III

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Mientras todos hablaban de sus proyectos, Vesnia no podía apartar sus ojos de Samir, quien en todo momento había lucido serio, escuchando atentamente a sus empleados, haciendo alguna que otra acotación cuando creía necesario.

Tenía unos rasgos tan atractivos, y ella no lo había podido ver bien en el elevador, ya que estaba preocupada por su imagen y la hora. ¡Que estúpida! Ella haciendo un berrinche en frente de su propio jefe.

¿Cuánto debía medir? Mm, ¿Un metro noventa quizás? Se veía alto, y tenía muy buen porte. Oh, y ahora que lo observaba mejor, ahora entendía el significado de su apellido, él era uno de esos tipos que venían del norte.

Sabía que su especie era muy especial, que no habían muchos en su ciudad, y jamás imaginó que terminaría trabajando para uno de ellos.

Una de las orejas de Samir se movió levemente hacia donde estaba ella sentada y desvió la mirada hacia Vesnia, quien lo observaba perdida en sus pensamientos.

—Señorita Peters ¿Tiene algo que agregar? —le preguntó.

Pero ella no respondió, seguía en sus cabilaciones, mirándolo.

—¡Muchacha responde! —le murmuró con molestia la mujer junto a ella, pisándole uno de sus zapatos.

—¡Auch! ¿Qué te pasa? ¿Por qué me pisas el-?

—Vesnia —la interrumpió Samir.

Se estremeció por completo al escuchar su nombre provenir de él y lo observó, casi temblando.

—¿S-Sí, señor W-Wildwolf?

—¿Tienes algo que agregar al proyecto del señor Williams?

—N-No.

La observó y luego le hizo una seña con la mano para que continuara explicando el tal Williams, que estaba proyectando unas grillas y unos diagramas de barras.

🌕🌕🌕

—Perfecto, nos vemos el próximo jueves entonces, que tengan un excelente fin de semana todos.

—Muchas gracias, señor, igualmente para usted —pronunciaron sus empleados, saliendo de a uno de la sala.

—Peters, tú no te vayas aún.

Se estremeció al escuchar que se refería a ella y se quedó en el mismo lugar, observando cómo todos sus colegas se iban. Miró a Samir y cuando él cerró la puerta, un escalofrío le recorrió por todo el cuerpo.

—Siéntate, Peters.

Asintió con la cabeza y con algo de nerviosismo, corrió la silla, sentándose nuevamente. Él también tomó asiento, en la punta de la mesa, y la observó fijo a los ojos.

—¿Puedes contarme como fue que entraste a mi empresa?

—S-Sí, yo envié una solicitud a una oficina de empleo, y después de unas semanas, me llamaron diciendo que tenían un puesto vacante aquí.

—¿Una oficina de empleos?

—Sí, de las que se encargan de encontrar empleos según tu perfil y aptitudes.

Él la observó y negó con la cabeza.

—Nosotros no contratamos personal de esas supuestas oficinas.

—¿N-No? Pero entonces —pronunció con nerviosismo, sintiendo que le daría un colapso—... No lo e-entiendo.

—Yo tampoco, teníamos un puesto vacante para una muchacha que venía de Alemania, que de hecho, me acaba de avisar que llega mañana —le dijo mirando su celular.

—Lo siento tanto, señor Wildwolf, esta fue toda una equivocacion de la oficina de empleos —pronunció avergonzada—. Me iré de inmediato, y lamento mucho los inconvenientes —le dijo poniéndose de pie.

—¿Qué tipo de formación tienes?

—Oh no, señor Wildwolf, no necesita-

—¿No necesitas el empleo? —la interrumpió.

—S-Sí, pero yo no soy a quien esperaba.

—¿Qué tipo de formación tienes? —le repitió.

—Diseñadora gráfica.

—De acuerdo —le dijo poniéndose de pie—. ¿Te parece si mañana comienzas?

—¿H-Habla en serio, señor?

—Sí, preséntate mañana a las ocho en el piso diez, mi secretaria te dará toda la información necesaria. Ella te dirá dónde se encuentra la oficina de recursos humanos, para tu contrato.

—¡Muchísimas gracias, señor Wildwolf! —le dijo dirigiéndose a él para tomarlo de la mano—. Se lo agradezco mucho, le prometo que daré lo mejor de mí, y lo que usted vio hoy, no sé volverá a repetir. Soy muy puntual, lo juro.

—De acuerdo.

—En verdad necesitaba mucho el empleo, muchas gracias. Hace dos meses me fui de casa de mis padres y tengo un gato que depende de mí. Si no conseguía el empleo, iba a tener que volver a su casa y mi gato-

—Está bien, Vesnia —le dijo en un tono calmo.

Ella lo observó y soltó su mano.

—Lo siento, hablo mucho —sonrió apenada—. Gracias una vez más, señor Wildwolf. Mañana temprano a las ocho, estaré aquí.

...

VesniaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora