Prólogo.

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Hay miles de errores que se pueden cometer en el mundo. Como dejar las llaves dentro de casa, dejar un grifo abierto, tal vez ponerse la camiseta al revés, derramar un vaso de agua en tu comida. Pero créanme, ninguno de esos es tan grave como el que yo cometí.

Jaxon Samuels, había sido mi vecino desde que tenía memoria y mi mejor amigo desde la guardería donde había derramado su helado en mi uniforme. Era lo siguiente de atractivo, su cabello era tan oscuro como el mismísimo ébano, sus ojos azules como esa malteada que tanto me obsesionaba.

Todo había estado bien.

Hasta que llegamos a los dieciséis y caí rendida. A diferencia de él que, aunque no me veía del todo como una hermana tampoco como una potencial pareja. ¿Y saben?, me había impuesto que cumpliría esa regla no escrita de: No te metas con tu mejor amigo... hasta que llegó mi fiesta de cumpleaños y confesé con una verborragia todo lo que había estado ocultando desde que los pechos comenzaron a crecerme.

Cumplía dieciocho y estaba eufórica por ese acontecimiento, me emborraché tanto como él y sin preverlo nos acostamos en el sauna de mis padres, mientras los demás disfrutaban el apogeo de la fiesta.

¿Fue irresponsable?, sí, ¿lo recuerdo?, para mi suerte o desgracia todo estaba claro como el agua, ¿lo disfruté?, no podía haber ido mejor, ¿recomendaría hacerlo?, ¡no!, ¡por Dios jamás sigan mi ejemplo!, ¡no se acuesten con su mejor amigo o amiga!, ¡no sean estúpidos!

Y por lo que más quieran, no olviden el condón sino quieren terminar con un problema como el mío:

<+ Positivo.>

Siempre fuimos nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora