🥀 22: Yo soy el rey y yo mando

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A eso de las 3:45 de la madrugada, Evangeline de levantó por un vaso con agua, su garganta estaba seca y necesitaba algo para no sentirla de esa manera, esta era una costumbre que tenía desde muy pequeña, siempre, a este tipo de hora, bajaba a la cocina y tomaba algo no importaba que fuese, a veces ni se enteraba porque su cuerpo se despertaba pero ella no, si, era sonámbula y no le daba pena admitirlo.

Pero esta noche no era una de esas, esta noche estaba más que despierta y bajaba por dos cosas.

1. Tenía sed.
2. Max no estaba a su lado.

Bajó más precisamente para buscar al mayor, su almohada favorita no estaba en la cama y necesitaba de él para poder dormir como Dios manda.

Al pie del último escalón escuchó la voz de Max discutiendo con alguien en la sala, pero discutía por teléfono pues estaba él solo nada más.

—Sé lo he dicho a ella y te lo repito a ti —siseó muy molesto—, no me interesa si quieren venir, pero no los quiero ver por los alrededores, cuando me fui de casa les dejé una cosa muy en claro, "desde este momento, yo ya no soy su hijo".

—¿Han entendido ahora? —cuestionó Max tomando un sorbo de la bebida que tenía en el centro de la mesa que estaba en la sala—. No me importa si este es el deseo de ella, he dicho que no y es mi última palabra, ¿entendido?

—¡Que no! —vociferó—. ¡¿Por qué no pueden entender que no quiero saber nada de ustedes?! ¡¿Hasta cuándo van a seguir haciendo de mi vida una mierda?!

Evangeline estaba asustada por la forma en la que Max hablaba, muchas veces lo había visto enojado, pero nunca a tal grado para que dijera malas palabras, sabiendo de sobra que es lo que él más odia en el mundo.

Tenía una vaga idea de con quien podría estar discutiendo, y ahora también entendía la llamada de hace unas horas, tuvo que haber sido su madre y en este momento posiblemente sea su padre el que esté haciendo enojar a Max.

—Te lo repetiré una sola vez —musita el pelinegro—. Como se atrevan a aparecer por mi oficina o mi hogar, tendrán que atenerse a las consecuencias, ya no soy aquel niño al que trataban de menos, en mi casa y en mi empresa yo soy el rey y yo mando —y con eso, colgó la llamada lanzándolo a la pared que tenía enfrente, destruyéndolo por completo, estaba furioso, y las venas de su cuello y de sus manos lo hacían notar, tomó asiento en el sofá, apoyó los codos en sus rodillas y oculto su rostro entre sus manos.

—Max... —susurró Evangeline acercándose lentamente hasta él.

Max levantó el rostro y nuevamente fingió una sonrisa, se le estaba haciendo costumbre hacerlo.

—¿Te desperté? —preguntó, extendiendo su mano para que la azabache se acercara por completo y se sentará en sus piernas, recostándose en el marcado y varonil pecho del mayor.

—No estabas en la cama... —murmuró Evangeline uniendo sus manos con las de Max.

—Lo siento, recibí una llamada —menciona.

—Era tú padre... ¿verdad? —inquirió dudosa la chica.

—Si, desde hace una semana están así —responde—. Quieren venir y pasar conmigo mi cumpleaños y yo no los quiero ver, no quiero que vengan y me arruinen el día.

—Tal vez... solo quieren arreglar las cosas, a lo mejor también se dieron cuenta del error que cometieron hace mucho —comentó la morocha.

—No lo hacen por esa razón —afirma el mayor—. Solo lo hacen por las apariencias, todo el mundo les pregunta dónde está su otro hijo.

—¿Guardar apariencias?

—Sí, viven por el que dirán de los demás, siempre ha sido así, desde que tengo uso de razón han vivido de esa manera.

My Ideal BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora