Inútil

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MC colgó la llamada, aliviada de no tener que fingir más, y dejó que se le escaparan las lágrimas. Por suerte estaba sola en el coche aparcado. No era algo triste, no era algo malo por lo que reaccionar de aquella manera, pero no pudo evitarlo. Su madre le había contado orgullosa lo que su hermana había conseguido y, aunque se había alegrado por ella, sinceramente se alegraba por ella, también lo había sentido como un duro golpe, cosa que había ocultado a su madre con una sonrisa a la que le costaba esconder las lágrimas. Su hermana había conseguido una cosa más de lo que ella no había sido capaz, otra cosa más por la que la sociedad la felicitaría, que era algo que todo el mundo esperaba. Lo mismo que MC había intentado conseguir y no había podido, como siempre.

Apretó con fuerza el volante y se permitió estar unos minutos así, lo justo para poder calmarse y conducir. Tardó demasiado y tuvo que forzarse, no podía dejar que nadie que caminara por la acera la viera. Así que arrancó el motor y volvió a su casa. No, no a su casa, a la casa de Saeyoung. El pensamiento cruzó por su mente en el momento en que entró en el garaje. Tampoco era realmente su coche, el que conducía y los otros tres que estaban aparcados eran de Saeyoung.

Apagó el motor, pero no salió. No eran cosas que hubiera conseguido ella, eran las cosas de Saeyoung que le prestaba pero que en el fondo no dejaban de ser suyas, las había conseguido él, igual que el dinero. MC no ganaba lo suficiente como para poder tener todo aquello por su cuenta. Apoyó los brazos cruzados sobre el volante y después hundió la cabeza en ellos. Se permitió dejar salir las lágrimas de nuevo.

Después de un buen rato agarró su mochila del asiento del copiloto, tomó las llaves y salió del coche. Caminó hasta la casa con la mirada baja, no solo por la tristeza, también por no querer mirar al resto de vehículos de lujo que por mucho que condujera no eran suyos.

Saeyoung no estaba en casa, estaba trabajando, pero sabía que Saeran sí lo estaría. Su hermano le obligó a avisarles a los dos cada vez que saliera de casa y cada vez que volviera y, aunque ya no parecía hacer falta tomar tantas precauciones, Saeran lo seguía haciendo. Por eso MC sabía que estaba en casa. No quería cruzarse con él, tenía muy mal aspecto y le preocuparía, no la dejaría tranquila hasta que le dijera todo o llegara su hermano.

Se asomó y, cuando comprobó que no estaba cerca, comenzó a caminar en silencio. Llegaría hasta su habitación, no, hasta la habitación de Saeyoung, y cerraría la puerta. Más tarde le pondría la excusa a Saeran de que iba despistada y por eso no le había dicho nada o que no había escuchado nada y pensaba que no estaba en casa. Cuando se encontrara lo suficientemente bien para verle o cuando llegara Saeyoung.

A punto estuvo de lograr su cometido cuando Saeran salió de su habitación en el mismo momento en que ella estaba por girar en la suya, no, en la de Saeyoung. Se quedó quieta, mirándole desde el otro lado del pasillo. No supo si entrar rápidamente para que apenas la viera, aunque ya iba tarde para eso, o intentar fingir y saludarle con la felicidad que no sentía antes de pasar. Sin embargo, él no la dio tiempo para decidir, su reacción le había sorprendido.

—¿MC? —preguntó mientras se acercaba extrañado, no le había saludado y parecía asustada de verle— ¿Estás bien?

Quiso asentir, pero cuando llegó a su altura no fue capaz. No podía mentirle a esa cara, el hecho de que fueran gemelos le provocaba la sensación de estar mintiéndoles a los dos a la vez, a los mismos que también consideraba su lugar seguro. Su cuerpo reaccionó antes que ella, soltando las lágrimas que no sabía que le quedaban.

—¿Qué te pasa? —preguntó asustado.

Ella solo pudo girar la cabeza, Saeran atrapó su muñeca antes siquiera de que pensara en huir al interior de la habitación.

Mis One-shots de Mystic MessengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora