🥀 33: Epílogo

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Bueno, si aquel restaurante creía que las novias con dinero y bodas de ensueño planificadas al milímetro desde la infancia, que no tenían nada más que hacer con su vida que dedicar toda su atención y tiempo y qué además estaban acompañadas por madres obesas, insoportables y aburridas, eran quisquillosas, pesadas y criticonas; era porque no conocían a Emiliano Castillo.

Se sentó en la mesa como si estuviera a punto de prender fuego al local en caso de que un espárrago estuviera mal alineado en el plato.

Hizo como veinte preguntas a la chef, a la que mandó a traer solo para que les explicara en persona qué era lo que iban a comer y cómo se suponía que iba a prepararlo.

Inspeccionó al menos cinco minutos la presentación y probó cada plato como si fuera un experto culinario del New York Times, bebiendo un trago de agua para no mezclar sabores, poniendo muecas de decepción como si nada fuera lo suficientemente bueno.

Al finalizar la prueba del menú, dejó a la camarera que los había estado atendiendo con la palabra en los labios, algo muy inusual de Emiliano, quien siempre había sido caballeroso con los demás, pero en aquel momento se sentía algo frustrado porque quería que su boda fuese perfecta y sin ningún mínimo error, se levantó de la mesa y le hizo una señal a Samira y a su hermana para que le acompañaran a la salida sin decir nada.

—¿Qué tal les ha parecido? —preguntó el peligris cuando llegaron a auto.

—A mi me ha parecido que todo estaba bastante rico —reconoció Samira con una pequeña sonrisa.

—Yo no sé por qué me has obligado a venir —se quejó Evangeline—, no soy yo la que se va a casar como para tener que probar el menú de invitados.

—Estás aquí porque aunque no lo creas has sido una chiquilla con un buen gusto por los alimentos, digo, por si nunca lo habías notado —responde su hermano tras voltear en una esquina—, además, no pierdes nada con acompañarnos.

—Por supuesto que estoy perdiendo —vuelve a quedarse con un dramatismo mayor que el anterior.

—¿Ah, si? ¿Qué cosa? —cuestionó Emiliano.

—Me estoy perdiendo el tiempo que paso con Max, digo, por si nunca lo habías notado —contesta, utilizando las mismas palabras de su hermano.

—Vamos, Evangeline, Max está lo suficientemente ocupado como para pasarse todo el día yendo de aquí para allá contigo —bromea Emiliano, sabiendo de sobra que aquello no era verdad, pero quería provocar a Evangeline un poco por andar quejándose de acompañarlos.

—¿Ah? ¿Quieres ver como te equivocas? —y no esperó a que su hermano respondiera para tomar el móvil y marcar unos cuantos números, colocando el altavoz y esperar a que la otra persona, en este caso Max, respondiera.

—Te apuesto 100 euros a que le responde al tercer tono —propone Emiliano a Samira con una sonrisa cruel en los labios.

—Te apuesto 200 euros, a que lo hace al primer tono —acepta Samira sonriendo de igual forma.

Y fue entonces que la llamada por fin se estaba conectando al móvil de Max, tardando apenas un tono para que el peliazul cogiera la llamada.

—"¿Linney?" —preguntó Max desde el otro lado.

—¡Ja! ¡Te gané! —celebra Samira con una sonrisa victoriosa, alzando su mano hasta su prometido para que éste le pague la apuesta que perdió.

—¿Por qué precisamente hoy tenías que responder rápido? —le pregunta Emiliano a su cuñado con un tono seco, pero con cierta gracia.

—"¿Estás haciendo apuestas nuevamente, Emiliano?" —pregunta Max que, aunque no pudieran verlo, estaba sonriendo—. "Un día de estos vas a quedarte pobre por tener tan mala suerte."

My Ideal BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora