se la entregó, junto con el bolígrafo.

—Muchas gracias, señor Wildwolf, no le fallaré.

—Bienvenida a nuestra empresa, señorita Peters —le dijo dándole la mano, para entregarle luego la segunda carpeta, con la copia de su contrato—. Su piso es el veintidós.

—¿M-Mi piso? Es decir, mi oficina.

—No, su piso —retificó—. Puede dirigirse a él y ponerse cómoda. Todo lo que le haga falta, puede pedirlo por la línea cuatro. El bufet está en el piso seis, a las doce se sirve el almuerzo. Pero de todos modos, está abierto para cuando lo requiera.

—De acuerdo, muchas gracias —sonrió emocionada.

Él asintió con la cabeza y la vio salir de su oficina.

Vesnia.

¿Quién era Vesnia? Su aroma no era el de una humana común.

...

VesniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora